Tener que explicar un argumento político apalancado de un cuento o vivencia personal es sinceramente fastidioso, soy consciente, por lo tanto, aprovecharé el necesario cuento que debo echar para poder expresar lo que necesito sobre un tema que está develando una realidad solapada para muchos hasta ahora, nuestros hábitos de consumo siguen siendo los mismos de hace 5,10 y 15 años atrás.
Es inútil hablar de una crisis sin dejar en claro como y porque se produce, y de que maneras realmente podemos superarla, además de especificar que debemos no solo comenzar a producir sino que debemos modificar esos mismos patrones.
Cuando comenzó el diagnóstico de Rafael (mi hijo menor, 2 años y medio) me sentí perdida, como de seguro le pasa a todas las familias que deben reajustar su dinámica alimenticia familiar en función de reaprender nuevas formas de ser y de alimentarse, bien sea por una restricción médica (como nuestro caso) o por simple subsistencia en una economía de crisis.
En un principio me llené de información y recetas de cocina alternativa según mi necesidad, luego con la dinámica diaria me fui dando cuenta que era necesaria una "ayuda", pensaba que tenían que existir en el mercado productos para satisfacer las necesidades de las personas que como mi hijo tenían regímenes especiales de alimentación por intolerancias, alergias, o necesidades especiales, por suerte no me equivoque, entonces conocí el mundo según el "gluten free", el "sugar free" y un sin fin de libertades más, líneas y líneas de producción nacional, marcas de micro y macro empresas, comida procesada y artículos necesarios para preparaciones especifica, debo confesar que me asombré, no sabía que existía esa diversidad de productos, empresas que continuarían su producción porque entre otras cosas, al ser libres de gluten no era necesario el tan aclamado trigo para continuar en el mercado.
En seis meses comencé a ver como pasábamos de largas colas en las panaderías, a ver panaderías sin pan, convertidas en mini abastos porque "no hay harina", en otras el letrero de aviso era un poco más extenso, "No hay pan porque no hay harina" en otros lugares era todavía más especifico el asunto, "No hay pan porque no hay harina, pero tenemos patria", no podía faltar el argumento político, recordé que efectivamente la soberanía alimentaria es un asunto político, yo no entendía como el otro mundo que recién conocía no se paraba viviendo en la misma patria, algo en mí me decía que esta era suficiente evidencia, había formas alternas de hacer las cosas, mi propia experiencia de vida era el mejor testimonio, Rafa (como llamamos al bebé por cariño) no dejaba de disfrutar de panes, galletas y postres, aun bajo una economía de crisis como la que debemos sortear actualmente.
Conocí en estos últimos 6 meses al menos 10 marcas nacionales productoras de estas alternativas gastronómicas, después escuché el proyecto de financiamiento de las panaderías artesanales para garantizar el pan en la mesa del venezolano, y comprendí que el estado hace un esfuerzo para que los efectos de la crisis no sigan ganando espacio y sigan atormentando la psiquis, el estómago y el bolsillo del venezolano, pero no dejaba de resonarme en la mente lo que yo había "descubierto" (el agua tibia) esa forma diferente pero sustentable y sin trigo de continuar llevando ese mismo pan a la mesa de la familia venezolana, sin convertir la solución en un círculo vicioso.
Si yo tuviese la decisión en mis manos, aprovecharía (en el mejor sentido de la palabra) este momento de crisis de trigo para impulsar a estos ya existentes productores venezolanos, con líneas de producción que garanticen ir poco a poco sustituyendo nuestra dependencia del trigo y otros rubros para "alimentarnos", después de todo, es producción nacional, con productos nacionales, empresas que ya tienen adelantada y resuelta la ecuación, producción - distribución - comercialización, y que tienen sus productos en grandes cadenas de farmacias y mercados a nivel nacional, lo que nos habla del alcance de su nivel de producción sin contar con la inyección del capital del estado.
Quizás además de mi planteamiento también asumiría el propuesto por el ejecutivo nacional, entendiendo que el cambio de los patrones de consumo de manera abrupta puede resultar traumático e inconveniente, eso sí, no dejaría de lado mi parte del plan, y pasaría de importar no sé cuantas toneladas de trigo a reducir la importación e impulsar el aparato productivo nacional, todo pensando en un solo rubro, pero con miras a replicar la experiencia en algunos otros, haría una revuelta mediática que explicara el porqué en países del "primer mundo" es natural el consumo masivo de estos productos que para algunos serian nuevas alternativas, inundaría el mercado audiovisual con testimonios expertos, científicos y demás, pondría a disposición recetarios y talleres para fortalecer la nueva oferta alimenticia.
Nuestra independencia dependerá de la forma que tengamos de hacer frente a la crisis, nuestros hábitos y patrones de consumo son un pilar fundamental para salir a flote en esta pelea, con pan, de yuca, de papa, de maíz o de trigo venceremos.