Alimentar la contrarrevolución

Subvenciones a la educación privada

Cada año surge la polémica por el aumento de matrículas en institutos de educación privada y confesional. Y cada año el Estado interviene para fijar tarifas. No entendemos el porque de estas políticas que alientan en la población la asistencia a institutos que adversan a la revolución e ideologizan para que todo siga “in statu quo”. ¿Será que los hijos de los “revolucionarios”, funcionarios públicos, estudian en colegios privados? ¡Que vergüenza! ¡No puede ser ¡

Si el Estado es garante de la educación pública y gratuita en escuelas, liceos y universidades, todo su esfuerzo ha de estar dirigido en ese sentido. ¿Por qué entonces el Estado alimenta la contradicción entre educación pública y educación privada? ¿Por qué mantenerla, protegerla, subvencionarla? El Estado debe quitarse de encima ese lastre. ¿Cómo hacerlo?

(1) Concentrar el mayor esfuerzo en elevar la calidad de la educación laica, pública y gratuita. Elevarla al grado óptimo.

(2) Quitar los subsidios a la educación privada y liberar matrículas y pensiones.

Aquel que quiera darse el “gustito” de estudiar allí ¡que pague! como el que va a un hotel “cinco estrellas”. ¿Por qué ese interés del Estado en la educación privada y confesional? En el año 2007 el subsidio fue de 488 mil millones de bolívares ¡Una bicoca! Esto ocurre luego de diez años de la revolución bolivariana ¡Mayúscula inconsecuencia revolucionaria! ¡Que contradicción!

Mientras el Estado subvenciona la educación privada, la educación pública camina con muletas. La semana pasada viajé a Barquisimeto a solicitar las notas y titulo de bachiller de uno de mis hijos en el Liceo Miguel José Sanz. Que espectáculo más deprimente ver aquel edificio abandonado, sucio y pero aún, entrar a la oficina de la subdirección donde en lugar de vidrios en las ventanas hay cartones y periódicos viejos pegados con tirro, mobiliario destartalado, paredes hambrientas de frisos y pintura, la secretaria escribe en maquina por cuanto ahí no ha llegado todavía el adelanto de la computación. O el caso del grupo escolar en Tovar donde estudia uno de mis nietos, magnífico edificio construido durante el gobierno del general Marcos Pérez Jiménez, con jardines, árboles y grama, en diez años a este plantel no han llegado todavía los beneficios de la escuela bolivariana. ! No hay presupuesto para atender la educación pública y gratuita! La primera obligación del Estado laico, es atender y elevar a grado óptimo la educación pública y gratuita.

Subvencionar la educación privada y confesional es una violación del Estado laico. Aquel que quiera tener a sus hijos en colegios privados y confesionales, ¡que pague! pero que no reclame por cuanto en nuestro país la educación pública es gratuita. El doctor Juan Pablo Pérez Alfonso decía que el Estado no tiene porque financiar a empresarios privados, para ello existe la banca privada.

La educación como empresa económica es una actividad clasista cuyos intereses adversan los supremos intereses del Estado revolucionario y socialista. El año pasado en la campaña contra la Reforma Constitucional, los institutos de educación privada y confesional así como las universidades a las que ingresan esas promociones de bachilleres, ocuparon el centro de la contienda. Esos institutos son foco y fermento de la contrarrevolución. La mayoría de esos directores y profesores extranjeros son del “Opus Dei”, franquistas, fundamentalistas y contrarrevolucionarios.

En la educación radica el meollo del proceso revolucionario que debe estar en manos del Estado revolucionario para formar ciudadanos libres, democráticos y socialistas, o sea, todo lo contrario de la formación que se imparte en la educación privada y confesional que no es libre ni democrática ni socialista ¡Entonces! ¿De qué revolución hablamos?

leonmoraria@cantv.net



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León Moraria

Nativo de Bailadores, Mérida, Venezuela (1936). Ha participado en la lucha social en sus diversas formas: Pionero en la transformación agrícola del Valle de Bailadores y en el rechazo a la explotación minera. Participó en la Guerrilla de La Azulita. Fundó y mantuvo durante trece años el periódico gremialista Rescate. Como secretario ejecutivo de FECCAVEN, organizó la movilización nacional de caficultores que coincidió con el estallido social conocido como "el caracazo". Periodista de opinión en la prensa regional y nacional. Autor entre otros libros: Estatuas de la Infamia, El Fantasma del Valle, Camonina, Creencia y Barbarie, EL TRIANGULO NEGRO, La Revolución Villorra, los poemarios Chao Tierra y Golongías. Librepensador y materialista de formación marxista.

 leonmoraria@gmail.com

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