Con Ley de Educación Universitaria o sin ella, hay que abrir las universidades al pueblo con los instrumentos legales que tenemos

Hace apenas unos días me encontraba con el escritor Juan Veroes en los espacios de la Misión Ribas, allá en Mucumbarila, en la ciudad de Mérida. Como siempre -desde que lo conozco- estaba Juan trabajando en este menester eterno de hacer Revolución. Se preguntaba Juan ¿Qué había pasado con la Universidad y los revolucionarios en Mérida? Hoy no me sorprendió que escribiera un angustiado artículo al respecto.

Recuerda –no sin frustración- Juan a la ULA, sus estudiantes y sus profesores, aquellos que conoció hace unos 25 años. Unos estudiantes –en su mayoría porque las universidades siempre han sido espacios de la clase media- siempre prestos a librar las batallas por la justicia y las reivindicaciones más sentidas de ellos mismos y del pueblo. Claro está añoraba Juan aquella universidad y aquellos estudiantes mirando el miserable espectáculo que ofrece esta caterva de descerebrados que en su mayoría hoy pueblan la ULA. Nosotros, desde Caracas y nuestra UCV y sus estudiantes podemos decir exactamente lo mismo que Juan: ¿Dónde está la Casa que Vencía las Sombras?

Bien, si el cáncer se cura atacándolo a tiempo esta pandemia también. Lo primero es sin duda reconocer y examinar con precisión la naturaleza y origen de la enfermedad. Si no lo hacemos correctamente en vano nos daremos leyes de educación universitaria. Pasará con ella exactamente lo que ha pasado con leyes como la de Telecomunicaciones o la Ley de Responsabilidad Social en Radio y Televisión: unos perfectos jarrones chinos causantes de mayor frustración que si no existieran si cabe.

El diagnóstico no requiere mayor análisis, lo conocemos y lo sufrimos todos. Tenemos unas universidades autónomas secuestradas por la ideología capitalista neoliberal. Funcionando armónicamente al servicio del sistema. Absorbiendo del erario público inmensas cantidades de recursos destinados a formarle al sistema capitalista y global el recurso humano que necesita para convertirlo en su componente profesional, amén de esa fuerza de choque enloquecida y embobecida con la cual enfrenta la lucha por igualdad, justicia y reivindicaciones obreras y campesinas. En estas universidades alinean el conocimiento a la solución de sus problemas y activan el segmento más radicalmente contrarrevolucionario y conservador de la población. Universidades para las cuales la autonomía se ha traducido en hacer vida de espaldas a las necesidades del pueblo que las sustenta. Formación, Investigación y Extensión mirando hacia el capitalismo global y sus necesidades pero divorciados de las urgencias del Estado Nacional y sus planes de desarrollo. Sin embargo de poco nos sirve el diagnóstico.

Lo que importa –para poder revertirlo- es reconocer el proceso por el cual “aquellas universidades combativas devinieron en estas” Veamos: Justo comenzando la década de los ochenta el capitalismo parió la locura del neoliberalismo. Un proceso según el cual “el Estado no es parte de la solución sino el problema” (palabras de Ronald Reagan en su toma de posesión presidencial). Se soltaron los diablos. Todos los tanques de pensamiento del sistema se pusieron a colocar en la “mano invisible del mercado” la solución de los problemas de la humanidad. Sobraban los estados nacionales, los sistemas públicos de salud, de educación, la seguridad social… todo le andaba estorbando al “Dios Mercado”

En Venezuela el sistema educativo en los niveles de primaria y media fue atacado con saña. Por años, a lo largo de las décadas de los ochenta y noventa, el sistema de primaria y media cayó en barrena. Con el concurso –consciente o no- del liderazgo sindical del magisterio no hubo año en el cual se cumplieran más de cien días de clases de los 180 establecidos. Huelgas, paros, descuido criminal del sistema, fue empujando con sacrificio a las familias a la educación privada –no mejor que la pública pero al menos no perdían el año los muchachos-, las mayorías más pobres debieron quedarse en los planteles públicos al precio de ser víctimas de la segunda parte de la estrategia, la parte más cruel e inhumana, la parte que hizo afirmar a Arturo Uslar Pietri (miren que Uslar no era hombre de izquierda) “El sistema educativo venezolano es el más sádico del mundo”

El CNU crea –bajo la propaganda de una conquista democrática- la Prueba de Aptitud Académica. “Una misma prueba, a la misma hora, en todo el país, para todos por igual” Esa era la “maravillosa” consigna. Es decir, la misma prueba de Habilidad Verbal y Resolución Numérica para el muchacho pobre, mal comido, al que no se le dieron materias como Física o Química “por necesidad del curso”, con apenas 100 días de mala escolaridad, que para el muchacho del colegio privado, con mejores promedios (porque el billete manda y el profesor exigente e intraficable en el liceo público era una “ponchera” en el privado), bien comido, con un entorno más culto, con todos sus días de clases cumplidos, todas sus materias vistas, etc., etc. ¿Qué podía pasar? Lo que pasó. Que en menos de veinte años -constantes y sin alivios- los estudiantes de los colegios privados se apoderaban de los cupos y los pobres se quedaban fuera, hasta formar una inmensa legión de estudiantes sin cupo, condenada a “buscar hacer lo que se pueda”, sin un oficio práctico, con un miserable papelito en las manos que no servía para abrirle las puertas de la Universidad sino para engrosar la llamada “Población Flotante”.

Rectores como Giusseppe Giannetto o Benjamìn Sharifker (UCV y USB) pontificaban contundentemente “la Universidad es para los mejores, los más preparados, no es culpa nuestra que los pobres se queden fuera”, esto decía Sharifker, o “¿y para que dejarlos entrar si luego tendremos que botarlos porque no están preparados? Decía la joyita de Giannetto.

En 20 años le cambiaron la sangre a las Universidades, le sacaron el pueblo y las llenaron de clases medias. Bien. Ese “trabajo” de 20 años no se revierte en un año ni lo anula una Ley. No se resolverá sólo con la LEU como por arte de magia. Se requerirá firmeza, paciencia y sentido de la justicia y las proporciones. Sin necesidad de la vetada LEU se ha debido y podido comenzar el proceso de transformación y no lo hemos hecho. Hay que mejorar la educación media e incorporar objetivos imprescindibles para acceder primero y permanecer con éxito después en el nivel universitario. En 1982 un grupo de docentes hizo un trabajo que demostró con pruebas que hay materias y objetivos que no se daban (no se dan) en educación media y que son requeridos para enfrentar la formación universitaria con éxito. ¡Esto hay que hacerlo ya! Pero no es suficiente en modo alguno. La Constitución Bolivariana y la novedosa y estupenda Ley Orgánica de Educación exigen y ordenan que sea el Estado (Art. 102 de la CRBV) quien decida quienes y como se accede a la Universidad. Para vergüenza nuestra aún en el año 2009, la UCV –por ejemplo- practicó las pruebas internas de admisión (una estafa) y se reservó cupos para los bienaventurados hijos de profesores, lo cual convierte a los que no lo son en venezolanos de segunda. ¿Lo volverán a hacer este año?, eso no depende de la aprobación de la LEU sino de un don imprescindible para gobernar: ¡Autoridad!

No queremos convertir este artículo en algo más pesado de lo que ya es, pero aquí tenemos un punto de partida que no requiere espera sino decisión y firmeza.

PATRIA SOCIALISTA O MUERTE

¡VENCEREMOS!


martinguedez@gmail.com



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Martín Guédez


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