La agroindustria integrada en la avicultura es un sistema de ensamblaje de mayores proporciones que los conocidos en la historia de las industrias de automotores en Venezuela. Se sustentó en la gran farsa "Producir en Venezuela" para lo cual Estado benefactor colocaba ingentes cantidades de divisas para satisfacer la adquisición de la genética, las materias primas para formular alimentos, minerales incluidos los micronutrientes y vitaminas, la farmacia zootécnica, otros insumos y equipos.
En el año 2012, en un entorno complejo, el sector avícola reportó grandes avances en producción de carne de pollo y huevos por esos sistemas de alta integración. Las declaraciones del presidente de FENAVI para ese año, parecían optimistas frente a la prensa, estaban seguros que las últimas tres décadas, dos décadas de la IV y una de la V República habían sido suficientes para alcanzar un desarrollo que permitió en algunos momentos exportar o al menos hacerse los ciegos ante la salida de productos avícolas por la fronteras terrestres y hacia el Caribe, en contra de la alimentación de los venezolanos. El crecimiento de la disponibilidad de carne de aves y de huevos duró hasta el 2014, cuando inicia un declive progresivo acompañado con inestabilidad y especulación en el precio al consumidor.
El caso es que satisfacer una demanda alta de carne de pollo, cercana a 35-40 Kg/habitante/ persona/año y unos 180 huevos/ persona/año se requiere cerca del 80 % de la masa de alimentos concentrados producidos en el país en los mejores tiempos de la agroindustria de alimentos balanceados para animales (ABA). Todo esto es parte del ensamblaje en ese sistema agroindustrial. Después de la salida de Venezuela de la Comunidad Andina de Naciones, algunas importaciones desde Colombia comenzaron a realizarse desde Brasil y Argentina. En algunos momentos, los pollos beneficiados de gran peso, importados, llenaron los anaqueles refrigerados de las cadenas de suministros de alimentos públicas y privadas. Con las importaciones, muchos trastornos se causaron a la tesis de "Producir en Venezuela" o "Ensamblar en Venezuela". El asunto fue que unos años más tarde, la izquierda Latinoamericana comienza a perder control sobre los gobiernos de Estados aliados, y en ese mismo momento las líneas de crédito para importar de los otrora países aliados, se cerraron.
Ahora, la situación es dramática, no existen sistemas alternos y complementarios exitosos a la producción avícola integrada agroindustrial, fueron barridos, más por desconocimiento y falta de perseverancia en los proyectos, que por su utilidad. El programa inicialmente exitoso de avicultura familiar fue fulminado, murió trágicamente, cuando sus capacidades fueron desmanteladas, por decisiones arbitrarias y por hurtos nunca resueltos. Entristece que las 250 mil familias campesinas existentes en el país consuman huevos producidos por el ensamblaje avícola. Hubo momentos tan dramáticos, que la genética avícola de la UNESR estuvo pendiendo de un delgado hilo, cuando ignorantes en producción avícola quisieron transferir la genética a las comunidades carentes de formación para seguir avanzando en mejoramiento. Hubiese sido el ocaso para pensar nuevamente en sistemas complementarios de producción avícola. Existían otras formas de trabajar en comunidades que luego fueron probadas y resultaron exitosas.
Las expectativas al cierre del año 2019 en avicultura, después de cinco años de caída, fueron nuevamente de recuperación optimista, se lograron 12 Kg de consumo de carne de pollo /persona/año y unos 140 huevos por persona/año. En todo caso pareciera que las cifras que maneja la estructura burocrática del Estado venezolano, difieren de las suministradas por FENAVI a organismos de los Estados Unidos de América (EEUU). Ahora, existe todavía una capacidad instalada depreciándose sin producir (¿50 %?), cuyos costos de mantenimiento posiblemente estén cargados a la producción actual. Lo que parece no cambiar es la proporción relativa del costo de los alimentos en la producción avícola siempre delante del 75% de los costos totales: Nuestra burocracia, la que cree en una burguesía revolucionaria, se esmera en logar que a las integraciones ensambladoras no les falle nada para formular las raciones para aves.
Las expectativas del 2020 ya se han visto. La respuesta productiva estará ligada al precio, según sea atractivo. Un informe reciente de diferentes países Latinoamericanos sobre la avicultura y la pandemia COVID-19, no incluye a Venezuela. En tanto, todos los países, casi sin excepción, lloran en coro en materia de costos y precios. En general los precios de la docena de huevos en granja fluctúa entre 0,80(Colombia) a 1,40 dólares (Uruguay) y los precios al consumidor por docena de huevos entre 1,40 (Colombia) hasta 2,30 dólares (Uruguay). En casi todos los países se considera que la intermediación sube considerablemente el precio de huevos al consumidor. Los precios dolarizados de los huevos en Venezuela en esta última semana de abril, 2020 subieron hasta 4,80 dólares por cartón de 30 unidades. No se dispone información del precio que recibe el productor a puerta de corral.
El primer escándalo de la pandemia COVID-19 involucra a un joven proveniente de una familia vinculada a la producción masiva de aves (pollo y huevos). Este joven disfrutó los mejores placeres de la vida en nuestro mar Caribe, haciendo uso de sus instalaciones y playas, bamboleándose en un yate de nombre interesante (traducido del inglés): Mi otro juguete. Y me decían algunos colegas en son de burla, como estará de malo el negocio avícola que alcanza para esos juguetitos.
El caso es que algunos filósofos han dado en llamar "estado de peste" a los riegos del COVID-19, más que estado de emergencia, catástrofe o de calamidad o cualquier otro nombre eufemístico, asignado a lo que está sucediendo en el mundo con el coronavirus, Y si bien es cierto, desde muy temprano el gobierno venezolano agarró la gallina por pescuezo, en materia de prevención y precaución, hoy los huevos y la carne de pollo, alimentos proteicos relevantes en las preferencias de los venezolanos, se han escapado en precios al consumidor para debilitar la alimentación familiar en momentos difíciles para el país, sin que la burocracia reaccione en el contexto filosófico de un "estado de peste" donde hacer lo urgente, necesario y lo posible debe ser la clave para que la desnutrición no corra en parejo con la pandemia. Olvidé decirle que las proteínas de los huevos son las de mayor valor biológico conocidas en la naturaleza, y en consecuencia no pueden servir sólo para capitalizar y satisfacer la filosofía de mi otro juguete, sino la alimentación estratégica en tiempos de pandemia.
¿Cómo explicar que un país no informa que tiene buenas expectativas del negocio avícola? Fácil. Participan en el rompimiento de la estructura social en tiempos de pandemia, actúan contra el pingue ingreso familiar, montan sus estrategias de capitalización en desestabilización, y logran sus propósitos en esas ruedas de concertación de precios, en las que muy pocos creen. Para esos precios acordados no existe un "no" por parte del sector avícola, lo más probable es que luego reaccionen, los huevos desaparecerán mágicamente, habrá escasez y entraremos en un nuevo ciclo perverso especulativo.
Es el momento de reconsiderar la producción de huevos de unidades familiares de patio, de pequeña y de mediana escala. Hay que seguir insistiendo en periodos más largos de producción (90 semanas) para evitar el costo de reposición de pollonas, eso demanda otra genética que pueda producir unos 500 huevos por ciclo de 90 semanas. Hay que ser más productivos en materia de producción vegetal y posiblemente en estos tiempos de pandemia garantizar contratos de suplencia de soya o harina de soya. Pero, nunca olvidar la máxima de esos viejos pensadores de la avicultura, que ya se fueron al cielo infinito, sobre el uso de recursos tropicales alimenticios diversos, para formular raciones para aves en otros arreglos de sistemas productivos.
Las virtudes de las proteínas de las aves son la mejor carta para defender un consumo adecuado a la buena alimentación y nutrición, lo que no es cierto es que los grandes capitalistas de la avicultura son unas palomitas de la Virgen de Fátima. Muchos intermediadores, aliados de estos, merecen medidas sancionatorias por acaparamiento y daños a la calidad de los huevos. Son "tiempos de peste" para muchos filósofos. Si lo vemos así, puede resultar más sencillo lograr soluciones que no solamente llenen los bolsillos de los poderosos sino que eviten y sacien el hambre.
¡In ovo est vita!