La realidad de los liceos públicos en la mayoría de los estados del país presenta una situación excesivamente preocupante, y aunque es justo reconocer el trabajo realizado por algunos(as) directores(as), coordinaciones, defensorías educativas, divisiones de municipios escolares y de educación secundaria de algunas Zonas Educativas, prácticamente son nulos los avances en intentar mejorar la calidad de la educación en tales instituciones.
La primera de las observaciones está referida con los 180 días hábiles que deberían cumplirse en los liceos desde el primer día hábil de la segunda quincena de septiembre, tal y como lo establece la ley. No obstante, en muchos casos no llegan ni siquiera a cumplir un tercio del calendario escolar. Hay que aclarar que el número de días hábiles cumplidos no sólo se determina por los días “efectivos de clases”, sino por las horas académicas que dejan de recibir los estudiantes como resultado, fundamentalmente por las ausencias, permisos y reposos del personal docente adscrito a los liceos.
Irónicamente, liceos que durante el período escolar 2008-2009, comenzaron las clases en noviembre, diciembre e incluso en enero; ya desde la última semana de mayo han concluido actividades académicas, y para la fecha, casi la totalidad de estos planteles se encuentran en períodos “remediales”, lo cual equivale a decir, que los estudiantes sólo van a “presentar exámenes”, sin recibir clase alguna.
La segunda de las observaciones origina la primera, y es un emplazamiento tanto a la Coordinación de Educación Secundaria como a los municipios escolares de todas las Zonas Educativas quienes no pueden seguir permitiendo que los “horarios de clase” se “planifiquen y realicen” entre los meses de septiembre y octubre. En tal sentido, los(as) directores(as), así como el personal docente están obligados a entregar ante el municipio escolar la distribución académica y programática del año escolar 2009-2010, antes de la última semana de julio, incluyendo las vacantes parciales y absolutas que pudieran originarse en los respectivos liceos, razón por la cual, estas instituciones, llegado el día de inicio del año escolar deben comenzar a impartir clases sin objeciones banales tales como: “estamos haciendo los horarios”, “estamos inscribiendo los estudiantes rezagados” o “estamos esperando lineamientos de la zona”.
La última de la observaciones es una analogía de lo que ocurre entre la educación media impartida por liceos privados y liceos públicos. En los primeros, las clases comienzan el día señalado por la ley, y terminan finalizada la segunda quincena de julio; en los segundos, los estudiantes deben esperar hasta tres meses para que comiencen actividades y antes de la segunda quincena de junio, la mayoría ya ha “terminado” sus clases. Si usted visita el área de bachillerato de un plantel privado podrá observar que rara vez hay estudiantes por los pasillos o sin recibir clases. Si alguien visita un liceo público tanto en la mañana como en la tarde, comprobará que la mayoría de estudiantes no se encuentra precisamente dentro de las aulas, sino en un excesivo tiempo de ocio, lo cual contribuye a generar mayor violencia escolar. Ignomioso es afirmar, que la mayoría de los docentes que trabajan en los liceos privados son los mismos que laboran en los liceos públicos, lo cual evidentemente ha llevado a la quiebra moral de estas instituciones, y todo ello en desmedro de la calidad educativa.
La revolución educativa sólo se logrará cuando sea desterrada la doble moral de algunos(as) directores(as), docentes y personal de las zonas educativas y del propio Ministerio del Poder Popular para la Educación, éste último por cierto, en donde casi siempre aparecen "padrinos", cuando desde el interior del país se intenta sancionar a algún docente quien no cumple sus labores académicas. La revolución educativa se logrará cuando éstos "funcinarios(as)" ejerzan sus responsabilidades apegados a la norma, exigiendo que el trabajo y las actividades pedagógicas, académicas y gerenciales deban ir articuladas, aunque ello signifique sancionar al “mejor amigo(a)”, es decir, enfrentar los vicios, corruptelas y mafias que atentan contra el Derecho a la Educación.
*Licenciado en Educación.
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