La navidad tiene una significación muy importante para el pueblo. Ella abarca unión, reencuentro, festejo, alegría o sueños compartidos de familias y amigos, pero esta navidad reciente de 2017 a mi parecer, fue una de las más tristes que he visto en esta noble tierra, una navidad donde la música se apagó en muchos rincones, incluso, donde los ambientes de alegría habían sido permanentes pues para la mayoría de los venezolanos no hubo cena navideña más allá de los privilegiados o vulnerables protegidos que quizás refuten esto que escribo como parte de esa voz de excluidos.
Estamos como el cuento de los tres cochinitos y el lobo feroz, vivimos un realidad de país donde el más fuerte trata de comerse a los más débiles que, hambrientos y desnutridos, se hacen presa fácil para ser devorados. Lo que sería el gran regalo prometido de un pernil a bajo costo para el pueblo, se hizo lágrimas de lluvias y esa fue la música que marcó el fin de año de la llamada nochebuena (yo diría noche mala) con ropa vieja y juguete usado. Al llegar las doce de la noche y el 2018, justo en ese momento, comenzó la premonición anunciada en lluvia de agua y lluvia de balas (el verdadero cañonazo que se escucha en algunos sectores populares) como escenarios de las metáforas que se escriben día a día en Venezuela.
Hay quienes critican al pueblo por protestar "el pernil prometido" y no cumplido, pero hay que ser bien simplistas o egoístas para no ver la verdadera realidad. La protesta del pueblo no se hace realmente por un pernil de cerdo pues no es la forma sino el fondo, la protesta del pueblo es por hambre ante el abandono, la desidia y por un todo porque el pernil que protesta el pueblo no es de cerdo sino ese pernil de anarquía generalizada que lo arropa día a día. Es un pernil de injusticia y malandraje con sometimiento cotidiano y los que no han vivido esta realidad de navidad con sardina diaria, tildan de malagradecido al pueblo que alza su voz.
La naturaleza de la política es cochina, muchos marranos viven de ella como negocio a propósito del pernil de cerdo como dicen por allí: "en el negocio todo es cochino y en el cochino todo es negocio". El pueblo pide más acción y en su resistencia está claro de quién es quién en esta situación donde los argumentos diarios como excusas quedan barridos por la realidad de las calles. Al parecer, la era virtual atrapó a muchos que olvidaron la piel de pueblo y el olor de calle. Quien quiera conocer la realidad de Venezuela puede ir a un terminal de pasajeros en horas picos, quizás a cualquier supermercado con alguna mercancía regulada en venta o simplemente al mirar los rostros de tristezas que caminan día a día para sobrevivir.
En vez de pernil, abundan moscas, chiripas o ratones y como en nuestro país está de moda apostar a los animalitos ya hemos cantado amaneceres cuales gallos y quizás ladraremos cuales perros, pero ir más allá será peligroso ya que según los chinos, el año 2017 fue del gallo y entramos en 2018 al año del perro para colocarnos en el umbral del cerdo que será en el 2019. No hay tiempo para un año del cerdo sin dejar de actuar inmediato en el del perro, por eso, el pernil que espera el pueblo no es de cerdo ni dádivas sino de un pernil de acción y corrección donde el oro venezolano respalde al pueblo en su dignidad y calidad de vida.
Si el mensaje no lo entienden a tiempo quienes deben interpretar esta batalla asimétrica que aguanta el pueblo, entonces la inflación seguirá galopando en una escalada peligrosa con el hambre pululando todo espacio venezolano de gente que camina con zapatos rotos y pantalones remandados en una moda de pobreza cargada de arrechera acumulada y con ganas de volver chicharrón a los cerdos responsables, si llega ese día, el pueblo les gritará su pernil a lo "Porky Pig": ¡esto es todo amigos!