Recuerdo a la “Constituyente Económica” como una de las primeras iniciativas del “chavismo”, ya gobierno. Se trataba de reunir a la empresa privada con el sector oficial para diseñar proyectos que pudieran dar nacimiento a algunos desarrollos. Me tocó asistir a las reuniones del “Capítulo Metropolitano” de esa constituyente; lo coordinaban el para entonces presidente de la “Cámara de la Construcción” –hombre serio cuyo nombre no recuerdo- por el sector privado, y Trino Alcídes Díaz por el sector oficial. Yo asistí como parte de estos últimos.
Mucho se
conversó sobre distintas posibilidades en aquellas reuniones semanales.
Se consultó a profesionales, a técnicos, a expertos; en ambiente cordial
y ocasionalmente entusiasta a pesar de las deferencias ideológicas,
Trino y su par privado hicieron buen
trabajo.
Concluidas
las jornadas de la “Constituyente”, cada capítulo escogió
los proyectos que consideró más relevantes para presentarlos a la
instancia de Gobierno que los examinaría.
Fue gran gozo para mí que se escogiese uno que había concebido y titulado:
“Creación de Escuelas de Artes Obreras”, con la idea de
“llevar los centros de instrucción al barrio y al poblado, y no
el barrio o el poblado a los centros de instrucción”. Privilegiaba
por supuesto la capacitación en materias tales como plomería,
carpintería, electricidad, mecánica, albañilería. Contemplaba dar
formación a jóvenes y adultos cuyo interés o potencial no estuviesen
orientados a disciplinas de carácter
científico o intelectual; también de dignificar esas profesiones
–que son realmente Artes- y ponerlas al servicio de la misma comunidad
donde habitaban los cursantes. Con capacitación, dirección y materiales
adquiridos o financiados a bajo costo -pensaba yo- las barriadas
y poblados florecerían por esfuerzo de su propia gente.
Y el epílogo:
a alguien en alguna parte se le ocurrió
la idea de hacer examinar esos proyectos por la PDVSA pre-golpista.
Un día se nos convocó para ir a
PDVSA y recogerlos. ¡Fresca tengo aún la imagen!: en una oficina desocupada,
regados por el piso y ni siquiera apilados en montones,
yacían intocados los “mejores” proyectos de la
“Constituyente Económica”.
Bueno, ofrezco una nueva versión de ese trabajo ahora convertido en propuesta para la creación de una “Universidad de Artes Obreras”. Personalmente lo ofrezco en condición gratuita y voluntaria. Conozco al grupo de profesores que pudieran desarrollar junto conmigo los diseños curriculares y los modelos de instrucción. Una sola condición: esquilmado por tanta indiferencia y “viveza”, sólo lo presentaría ante dos personas: o al Presidente de la República “en vivo y directo” –y me importa un bledo que se considere desmedida mi pretensión- o a mi antiguo Coordinador ahora Embajador en México. Si es la revolución sueño vigente, entonces repito mi contribución onírica. Veamos en qué oficina cae esta vez.
08 de Febrero de 2011