Pensamos, desde hace ya mucho tiempo, que la perversión humana puede superar cualquier límite, y claramente se refleja como verdad esta afirmación, contrastada con la concesión que se ha hecho del premio que rotula estas letras, a quien sin duda alguna ha demostrado ser otro criminal más, como lo han sido la mayoría de quienes le han precedido en el cargo que él hoy ocupa.
El premio por lo absurdo impactó pues al elegido el único mérito que se le podría atribuir es su verbo y sus promesas, mas no sus realizaciones, escasas y no significativas, cuando no nefastas. Cayó como si mañana nos enteráramos que el Vaticano santificará a Herodes el Grande y le otorgará su nombre al Patronato para la Protección de la Niñez Desvalida. Por supuesto que hoy damos también como posible esto, pues dependería para plasmarse como realidad, solo de un buen padrino que la aúpe pero eso sí, con sólidos argumentos contantes y sonantes.
Estamos en un mundo –a algunos aún les cuesta comprenderlo- donde los estados y los organismos internacionales están al servicio de los poderosos, que lo son por las inmensas riquezas que poseen. Los valores, esos que se predican a los infantes y a los adolescentes para que los cultiven, quedan en su práctica postergados hasta el juicio final, si menoscabaran el interés de los anteriores. Todo irá bien si ruedan las cosas de acuerdo con lo que dispone don Dinero.
Alguien con mucho acierto en su momento dijo, que estábamos viviendo en un mundo al revés, pero lo dijo en un tiempo que ya fue largamente superado por este ignominioso presente.
Si nos introdujéramos en los intersticios de la historia de EEUU, en eso que llaman los entrelineados, aquello que no se cuenta, lo que le es negado al conocimiento de su pueblo, costará trabajo entender sin esfuerzo y sin apretarse la nariz, que la maldad fue uno de los componentes que la constituyó como nación. La edificaron encima de miles de víctimas. Los aborígenes fueron una parte considerable de estas.
Nos resulta aún hoy, luego de tanto tiempo sabido, convencernos que sus estamentos gubernamentales hayan podido discutir sin avergonzarse, tanta impudicia como la que han patrocinado en su historia. Francesco Cossiga, ex presidente italiano, denunció que el derrumbe de las ya famosas torres, el 11S, fue obra de los servicios de inteligencia de EEUU con la participación del Mossad israelí.
Cada vez son más las voces que acusan al anterior gobierno de esos atentados. Un grupo de calificados profesionales, donde se agrupan químicos, físicos, matemáticos, ingenieros, arquitectos y un sinfín de personalidades prominentes, piden investigar con seriedad esos hechos luego de haber realizado la suya meticulosamente. Entre los escombros que -sin razón que lo explique-, se botaron en el exterior, fueron encontrados restos de un explosivo conocido como termita, y otros que acrecientan las dudas. Todo indica que fue una demolición controlada. Por si esto fuera poco, existe el tercer edificio –más pequeño- que se cayó de la misma forma, pero muchas horas después, sin que contra él haya embestido nada.
Una de las voces que se levantó reclamando una pericia exhaustiva de esos hechos enseguida de que estos sucedieran, fue la de un amigo de la intimidad del ahora presidente Obama, de nombre Van Holden. El actor de la paz le nombró su asesor en asuntos ambientales. Pero, se recordaba que Holden ayer había reclamado con ahínco, y ello le había generado muchas antipatías en los altos estratos gubernamentales que no tardaron en manifestarse, apenas investido en tan alto cargo, con desmedidos ataques a su persona. Porque pareciera que altos funcionarios se hubieran juramentado para hacer pasar con rapidez y desaparecer de la memoria del país ese luctuoso episodio, no permitiendo ni siquiera que esos hechos se mencionen.
Por supuesto que Van Holden renunció, como debe hacer toda persona decente que, cerca del poder, muy cerca, ve negada la posibilidad de investigar un hecho que produjo, y produce todavía, miles y miles de muertos e inconmensurables daños en una sociedad rezagada como la afgana. Arrasaron con ese país al endosarle la responsabilidad de los atentados.
¿Qué mejor prueba, para un hombre que ama la paz, que proceder a escrutar minuciosamente esos hechos ante tantas sospechas de su autoría? En lugar de eso, este hombre ahora calificado como pacífico, extendió su poder asesino hacia aldeas pakistaníes masacrando miles de civiles, provocando una migración millonaria de hambrientos. ¿Se puede, si se es honesto y justo, otorgársele ese premio a Obama? Nosotros creemos que no.
Pero si es deleznable haber premiado a ese señor -sobre todo cuando ha demostrado con abundancia que opta por el crimen de prolongar la guerra y no por la paz-, más lo es para quienes lo festejan como si el mismo hubiera caído en las manos correctas. Ver a los medios ensalzar con fruición tal hecho nos provoca sentimientos encontrados, tales como intensa lástima y profunda indignación
El desprestigio de los medios, reflejado entre tantas cosas por la pérdida de sus audiencias, no lo es tanto como la incapacidad de sus responsables para percatarse que esa debacle, es provocada por ellos mismos por la desconfianza que han generado dirigiéndolos tan mal.
Resulta difícil que no lo hayan asociado al sesgo y a la manipulación que cotidianamente producen. Lamentablemente, ya están perdidos como hacedores de un mundo nuevo. Los medios propenderían si su labor fuera la que debiera ser, a instruir y orientar para superar constantemente lo actual, construyendo mejores ciudadanos. Lo mismo la Universidad. Ambos son determinantes para la alta o baja calidad de sus pueblos. El saldo es negativo para ambos. Y el Premio en referencia es prueba irrefutable de lo afirmado.
El señor Obama es uno de los mejores productos mercadeados para EEUU y el mundo en las dos últimas décadas. Lo transformaron en un dentífrico, en un perfume, en una computadora o un carro, según fuera el receptor al cual se dirigían. No hubo espacio donde no se le hubiera proyectado. Internet fue vital para extender al máximo las supuestas virtudes que orlaban a nuestro héroe. También sirvió para recolectarle fondos para la campaña. Fueron muchos los que compraron el producto, incluso fuera de su país.
Dijo, urbi et orbi, lo que se estaba ansioso por oír del gobierno de su nación. Habló del fin de las guerras, de las torturas y de las cárceles clandestinas; del acatamiento a las instituciones internacionales tan vejadas por su gobierno y también de trabajar por el mejoramiento y disminución de la contaminación. Si a eso le agregamos su condición de destacado universitario sumándole su color de piel, estábamos entonces frente a quien haría realidad nuestros sueños. Pero olvidamos que los sueños no siempre se alcanzan, y menos aún cuando esperamos que sean otros quienes los cristalicen.
El desprestigio de su nación a la cual le llevó el asesino, mentiroso e ignorante que pretendía suceder, le indicaba el escabroso camino que debería recorrer si triunfaba en el evento electoral, y fue ello lo que le hizo ingresar en la campaña con esos temas que le eran cruciales al mundo. Luego, ya ocupando el cargo para el cual fue elegido, ¿qué es lo que ha realizado de lo que ofreció hacer en lo que va de su gobierno, que le haga merecedor de tal galardón si es que algo ha habido? Nada, no hay nada que se destaque. Es todo lo contrario pues si llevara a cabo parte de lo que se propone, traerá más dolor y desolación al mundo.
Prosiguió con las políticas de Bush asesinando civiles, destruyendo todo aquello que le sirve para ayudarse a malvivir, a poblaciones ya suficientemente golpeadas por el subdesarrollo. Por si fuera poco, sigue amenazando a Irán sin comprender que de concretarlo en una agresión, puede estallar en pedazos el mundo; continúa además erigiendo otras bases militares ahora en Colombia indicando claramente su intención de guerra; postergó el cierre de Guantánamo que sería clausurada según nos dijo, en pocos días luego de asumir el cargo; mantiene el bloqueo contra la dignísima Isla, y no resuelve la situación de los cinco héroes antiterroristas cubanos, que sabe injustamente cautivos, y por si lo anterior fuera poco, destina más fondos para armas que por su poder no tendrían blanco sobre la tierra para lanzarlas, tal su enorme fuerza destructiva.
El peor error que podemos cometer, es el de olvidar que una cosa es él, y otra el verdadero poder que férreamente le encepa, ese que mueve y ubica sus piezas allá donde está su interés sin importarle para nada lo que él pretenda. Para consolidar aunque fuera parte de lo prometido, él tendría que levantar fortaleciendo su cerviz, erguirse sobre las miserias de su país, y romper con los que son los verdaderos dueños de esa nación. Eso sería solo el principio, el inicio de lo que le resultaría una muy larga marcha, que esa sí sería razón para enaltecerlo en grado sumo. Pero, sería mucho más, pues sería reconocido por la posteridad, como un hombre decente.
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