En anteriores ocasiones hemos reflexionado en torno al tema de la transformación universitaria ([1]), asumiéndolo desde nuestra visión conceptual y perspectiva teórica respecto a la necesidad de superar un modelo enquistado en nuestras instituciones que, cual trampa cazabobos, ha desarrollado y camuflado sus propias estructuras, dispositivos y terminologías para contrarrestar cualquier intento de cambio, garantizándose su permanencia por los siglos de los siglos.
De esta suerte escuchamos con frecuencia a quienes discursean arengando a favor de la transformación universitaria pero abogando por mantener privilegios heredados de las estructuras medievales; o quienes inspirados en una especie de maniqueísmo científico inhabilitan la acción o la reducen al asistencialismo social, acudiendo al “extensionismo” que le lleva conocimientos y cultura a las comunidades; y quienes sobrevaloran el “hacer” despreciando el “pensar” bajo la argucia de que ya todo está inventado, descalifican inmisericordemente la producción intelectual endógena, en culto exacerbado al pragmatismo que nos hace dependientes de teorías exógenas para abordar problemas locales, alejándonos de la anhelada fusión teoría-práctica como herramienta de soberanía.
Una vez más se pone de manifiesto el tradicional gatopardismo de “cambiar para que todo siga igual”, lo que evidentemente se aprecia en el ritornelo de un discurso-acción absolutamente divorciados entre sí, praxis frecuente de quienes esperan la transformación por decreto o mandato ministerial, olvidando (o desconociendo deliberadamente), que se trata de un proceso a ser construido entre todas y todos, ante el cual debemos abandonar posturas criticonas y abordar el análisis crítico, que no es lo mismo ni se escribe igual.
A riesgo de parecer reduccionistas creemos que la Universidad (como el resto de instituciones), tiene una misión o encargo propio que constituye su razón de ser en, con y para la Sociedad. Es necesario honrar nuestro encargo social, adecuándolo al nuevo contexto del siglo XXI, pero sin caer en los extremos de invadir el campo de acción correspondiente a las alcaldías, los consejos comunales o las empresas productivas, pues eso nos conduciría al abandono de nuestro propio accionar, obligándonos a recurrir a otras instancias para que generen conocimiento y formen al talento humano que nos corresponde por mandato social y legal.
Una cosa es generar conocimiento científico-tecnológico y orientar los procesos formativos sustentados en las necesidades/problemas de las comunidades detectadas a través de una sólida vinculación social, y otra muy diferente es descuidar nuestro rol para dedicarnos a solventarlos directamente.
Consideramos obligatorio transformar integralmente a la universidad en lo filosófico-ontológico, epistemológico y pedagógico, cambiar su desempeño actual y reorientarlo al fortalecimiento de la Sociedad desde la trinchera de acción que ella misma nos está reasignando en el nuevo marco legal, las nuevas formas organizativas y los nuevos retos del desarrollo basado en el conocimiento.
Como una aproximación al respecto, proponemos para discutir:
En lo filosófico-ontológico: realizar un profundo debate orientado a repensar el papel de la universidad, comprender que el mundo global está en una “transición” desde lo conocido hacia lo que debe crearse, desarrollarse y consolidarse. Es inviable abordar los avances científico-tecnológicos actuales y futuros con las visiones y expectativas del pasado. “La razón de ser” de la universidad del siglo XXI no puede ni debe ser la misma del siglo XII pues las circunstancias y problemas a enfrentar son absolutamente distintos. Los intereses y necesidades concretas han cambiado en el mundo real, mientras los universitarios seguimos enclaustrados y hasta sin darnos cuenta que estamos reproduciendo un modelo caduco, casi inservible para desempeñarnos en la nueva sociedad.
En lo epistemológico: atendiendo al nuevo rol de la universidad es indispensable asumir nuevos marcos referenciales y teorías del conocimiento, contextualizadas con las circunstancias históricas, políticas, económicas, psicológicas y sociológicas, entre otras, que conduzcan a la obtención, justificación-validación del conocimiento; que permitan definir criterios y categorías de análisis acordes con la creación-desarrollo de métodos y procedimientos que respondan a los nuevos problemas bajo estudio, pues tal como lo señala un antiguo proverbio oriental: “es absurdo continuar haciendo siempre lo mismo y esperar resultados diferentes…”. En modo alguno estamos descalificando el acervo cognitivo existente, no obstante la multidimensional complejidad de nuestra realidad actual amerita ser abordada bajo una episteme igualmente multidimensional. Es una gran irresponsabilidad intentar generar conocimiento, sin estudiar al conocimiento en sí mismo, su pertinencia y aportes a la sociedad.
En lo pedagógico: por ser la formación una de las dimensiones integrales del ámbito universitario, reiteramos la urgencia de reflexionar-accionar en torno a los objetivos, métodos, procesos y medios que permitan adecuar tal dimensión a la época histórica, a la estructura socio-político-económica en el ámbito local, nacional e internacional. Asumiendo la transición global en que estamos inmersos, resulta cuestionable el uso de enfoques pedagógicos reduccionistas del saber y castradores de la creatividad. Limitar a los estudiantes de hoy en los preceptos del ayer, es reproducir el modelo a transformar. No se trata de libertinaje pedagógico, sino de orientar la imaginación estudiantil para participar responsablemente en la cimentación de la sociedad, fomentando su co-responsabilidad como constructor del conocimiento requerido para su desarrollo personal, su comunidad y el país, sin atarlo al limitado conocimiento del docente, pues como lo señaló Albert Einstein (1879-1955): “El conocimiento es limitado, la imaginación da la vuelta al mundo…”
(*) Economista Agrícola.
Profesor de la UPT “Argelia Laya”
“Toda persona tiene derecho a expresar libremente sus pensamientos, sus ideas u opiniones de viva voz, por escrito o mediante cualquier otra forma de expresión, y de hacer uso para ello de cualquier medio de comunicación y difusión, sin que pueda establecerse censura. Quien haga uso de este derecho asume plena responsabilidad por todo lo expresado…”.
(Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, Artículo 57.)
[1]() http://www.aporrea.org/educacion/a122757.html (04/05/11)
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