Como pocas veces, existe en Venezuela un predominante consenso acerca de revisar el papel de la universidad en los procesos de cambios que se viven en el país. Quizá sea oportuno, entonces, formular algunas interrogantes que nos ayuden a entender el porqué se sustituyen las ideas por una jauría de perros. ¿Qué ha pasado con la universidad? ¿Qué ha pasado con los estudiantes? ¿Debe la autonomía estar por encima de la soberanía?
Lamentable decirlo, pero en los últimos quince años la universidad venezolana se fue encerrando en el manto perverso de la autonomía. El claustro fue penetrado por los demonios del neoliberalismo, que en vez de ideas proponían recetas para satisfacer los gustos del imperio. Poco a poco se fueron convirtiendo en hornos crematorios donde el debate fue reducido a cenizas. Sólo se discuten y analizan las necesidades de las sociedades europeas y los Estados Unidos de Norteamérica. Se olvidaron del hambre del pueblo venezolano, que durante los cuarenta años del puntofijismo, iba recogiendo las migajas que dejaban los Granier, los Mendoza, los Cisneros, los Caldera, los Lusinchi, los Canache Mata, los Piñerúa y la casta de políticos que saquearon el país y pisotearon la dignidad nacional.
Dentro de las universidades las líneas de investigación todavía se siguen trazando sobre absurdas hipótesis que tratan de justificar la necesaria entrega a los brazos del imperio para que nos cobije. Luego de ese abrazo casi fraternal, estaríamos preparados para iniciar el recorrido hacia el desarrollo. Mientras tanto, los perros de Lester no detienen su cagantina sobre la autonomía universitaria.
Necesariamente, tarde o temprano la universidad venezolana tiene que cambiar, y son precisamente, los estudiantes quienes deben iniciar el rescate del alma máter. Estudiantes de Venezuela, uníos para reconquistar y reconstruir los espacios de discusión, que han sido secuestrados por los falsos liderazgos, por los Nixon, los cobardes que huyen al debate de ideas, los que aplauden al rector cuando se pasea con sus perros por los pasillos de la universidad. Estudiantes de Venezuela, uníos para rescatar la dignidad universitaria, secuestrada por los que han volteado los símbolos de la lucha patria, los que han cambiado los libros y las ideas por consignas vacuas.
Es triste ver las banderas volteadas, ver estudiantes defendiendo los privilegios de los rectores y poderosos grupos económicos, avalando conductas delictivas de sus propios compañeros de aula. Hay que retomar el espíritu de lucha universitaria del mayo francés (1968), del cordobazo (1969); inclusive debemos retomar las banderas de la Batalla de la Victoria (12 de febrero de 1814), donde jóvenes universitarios lucharon por un ideal impregnado de un profundo amor por la soberanía de la patria. Estudiantes de Venezuela, uníos, porque sin soberanía no hay autonomía.
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