Aristóbulo decía que en el Gabinete había dos clases de ministros, los "príncipes" (Rafael, Nicolás, Diosdado, Tarek, el ministro de la Defensa, el VP) y los "MG" (abreviación de la expresión vulgar que refiere a la felación y que venezolanamente denota "pendejo", "pazguato"), donde entrábamos todos los demás.
Los MG teníamos que bregar entre la burocracia para lograr la logística y los recursos para la gestión: valernos de la amistad con el ministro tal para lograr un vuelo que nos permitiera llegar a tiempo al acto con el presidente; conocer a la jefa de despacho de Fulanito para conseguir las viviendas para los refugiados en el ministerio; conectar con el edecán de Casa Militar para poder entrar al "Aló…".
Contrario a los MG, los príncipes gozaban de autonomía, recursos propios, o del poder para disponer de ellos de inmediato. A Elías le pasó que saltó de MG a príncipe cuando Chávez lo hizo vicepresidente. Sin embargo, como príncipe, siempre se apiadó de los MG, porque conocía en carne propia la paridera que, lejos de la percepción común, sufrían los ministros para seguir el trote del huracán Chávez.
Cuando se conoció el caso de un ministro que casi va preso por revirar a un soldado que no le dejaba entrar al Aló, Presidente, Aristóbulo agregó un rango inferior al escalafón ministerial que bautizó con el nombre de ese buen ministro, y mejor persona, cuyo nombre me reservo. Príncipes, MGs y "Fulanito", así era el escalafón ministerial según Aristóbulo.
Como MG, Aristóbulo siempre encontraba una ocurrencia para burlarse de sí mismo o de nosotros. A quienes nos tocaba comer, durante la extendida actividad presidencial, un pan tieso made in la Casa Militar, éramos MG. Los príncipes traían su comida caliente o disponían de los recursos para mandar por ella. Si a alguien lo dejaba la caravana, como solía ocurrir, era por MG. Los príncipes siempre tenían sus propios vehículos en el sitio de la actividad presidencial, no importaba cuán remota fuera la locación. Si andabas cargando una tonelada en carpetas para el acto, porque tu asistente no cupo en el avión, también te pasaba por MG. Los príncipes tenían un asistente en cada puerto.
La anécdota viene a colación para ilustrar la agudeza de Aristóbulo. Bien sea desde la "mamadera de gallo", o como imperativa denuncia, Aristóbulo sabía, como pocos, sentenciar la situación desde el filo de su palabra.
Brillantes fueron sus intervenciones en el extinto Congreso por los años noventa; históricas. Como histórica fue también su elección a la Alcaldía de Caracas; así como su actuación durante los eventos del golpe mediático-militar de 2002.
Fue en el transcurso de estos eventos cuando atendí la llamada de un Aristóbulo que reclamaba por la censura del canal y condenaba el reporte al aire que diera noticia sobre la búsqueda de los esbirros de Carmona tras él y Bernal.
Aristóbulo, aunque airado, me habló desde la reflexión: increpó por la censura mientras alertaba sobre las consecuencias que podría acarrear la peligrosa complicidad del canal con el golpe. "La gente está en la calle, arrecha con ustedes", me dijo. Pedía que reportáramos la verdad de lo que ocurría y que en la redacción sabíamos a detalle: que el palacio estaba rodeado por el pueblo pidiendo por Chávez, que al presidente lo tenían en la base naval de Turiamo, que Baduel se había pronunciado contra el golpe desde la brigada de paracaidistas en Maracay.
Su reclamo fue tan intenso y mi impotencia tan grande, que no pude contener las lágrimas y renuncié a las pocas horas.
Sobre ese intercambio crucial solo hablamos en una oportunidad, años más tarde. "Viste, te jodí", me dijo entre risas para despachar jocosamente el asunto, con ese estilo tan típico de él.
Hay quienes pensamos que en estos tiempos (conculcado el estado de derecho, el chavismo perseguido y encarcelado, los derechos humanos pisoteados, detenciones arbitrarias y torturas, el proyecto chavista-bolivariano traicionado por la cúpula madurista), más hubiera aportado al país el Aristóbulo de los noventa, con su verbo afilado, con su látigo desde la tribuna pública, que el amanuense de Nicolás de sus últimos años. O quizá no, estaría preso como Rodríguez Torres o desterrado como nosotros.
Aristóbulo quedó muy golpeado políticamente luego del capítulo aquel de "se fumó una lumpia", y juró más nunca hacer crítica de esa manera contra la revolución. Lo que se le reclama es no haber logrado aceptar que el proceso ya no es, el devenir actual ni siquiera sigue el proyecto de país esbozado en la Constitución. "Cada quien que asuma", como decía. No por eso dejaré de quererlo ni de admirarlo.
"Morir no es nada, lo terrible es no vivir", decía Víctor Hugo. "Confieso que he vivido", reza Neruda. Viviste, Aristóbulo, y tu partida deja un vacío, no solo en la vida política del país, sino entre quienes tuvimos la honra de conocerte y apreciarte. Fuiste un buen hombre que vivió bien su vida, según su ley, ¿qué más se puede pedir?
A Dinora, Rosarys, Carlos y demás familiares de Aristóbulo, mi solidaridad y afecto. Siempre honraremos su memoria.