El duro conflicto
que mantienen los enseñantes canarios con el gobierno autonómico canario
está poniendo en evidencia la naturaleza misma del papel que la educación
juega en nuestra sociedad.
Más de quince
años después, un acuerdo del parlamento canario, que homologaba el
sueldo de los docentes de la enseñanza pública canaria no universitaria
con el de sus equivalentes del mismo nivel en la administración autonómica,
sigue sin cumplirse. Desde hace quince meses (la verdad que con un sospechoso
retraso), los sindicatos del sector vienen negociando y luchando porque
se cumpla ese acuerdo.
La respuesta
negativa del ejecutivo autonómico ha venido envuelta en la exigencia
de supuestas “contrapartidas”, la mayoría de las cuales consistían
en las mismas tareas que ya vienen realizando los enseñantes. Otras
se limitan a añadir más carga de trabajo para ahorrar la contratación
de más docentes.
Frente a esta
actitud obstruccionista, los enseñantes sacaron la consigna “homologación
sin contrapartidas”, que quizá debió ser “homologación con las
contrapartidas que ya estamos prestando gratis”.
Lo cierto es
que, ante grandes sectores sociales, son los estereotipos lanzados desde
el poder los que calan mayoritariamente en la opinión pública. Y no
sólo por los argumentos del gobierno autonómico, sino por un largo
deterioro de la imagen de los enseñantes.
Uno de estos
tópicos es que las maestras y los maestros trabajan poco y tienen unas
largas vacaciones. En todos los países del mundo, con pequeñas diferencias,
los enseñantes adaptan su horario al horario escolar. Las vacaciones
y otras interrupciones del curso son necesarias, en primer lugar, para
los propios alumnos, cuyo rendimiento es decreciente a medida que avanza
el curso escolar. Por otra parte, todos los estudios internacionales
solventes sitúan la enseñanza como una de las profesiones más estresantes
y con un más alto nivel de desgaste personal, con depresiones y otras
enfermedades.
No es de extrañar
que muchos diplomados y licenciados abandonen la enseñanza si tienen
la oportunidad de pasarse a otras áreas de la administración. Salvo
una fuertísima vocación, es muchísimo más cómodo trabajar de ocho
a tres con papeles, y luego desconectar totalmente al irte a casa, que
batallar con los problemas y las dificultades de treinta seres humanos.
Unas semanas más de vacaciones no compensan. Y, además, de burócrata
se gana más dinero.
La realidad
es que el trabajo del maestro y de la maestra no termina al acabar la
jornada lectiva. Cada día dedican bastantes horas de su tiempo personal
a preparar clases, a elaborar exámenes, a preparar informes… Por
no hablar de claustros, permanencias, atención a padres, etc. Y de
las horas dedicadas a dar vueltas en la cabeza a decenas de situaciones
familiares dramáticas: las de sus alumnos.
Esta situación
se agrava por el sectario ejercicio de comisariado político por parte
de los inspectores de la Consejería de Educación quienes, en vez de
controlar la calidad de la enseñanza, acribillan a los docentes con
una inacabable batería de impresos e informes de nula utilidad, y de
los que no se extrae ni unas estadísticas dignas de tal nombre. Papeles
y más papeles, en vez de atención a los problemas reales.
Por si fuera
poco, la situación laboral de muchos profesores es más que precaria.
Por una parte, un disparatado sistema de oposiciones, de muy dudosa
imparcialidad, y cuyo resultado práctico es un cada vez mayor número
de españoles en el cuerpo docente, especialmente entre los licenciados.
Por otra parte,
un sistema de listas de sustituciones que roza la esclavitud, y en la
que los maestros y las maestras son llamados para diez días de clase
en Fuerteventura, por ejemplo, para luego volver al paro. De forma que
no pueden buscarse un trabajo que les permita comer sin salirse de las
listas.
Añadan ustedes
a eso los acuerdos del gobierno autonómico con la Junta de Andalucía
para que los enseñantes en listas de sustitución en esa comunidad
española se consideren automáticamente inscritos, si lo desean, en
las listas de sustituciones canarias.
Sin embargo,
el problema de fondo es el continuo recorte de fondos para la enseñanza
pública y su desvío a la enseñanza privada, en el mejor de los casos,
cuando no a subvencionar a las empresas del núcleo oligárquico al
que sirve el ejecutivo autonómico.
A lo largo
de quince años, el gobierno que padecemos en Canarias ha ido mermando
sistemáticamente los recursos de la enseñanza pública. Y eso se ha
concretado en recortar gastos de personal a toda costa, tanto en número
de profesores como en sus sueldos.
La traducción
práctica de esa política ha sido terrible. Los “ratios” han subido
de 22 alumnos por aula, a más de 30 en muchos casos. Sin embargo, al
disminuir –y hasta desaparecer– profesores de educación especial,
psicólogos y orientadores (más “ahorro”), la composición de las
aulas debería obligar a reducir muchísimo más los “ratios”.
Para no bajar
el número de alumnos por aula y ahorrase profesores, se llega al extremo
de formar aulas con alumnos de 2º y 3º, o 3º y 4ª, un disparate
pedagógico. Donde antes se sustituía un maestro enfermo o una maestra
con baja por maternidad en tres días a los sumo, ahora se tardan no
menos de veinte días. Los alumnos de ese profesor o de esa profesora
se reparten mientras tanto entre otras aulas, donde es imposible la
labor educativa.
El asunto es
minimizar el gasto educativo a toda costa. Y a costa, precisamente,
de la calidad de la enseñanza.
No importa.
Las nuevas tendencias en toda la Unión Europea es simplificar la educación.
Basta con que el futuro asalariado sepa qué botón es el de encendido
y cuál el de apagado de la correspondiente máquina y un par de cosas
más. La mayoría de los padres, agobiados por largas jornadas de trabajo
y por pagar la hipoteca, tampoco quieren más que una guardería. Y,
en todo caso, que el niño o la niña aprenda los suficiente para poder
ponerse a trabajar.
Quienes quieren
una formación integral de nuestros niños van contracorriente. Ni formación
humanística ni otras zarandajas.
Los enseñantes
lo tienen crudo. La opinión pública está en su contra. Un día de
huelga es un día que nos crean problemas a toso para ver donde aparcamos
al niño. Encima tienen trabajo. Y en la mayoría de las empresas privadas
se gana menos, y se trabaja más. El mecánico de coches, el dentista
o el fontanero tienen mejor consideración. Los resultados de su trabajo
son inmediatos.
tdr.santana@gmail.comPor eso aumenta
el número de docentes agredidos, verbal y hasta físicamente. Y no
sólo por los alumnos, sino por los padres. Si, encima, el gobierno
autonómico habla de ellos como si se tratara de gandules (en vez de
decidirse a apartar a los pocos verdaderamente gandules, cosa que ni
se plantea), lo raro es que no haya más agresiones.
Lo siento por
mis amigas y mis amigos maestros, pero la pedagogía que deberían emplear
es una pedagogía social, que rompa su mala imagen y su aislamiento
del resto de las trabajadoras y de los trabajadores. Si no, están perdidos.
(http://teodorosantana.blogspot.com/)
tdr.santana@gmail.com