Simón Rodríguez y Andrés Bello o Socialismo vs Capitalismo, comentarios

Andrés de Jesús María y José Bello López, autodespatriado[1], connotado personaje caraqueño, también conoció de cerquita al gigante Miranda, a los Bolívar, en particular a Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Ponte Palacios y Blanco de quien la mediática librera derecha afirma que fue su “maestro” durante un brevísimo tiempo, y en consecuente cambio silencia a su verdadero preceptor y verdadero guía durante mucho más tiempo: Simón Rodríguez, así, a secas. Bello y Bolívar casi que jugaron a las “canicas” juntos, se llevaban entre sí poco menos 1, 5 de años.

“Gramatólogo, filólogo, literato, poeta, etimólogo, ensayista, educador, político, jurista venezolano” y etceterólogo, además de todos los adjetivos eufemísticos que puedan exaltar a ese consumado servidor de la clase real, de la clase explotadora de marras, de la mantuanidad empedernidamente esclavista-a juzgar por sus saturantes apellidos paternos y maternos que sólo los oligarcas y blancos criollos podían exhibir. Recordemos que a los esclavos de esas familias caraqueñas, además de no atribuírseles “familia” carecían de nombres en el sentido romano de la palabra: sólo tenían motes que apenas eran pseudónimos como voces identificatorias cual objeto o animal cualquiera[2].

Persona de confianza para la realeza caraqueña, esa que prefirió huir a escondidas[3] hacia el Sur cuando la patria naciente más lo necesitaba, que no compartió el Proyecto de Bolívar, y que allí en Chile entregó toda su capacidad creadora y científica y filosófica, al país que desde entonces y hasta ahora ha servido más los intereses extranacionales que nacionales[4].

No en balde-como ya lo hemos señalado-y curiosamente los retratos de Andrés B. son los que han venido adornando con mucha arrogancia los paraninfos de “nuestras” universidades burguesas, mientras se ha velado el retrato del principal maestro del niño y adulto Simón Bolívar, hasta que el Presidente Hugo R. Chávez F. mandó a parar esa tendenciosa versión de la Historia Patria y de sus verdaderos y falsos héroes.

Como debe saberse y divulgarse, Bello elabora una Gramática española con la contribuyó ampliamente a la función de marginar las lenguas aborígenes, uniformar el medio más eficaz de dominación como es la legua que aprendamos desde los vientres maternos. Igual hicieron los asesinos romanos, aunque su ignara soldadesca terminó prostituyendo todo el lirismo del latín, una lengua oficialista tiesa[5] por demás y reservada para informes científicos hasta la llegada del Dante Alighieri[6], con su Divina Comedia.


[1] Véase nota 4 de estas elucubraciones.

[2] En la obra literaria “Raíces” (Alexander Murray Palmer Haley) se lee que los esclavistas podían “montarles cachos” a sus amadas esposas, casi delante de estas, sin que ellas se inmutaran; así de convencidas y convencidos estarían de que no iban a acostarse con una persona.

[3] Supo esconderse en las gélidas tierras del Sur americano, tierra de pingüinos. Sabía que los caballos de las tropas bolivarianas perecerían por su desclimatización.

[4] Conste que sentimos con pesar hacer estos comentarios acerca de quien hasta ahora sólo ha recibido honores, por ejemplo, del joven Rafael Caldera, quien antes de asumir semejante tarea nacional, ganó muchos méritos que fueron acreditándolo para candidatearse para la Presidencia de la república burguesa venezolana, lo hizo con un trabajo literario sobre la “insigne” figura de Andrés Bello, pero supo silenciar el nombre de Simón Rodríguez: había aprendido a evitar imprudencias políticas que podrían empañarle sus aspiraciones como agente de extrema confianza de la derecha nacional e internacional. En la nota 16 de esa obra, “Andrés Bello”, según edición del Institutito de Cultura y Bellas Artes, 106, Caracas, Caldera alude la “supuesta” traición de Bello, y así contribuye a su limpieza curricular.

[5] Tiesa por su carácter de lengua desinencial y no prepositiva que es más elástica en su manejo tanto oral como escrito.

[6] La Divina Comedia, así tengo entendido, fue la primera obra literaria escrita en italiano. Y parcialmente macarrónico, con cuya obra se rompió así el protocolo romano de viejos tiempos imperialistas.


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Manuel C. Martínez


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