Así como las piñatas vienen siendo “asesinadas” por ese apaleamiento del que sus autores materiales son los niños, y sus padres los intelectuales, asimismo ahora esos “intelectuales” han permitido la comercialización plena de la fiesta infantil.
Por ahora, los niños están perdiendo el encanto de diseñar, improvisar y coprotagonizar la materialización de sus propias ideas con sus imaginarias ocurrencias, sus risas y alegrías, descubrimientos, destrucciones y reconstrucciones de carritos, de aparaticos que siempre han tentado la curiosidad de niños, adolescentes y posadolescentes. A estos últimos se les llama “investigadores”, y a los niños, tremendos o desbaratadores de cuanto juguete caiga en sus manitas.
Muchos niños “escuálidos”[1] y los no tan escuálidos ahora tienen que sufrir el castigo y la tortura de un payaso tan extraño que ni siquiera hace vida común en la vecindad del festejado, del homenajeado o del cumpleañerito de la ocasión.
Resulta lastimoso observar a niños sentados en el suelo en formación circular, embobalicados con las piruetas y manipulaciones histriónicas de esta flamante variante mercantil. Y eso podría ocurrir mientras sus padres y amigos conversan y festejan de lo lindo, y hasta fuman e ingieren licor delante de niñas y niños.
Esta cuestionable práctica comercial está siendo amparada, tolerada y viabilizada por colegios privados, desde donde parte la no menos cuestionable costumbre que vienen adoptando los padres de niños educados en dichos centros de estudios y guarderías preescolariegas, consistente en la práctica de semejante tipo de fiestas infantiles comerciales.
[1] Expresión cuya popularización e inscripción en el argot popular venezolano pertenece, al afamado y amado ex Tripresidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Rafael Chávez Frías, recientemente fallecido. Desde acá le sugerimos a nuestro Correspondiente de la Real Academia Española que les haga llegar esta novísima acepción a las autoridades correspondientes.
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