Hablar como maestro es pensar y actuar inmediatamente como Andrés Bello, como Simón Rodríguez y hasta como Luis Beltrán Prieto Figueroa no como adeco, sino como educador y, además en tantos otros que, como soldados desconocidos, lucharon por enseñar a leer y a escribir en su presente en ese pasado que, nos ha cobijado desde muchos años atrás que, pensar era escaso y hasta prohibitivo desmarcarse de sus normas, pero en fin, estar dentro de un aula abierta abre la memoria a decir, la vida continúa en esta modernidad, ahora perturbada por el coronavirus que, como enseñanza es más que un libro abierto y vaya libro que, por ahora releo a: Samuel Eliot Morison, Henry Steele Commager y William E. Leuchtenburg como autores de, Breve historia de los Estados Unidos, nación la que como modelo democrático de América, le abre los sentidos al mundo por bien o por mal o, por ambos.
Preciso es decir que todo lo anterior viene al caso en esta Venezuela de nuestros pesares, pero de mi aprecio y estadía por cuantos conforman el magisterio venezolano como maestros a asistir a dar sus clases en las aulas más como cuidadores de niños y niñas, por los motivos que han expresado que son bastantes con razón o sin razón, han soslayado los principios universales de enseñar, aún a cuesta de la vida, la que como parte nuestra es intrasmisible y como si fuera poco, tampoco reparable, pero lo cierto es aprovechando el momento con tantos problemas por delante con un solo responsable más que todo, es el dólar, moneda de los Estados Unidos de existencia antes de esos mismos estados que, hoy día domina al mundo, quiérase o no, de ella dependemos, y el que no, mejor para ellos, pero dominados en lo económico estamos y sin podernos quejar a un superior, porque esa queja no traspasa el espacio de la convivencia de vive y deja vivir, y de los Estados Unidos nada bien se puede esperar que no haya interés por el medio que, nos deja marcados para siempre como cómplices o como sumisos o como terroristas, o como comunistas, cualquiera su forma de revolución o sin ella, o lo que ellos crean a bien como mentira inventar que los ejemplos sobran.
Estar dentro de un aula impartiendo enseñanza es otro mundo de pocos, me refiero a nuestro bienestar, visto desde muchos puntos de vista, pero la valentía se hace imprescindible para poder decir la verdad y comportarnos como seres conscientes que, no tenemos mucho que perder si sinceros y leales somos a nuestros principios, si en verdad los teníamos, porque decir y no tenerlos como que es jugar sucio e implicarse como cómplice de este mundo que patalea, pero no encaja en las políticas más que agresivas de ese país que como Estado domina al mundo que se dice libre inconscientemente, desde el ángulo y la dimensión que usted escoja para abrirse paso en lo contrario de expresar sus sentimientos y si se mete a vivir de lleno en ese país, a esclavizarse con la imposición de sus políticas de trabajo, se dará de cuenta si quiere y puede con toda la honestidad de su mundo, aunque la esconda para subsistir, se aprecie o no, no será igual que ellos, de eso no tenga dudas así lo critique en alguna parte de su sentir, involucrado está como un preso más que subsiste gracias a su dólar y a su forma de vida que, no se las va a cambiar, morirá en el intento, porque apoyo no tendrá de ese mundo que pervive adentro de latinos transformados en millones que juntos lo conforman: mexicanos, cubanos venezolanos, haitianos, centroamericanos, puertorriqueños, colombianos y otros, quienes no están buscando integridad en el saber en la forma que sea que, sino están legales no gozan de los estándares de compresión y de la ley y el orden de hacerse rico, actor, músicos, cantantes, científicos, y aún de obtener un simple título de alguna universidad , casi que imposible, son pocos, muy pocos, porque siempre seguirán empeñados como pobres apegados a ese modelo del capitalismo de produces para que vivas dentro del sueño americano que, no les llega, no se cobijan con él y siempre para ellos los estadounidenses serán como una lacra mal vista que, llenan un espacio para conformarles a ellos su subsistencia como un recurso natural esclavizado por sus leyes y contorno de vida que es bastante.
Mientras para mi distracción, seguiré leyendo, Breve historia de los Estados Unidos, no por simpatía, sino para armonizar con su lectura lo que me atrape para el saber y, no comparto de sus películas las que me trago a diario que son ya parte de mí consentimiento que, como un supuesto director crítico de cómo mejorarlas, cambiarlas, de tanto sexo, drogas, machismo, alcohol, xenofobia,, personajes salvadores de su mundo que, son dirigidas muchas de ellas por alguna directora o escritora lesbiana o, por un sujeto que piensa como gay pues, sus libretos están cargados de esa basura de repeticiones, donde a los actores los involucran en actuar a su manera que, hasta los escritores deben en su fuero interno lamentarse de tanta corrupción teatral encubierta que, perjudica a los jóvenes del mundo de esa enseñanza precaria que, prostituye a la juventud envenenando sus sentimientos de seres humanos a la vanguardia de cada país en contra de la drogadicción como perdición de la condición humana que se transforma en inhumana en tan indigno como nefasto proceder de publicitar sus instintos.