“El reto es tener la mejor educación del mundo, gratuita y de calidad” (Hugo Chávez).
Esta orientación estratégica se convierte en el desafío de la sociedad venezolana en el proceso de construcción del socialismo bolivariano. Un balance de lo que se ha hecho hasta ahora parece indicar que la transformación universitaria y la calidad de la educación constituyen objetivos de alto grado de complejidad y dificultad para lograrlos, pero también revelan que los procesos que se han adelantado en tal dirección han sido intermitentes y a veces frustrantes por la falta de voluntad política de parte de quienes les corresponde tomar decisiones fundamentales para profundizar el quiebre con el modelo educativo tradicional.
El Comandante Chávez nos dejó un nuevo marco constitucional y legal, así como planes de inclusión y masificación para mitigar la deuda social en educación como son la Misiones. También dejó bien claro el camino y el horizonte hacia dónde marchar: educación gratuita y de calidad. Es por ello que avanzar en esta materia es directamente proporcional con el avance de la revolución bolivariana.
La calidad de la educación implica todos los niveles del sistema y está reñida con cualquier intento de vulnerar los principios, conceptos y criterios referidos a la democracia, la participación, la paz, la ciudadanía, la ciencia, la tecnología, la innovación, la contextualización del conocimiento, la flexibilidad curricular, el diálogo de saberes, el respeto a la vida y a la naturaleza. Así mismo, la calidad de la educación es intrínseca a la eficiencia y a la honestidad administrativa; no es compatible con la falta de planificación y el espontaneismo y es potenciada por la voluntad, la responsabilidad, la cooperación, la solidaridad, el estudio y el trabajo. La educación como proceso no será de calidad, en tanto quienes somos actores fundamentales del mismo nos empeñemos en tener una educación clientelar y divorciada de los grandes proyectos de la patria.
Siendo la universidad un nivel educativo en el cual la calidad también es una necesidad, es urgente entonces reconocer que esta institución necesita un cambio profundo y estructural, no coyuntural sino permanente, en correspondencia con las transformaciones que se adelantan en el país y en el mundo. La universidad que queremos y necesitamos tiene que situarse a la vanguardia de la dinámica social y ayudar a construir el Estado de derecho y de justicia, asumir los proyectos nacionales como suyos para satisfacer los retos del país en materia de seguridad alimentaria, infraestructura, energía, salud pública, vialidad, telecomunicaciones y demás actividades que conviertan a Venezuela en un país potencia.
La transformación universitaria y la calidad de la educación son dos caras de la misma moneda. Es obvio que el gobierno nacional tiene un rol fundamental en el impulso de ambos procesos. La aplicación de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y la Ley Orgánica de Educación son las herramientas a utilizar, aunado con la incorporación de las comunidades educativas a los proyectos nacionales de desarrollo. Por supuesto que se avivarán las contradicciones y se mostrarán las resistencias al cambio, pero como dijera el siempre recordado Profesor Rigoberto Lanz: “se trata entonces de jugar a fondo en la combinación de todos estos factores. Con mucho realismo, sí….pero con un toque de audacia.”