¡Santo Dios!: mataron a Pelón (Nestor Gonzalez)

La vida, en general, suele ser, para quienes no tienen la savia de la economía en su poder, como un largo proceso de sorpresas. Lo malo es que también suelen ser más desagradables que agradables. Conozco a dos excelentes y valiosos camaradas que sus compañeros y amigos les hemos identificado con el seudónimo de Pelón. En esta oportunidad hablaré o escribiré del Pelón que casi toda su vida tuvo por lugar de hábitat la famosa, combativa y populosa parroquia “23 de Enero”, sector La Cañada.

Quedé como petrificado al enterarme con tardanza de la muerte del camarada Pelón. No sé en la forma en que murió, pero si sé que lo asesinaron. ¿Quiénes lo asesinaron y quiénes ordenaron su asesinato? Eso también lo desconozco. De lo que sí estoy completamente seguro es que las balas no pudieron haber salido de armas disparadas por las manos de revolucionarios, porque Pelón era un revolucionario integral. Quiera Dios pero preferiblemente los organismos competentes del Estado venezolano descubran y den con el paradero de sus asesinos, sean capturados, juzgados y condenados a pagar por su abominable crimen.

Hace, si mal no lo recuerdo, tres años atrás hablé por última vez con el camarada Pelón. Le expuse la necesidad que se trasladara a otra zona para dedicarse a transmitir su experiencia a jóvenes interesados en formarse política e ideológicamente. Y la experiencia de Pelón era larga como valiosa toda su vida de revolucionario. También, si mal no lo recuerdo con exactitud, me respondió que sólo esperaría, para hacer válida la proposición que le hice, realizarse una operación quirúrgica que le sanaría heridas que fueron producto de un atentado para asesinarlo tiempo atrás. Desde allí, muy esporádicamente supe de la vida de Pelón a través de un viejo camarada que, sin duda alguna y quizá, fue su mejor amigo y camarada en lo personal.

Pelón dedicó gran parte de su vida a la lucha revolucionaria en Venezuela y otra a Nicaragua, de donde salió triunfante con los sandinistas. Sin duda, fue un internacionalista revolucionario. En más de una oportunidad quiso irse de manera definitiva hacer vida militante en las filas de la insurgencia colombiana, pero factores de múltiples características no le permitieron hacer ese sueño realidad. Nunca dudó que su mejor forma de morir debía ser en un combate contra los enemigos de la libertad. Ciertamente, sus asesinos son, por todas las razones habidas y por haber de la lucha de clases, amigos de la muerte y no de la vida, sicarios que se embriagan con la sangre de sus víctimas, mercenarios que sirven con irracionalidad a los verdugos que los contratan.

Mucho tardó –y no sé si se la hicieron- la operación quirúrgica que le sanaría las heridas legadas por un atentado que no lo mató pero sí le lesionó órganos del cuerpo. En el segundo atentado no fallaron los malditos, los cazadores de revolucionarios para exterminarlos, los verdugos que eyaculan festejando el dolor ajeno y la tragedia que dejan a su paso de asesinos. Debe ser larga la lista de camaradas del “23 de Enero” que quieren ser asesinados por los enemigos de la transformación de la sociedad –en general- y del ser humano –en particular-. Pelón, sencillamente, estaba entre los primeros, porque larga era su experiencia de revolucionario. Y la experiencia se transmite y eso, para los verdugos, debe evitarse a toda costa y cueste lo que cueste. Lo cierto es que ya Pelón fue víctima del sicariato, de esa sombra gigante que actúa con sus largas manos quitando vidas legando dolor para que se extingan los sueños de libertad.

Leyendo unos comunicados elaborados en asambleas populares en el “23 de Enero” también me enteré que un viernes –no sé la fecha exacta pero creo de abril del presente año- fue ensangrentado por el sicariato que pretende convertir a esa combativa parroquia en un cementerio exclusivo para cadáveres de revolucionarios y que triunfen el silencio y el miedo como fórmulas para la resignación social al bonapartismo que nos anuncia “como premio de gobierno” el imperialismo si dejamos que se derrumbe el proceso que actualmente está viviendo Venezuela por dictamen de la mayoría de quienes cumplen con su deber de concurrir a una jornada electoral para decidir quién se gana la potestad de ser el Presidente de la República. Ese día viernes se les disparó a habitantes de La Cañada y, concretamente, a camaradas que apoyan al gobierno que preside el camarada Hugo Chávez. Hubo muertos y hubo heridos. Fue una especie de masacre como esas que acostumbra ordenar cualquier fantasma de `poderosos capitales a sus grupos paramilitares tratando de dejar a los peces sin agua. Imponiendo la cultura -o mejor decir la incultura- de la muerte se cree que todo el tiempo cundirá el silencio y el miedo en los sectores populares. Se equivocan quienes así piensen y quienes así actúen. Si eso fuese posible el nazismo o fascismo o falangismo –que en esencia es lo mismo- reinara hasta el sol actual sin probabilidades de triunfo para la causa del socialismo. Por eso es justo avalar y solidarizarse con lo que piensa y con lo que pretende conquistar la comunidad de La Cañada en el “23 de Enero”: “La cultura de la violencia, consustancial al sistema capitalista y que de manera subliminal, abierta y sistemática nos han impuesto: hay que derrotarla”. Y no existe una manera mejor de derrotar esa violencia que acabando con las injusticias y desigualdades sociales para que reine la justicia y la igualdad, que viene siendo la libertad. Y ello sólo se conquista con la participación o protagonismo de toda la ciudadanía educándose y culturizándose para asumir la administración de su vida socioeconómica por sí misma. Por eso vivió, luchó y mataron al camarada Pelón.

“¡Ni un muerto más en el 23 de Enero!”, es la consigna de la aplastante mayoría de los habitantes de esa parroquia como debería ser, igualmente, la de todas las comunidades que tienen –por ahora- la nacionalidad venezolana y ojalá del mundo entero. Ese camino conduce al socialismo y éste al comunismo donde ya no habrá nunca más una necesidad de lanzar una consigna contra la violencia, porque ésta desaparece con la lucha de clases y todos sus aditamentos. Pero, entre los métodos vitales para lograr tal cometido, no es sólo la movilización de la población en las calles y donde sea necesario para recuperar los espacios de las comunidades, sino también y es vital la organización de las mismas, la concientización de las mismas, mientras no se imponga para siempre en el mundo el imperio de la propiedad social de todos los medios de producción, la economía de tiempo para el ser humano, la extinción del Estado y la desaparición de todas las expresiones de alienación o enajenación que lleven en su fuero la esclavitud social. Por esto, sólo por esto esencialmente, vivió, luchó y asesinaron al camarada Pelón.

¡Honor al camarada Pelón! ¡Siempre presente!



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Freddy Yépez


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