La repetición del año escolar por parte de los niños y adolescentes, sigue siendo un tema tabú para la mayoría de los venezolanos.
Con la vergüenza, el enojo, y la depresión que sufren los padres e hijos, se dificulta enormemente la reflexión sobre un problema que trasciende lo académico, y se inmiscuye en la realidad social que perturba la paz de nuestra Venezuela.
Burro, bruto y tapado, son algunos de los coloquialismos venezolanos que reciben los chamos, que no pudieron avanzar de grado en sus centros educativos.
Burra, bruta y tapada, son algunos de los coloquialismos venezolanos que reciben las chamas, que no pudieron avanzar de grado en sus centros educativos.
Ni copiándose en los talleres de reparación, ni copiándose en las tareas dirigidas, y ni copiándose con la plata por debajo de la mesa, los muchachos se pudieron salvar de repetir el traumático año escolar.
La culpa se reparte gratuitamente entre los alumnos, entre los padres, entre los maestros, entre los directores del plantel, y entre los gobiernos de turno.
Aunque el problema de la repetición del año escolar, siempre ha estado presente en las aulas de clases públicas y privadas, no hay duda que la grave crisis económica que sufre Venezuela, afianzada por la escasez de alimentos, por los altos índices de desempleo, y por la inflacionaria división política, ha acrecentado negativamente el número de jóvenes venezolanos, que por rebeldía y ausentismo se quedarán sentados en el mismo pupitre de la misma ignorancia.
Las rabietas, las lágrimas y los reclamos, que llegan a los hogares venezolanos con las rojizas boletas raspadas en sangre, desencadenan una terrible violencia intrafamiliar que castiga a gran parte de la sociedad venezolana, y que lamentablemente es maquillada con las cicatrices de los correazos, hematomas, gritos y groserías.
Sin embargo, creemos que los niños y adolescentes que repiten el año escolar en las escuelas de Venezuela, están sujetos a la vagabundería de un sistema educativo venezolano, que secuestra la libertad del aprendizaje para complacer a la izquierda socialista y a la derecha capitalista, sin comprender el daño intelectual causado por la ideologización del conocimiento.
En ese sentido, vemos que el déficit de lectura que perjudica a la juventud venezolana, compromete el futuro cognitivo de los próximos adultos delincuentes.
Leer siempre fue aburrido para los venezolanos, pero ahora leer es la cremación del silbón llanero, y por desgracia, los muchachos ya comprobaron que la montaña de enseñanza de los libros de Literatura, Matemática, Historia, Geografía y Biología, termina siendo la montaña de basura que se encuentra en la misma calle de su colegio.
Nosotros sabemos que leer eleva las alas de la sabiduría, pero ellos piensan que la sabiduría se encuentra en el más cochino reguetón, en un costoso teléfono inteligente, en una consola de videojuegos, en un partido televisado de fútbol, en un peinado lleno de gelatina, y en una embarazosa erección con saliva de nueve meses.
Las redes sociales han sido veneno de ratas para la juventud venezolana. Una famosa cueva de analfabetismo abierta las 24 horas del día, y cuya adicción mediática malogra la sanidad del pueblo.
El tiempo de ocio ya no se reserva para la tarde del domingo, pues ahora se disfruta en los liceos durante los siete días de la semana.
Nos sorprende ver tantos videos subidos por los jóvenes venezolanos a Facebook y Youtube, donde los estudiantes de bachillerato manosean el cuerpo de las muchachas, y ellas sonríen y permiten abiertamente la divertida osadía sexual.
Ellas no quieren se las típicas bobas del pasillo, por lo que en vez de molestarse y cachetear al sádico, prefieren dejarse tocar por los varones.
Ellos quieren demostrar que las letras del reguetón son buenísimas, y tocan las piernas, los senos y el trasero de las hembras, mientras graban y comparten la osadía sexual con la videocámara del celular.
Y nadie lo hace a escondidas de sus padres, porque muy probablemente sus queridos padres fueron los autores intelectuales, de la perversión moral idolatrada por todos sus retoños.
La sociedad venezolana ha reventado los niveles básicos del sadismo. En la ropa, en el lenguaje, en las miradas. La morbosidad de los venezolanos, está presente en un mundillo de transculturación, que tiene muchísima harina de trigo leudante.
Hoy en día, las bibliotecas venezolanas, los museos venezolanos y las salas de lectura venezolanas, son los lugares más impopulares de nuestro tricolor patrio.
Por supuesto que existen áreas letradas para que los estudiantes, puedan concentrarse y aplicarse en sus estudios, pero todavía no existe empatía entre el medio y el mensaje.
Nacer inculto es condición de la Naturaleza, pero crecer inculto es decisión de la Humanidad.
La población venezolana necesita entender que el aire es tan vital para vivir, como aprender el arte de aprender a vivir.
Una vida rutinaria basada en comer, trabajar y dormir, tarde o temprano dispara el gatillo de la mediocridad existencial, de la mediocridad laboral, y de la mediocridad emocional.
Nadie quiere ser un mediocre, y nadie quiere repetir un año escolar. Pero todos nos peleamos con uñas y dientes, para robar los pañales de un camión, para hurtar la leche en polvo, y para asesinar al colado de la cola.
Viviendo en un ambiente de tanta agresividad, los chamitos venezolanos empiezan a perder la genuina capacidad de discernimiento, y empiezan a copiar las actitudes ofensivas de sus padres y representantes, que acaban por convertir las neuronas de sus cerebros en un cigarrillo, en una cerveza y en una cárcel.
Recibir educación es una bendición. Una oportunidad de oro para erradicar la guerra sin cuartel de la colectividad, y empezar a luchar con la paz del corazón revolucionario.
Adoctrinar la razón, condena el alma. Y cada día aumentan los condenados al fracaso, porque se negaron a recibir la eucaristía de la educación en sus vidas.
Si su hijo o su hija repitió o repetirá el año escolar, debe reorientar positivamente esa mala experiencia, buscando mejorar la comunicación con el niño o adolescente, entendiendo que usted es el gran responsable de su salud mental, y evitando el uso de la violencia física o verbal, que complicará con mayor fuerza la penosa situación.
Lloren juntos lo que tengan que llorar, perdonen juntos lo que tengan que perdonar, abracen juntos la resurrección de la esperanza, y con el favor de Dios el 01 se transformará en 20.
Recuerde que repetir el año escolar, no necesariamente significa volver a cursar ese mismo año escolar.
Puede ser que por las facilidades de la escolaridad, su hijo aprobó el octavo grado y pasó a noveno grado. Pero puede ser que por las facilidades de esa misma escolaridad, su hijo no aprobó el octavo grado pero pasó a noveno grado.
Confiar ciegamente en la educación de manos externas, inhibe el poder protagónico que tienen los padres, para inculcar valores éticos y prioridades de vida, que generalmente no se inculcan con objetividad a la masa escolar.
Con todos los tropiezos afectivos que viene sufriendo Venezuela, es un verdadero sacrificio poder despertarse, bañarse, vestirse, y asistir puntualmente a un centro educativo, sin saber a ciencia cierta qué recompensa brindará el destino, a cambio de quemarse las pestañas con delineadores de corrupción.
Mejor que preocuparse es ocuparse. Ocupe su vida en la lectura bíblica, sáquele punta a la educación sin fronteras, y tenga la voluntad para borrar el pecado.