“A la universidad venezolana le ha llegado la idea y el tiempo de transformar el actual modelo universitario” (Hernández, Rondòn, Matos, 2010).
Así como quedaron los partidos de la “democracia representativa”: en simples parapetos disfrazados de sujetos políticos, así como se reestructuró el antiguo Congreso Nacional para crear otro órgano de representación política, así como nació una nueva carta magna de cara a los ciudadanos, en una palabra, así como se desestructuró el antiguo sistema político para crear otro diferente ajustado a un país en revoluciòn, la misma suerte debe tocarle ahora al sector universitario.
La universidad tradicional, repetidora de conocimientos provenientes de casa de estudios superiores extranjeras, debe dejarse a un lado; esa universidad concebida para formar profesionales aptos para el “desarrollo” nacional y regional es sospechosa de todo punto de vista, la universidad improductiva –nos referimos a la no producción de nuevos conocimientos tiene que ser revisada, el concepto de universidad como una oportunidad para “ascender socialmente” o para “ser alguien en la vida”, como le dicen nuestros padres a los jóvenes de hoy, tiene que ser superado, la universidad transmisora de ideas desde los salones de clase no necesariamente nos convoca a una educación de excelencia académica. Despachar de una vez la odiosa visiòn darwinista de seleccionar y privilegiar el ingreso a la universidad a los “mejores” bachilleres y excluir a los “malos” o deficientes académicamente, pues este “racismo academicista” no toma en cuenta ni la condición social ni cultural de nuestros estudiantes. Y sobre todo debe ser desterrado la concepción de una educación formadora de élites sociales (tecnócratas).
Este tipo de universidad tradicional, copiada o impuesta en toda Latinoamérica por los llamados países “desarrollados”1, sólo ha servido en su esencia para reproducir los esquemas de saberes que mantienen vigente las relaciones de explotación de una minoría social, a la vez que mantienen el necesario equilibrio cultural del sistema económico internacional o sistema-mundo (Wallestein). En ese sentido, para acometer las transformaciones que requieren nuestros pueblos, el modelo de universidad tradicional que aún sobrevive en la mayoría de las casas de estudios superiores venezolana tiene que ser obligatoriamente descosido para confeccionar otro modelo universitario que dé respuestas a los complejos y grandes problemas nacionales y que esté a la altura de los nuevos tiempos marcados por nuevos paradigmas de abordar la “ciencia” y de producir nuevos saberes.
No obstante sabemos que el camino para pasar de una universidad “conservadora” a una universidad “revolucionaria” se ha tornado más que difícil, tortuoso y sumamente intrincado para no decir impenetrable. Existe una variadísima gama de obstáculos y también de intereses que no permiten cristalizar con facilidad un nuevo proyecto educativo revolucionario. Sin embargo es oportuno apelar a la frase famosa del poeta y dramaturgo (Víctor Hugo): “Cuando le ha llegado el tiempo a una idea no hay nadie ni nada que la detenga…”, precisamente a la unellez le ha llegado la hora de su transformación y serán vanos los intentos de detener un terremoto que sacudirá las estructuras del actual modelo capitalista neoliberal que gobierna hoy nuestras universidades.
La universidad socialista debe ser una casa de y para los saberes habidos y por haber
La universidad tradicional tiene cerca de mil años enseñándonos escolásticamente, enclaustrado en las aulas, en equipados laboratorios,, en las bibliotecas. Si el conocimiento cambia segundo a segundo, como asegura Cristoaum Buarque, entonces hay que salir de las aulas a buscarlos en el lugar de los hechos donde se producen. Para conocer, por ejemplo, el problema de la vivienda en nuestro estado, ciertamente necesitamos de herramientas teóricas para relacionarlas con los hechos, pero también necesitamos más que todo hacer presencia y vivir en aquellos lugares donde ocurren a cada rato las tomas justas o apropiación social de terrenos. Solo allí conocemos sus angustias sus reales o no necesidades de viviendas, su manera en que se organizan para lograr sus objetivos. De este modo la teoría no seria teoría en si misma (teoricismo) sino una teoría con forma y sustancia. La universidad como casa de la creatividad, la universidad de hoy (me estoy refiriendo, ustedes saben, a las universidades de los países llamados “subdesarrollados” o en vías de “desarrollo”) más que una casa productora de conocimiento, se perfila como una casa receptora de conocimientos externos y en el peor de los casos se ha convertido en repetidora de conocimientos producidos en las grandes metrópolis. Mientras la universidad mantenga esta indigencia “científica-técnica” jamás podemos salir de la dependencia ante los centros de dominación. Por tanto es urgente que nuestras universidades sean productoras de saberes propios, desde luego utilizando una metodología diferente a la utilizada por la ciencia occidental
¿Cómo puede ser posible , por ejemplo, que la universidad venezolana con más de 200 años de fundación ni siquiera ha sido capaz de producir una tecnología (maquinaria agrícola) adecuada a nuestro medio natural, habida cuenta que tenemos la materia prima como el acero, aluminio, hierro etcétera? Sin embargo aún seguimos importando tecnologías contaminantes y no sustentables de otras latitudes ¿Hasta cuando vamos a consentir que nuestros egresados en ingeniería automotriz o en mecánica, solo estén en capacidad para ensamblar las piezas de los vehículos provenientes de los mercados de Estados unidos y Japón?
Una universidad consiente de su nuevo papel como sujeto de transformación esta llamada a ser más creativa y menos dependiente. Se pregunta María Alba Rondon ¿si la unión soviética siendo un país “subdesarrollado” pudo “desarrollar” su economía en 1.917 con el Gosplan (plan de electrificación) como es que ahora muchos países de Latinoamérica particularmente Venezuela que posee materia prima y energías en abundancia aun no puede salir de su estancamiento económico y social?
Ciertamente, es difícil pero no imposible desarrollar la creatividad que todos poseemos como especie humana, por ejemplo, tenemos el caso del señor Luis Zambrano que sin ser universitario fue capaz de generar luz eléctrica para su pueblo y como si fuera poco su ingenio y creatividad le permitió construir aviones que hoy exhiben en el aeropuerto de Mérida. También tenemos el caso del maestro Juan Calzadilla que fue expulsado de la Universidad de los Andes (ULA) por no poseer “titulo” universitario, mas sin embargo obtuvo los méritos para ser galardonado con el premio nacional de Artes
La imaginación y la creatividad en el conocimiento sólo vendrán a las casas de estudios superiores cuando éstas decidan ser más autónomas y menos dependientes de las agencias científicas extranacionales. Nunca olvidemos que las más alta responsabilidad de la universidad está centrada en su función investigativa, es decir, en su creatividad cultural y científica (o etnocientìfica como prefieren llamarla desde una antropología crítica)
A mi modo de ver esta digna y ejemplar tarea no sólo debe ser impulsada mediante la implementación de los cursos regulares de postgrados (maestrías y doctorados), también es necesario la participación estudiantil de pregrado, así como la participación más activa de las comunidades, con el objeto de lograr la conexión/interpenetración Universidad-Comunidad.
Precisamente este es el gran reto que debe asumir la Universidad Ezequiel Zamora, ahora que le ha llegado su tiempo para la transformación definitiva. Ha llegado la hora de ir impulsando los cambios de “fondo” dirigidos a darle cuerpo y forma a una universidad creativa. Solo mediante la creatividad y capacidad imaginativa y de invención es que podemos construir la universidad socialista para el siglo XXI. Por ejemplo, una muestra de creatividad e inventiva dirigida a revolucionar académicamente nuestra universidad podría ser la implementación de la Cátedra de “Economía de la Gente”, la cual debe tener como objetivo principista la de promover la economía de los que menos tienen, y no de los conocidos grupos poderosos que abundan en nuestro país. Asi mismo frente a la enorme crisis de la ciudad moderna capitalista que ha dejado sin techo (propio y auténtico) a millones de habitantes venezolanos, está en el ambiente la idea de crear la cátedra de una Arquitectura endógena o sustentable, toda vez que la llamada arquitectura moderna-aquella que se estudia en las universidades públicas tradicionales- les cuesta pensar en un diseño de vivienda, que desde el punto de vista cultural, resuelva la carencia habitacionales de millones de familias venezolanas.
Una universidad socialista debe estar constantemente innovando, cambiando sus estructuras y sus métodos de la enseñanza-aprendizaje.
De principio, una universidad socialista tiene que ser abierta e inclusora/inclusiva. Es decir todos y todas tendrían la misma oportunidad (o mejor dicho, el mismo derecho); incluso, no solamente quienes han alcanzado el título de bachiller, sino cualquiera que se considere útil en la vida, que quiera aprender un poco más o aquel que quiera enseñar sus éxitos y virtudes poéticas o artísticas. ¿Cómo negarle, por ejemplo, la participación al barinés Pedro Pica y al achagüense Lindolfo Rodríguez para que le enseñen a los estudiantes de educación el arte de lanzar coplas durante toda una noche sin repetir los versos? Estos distinguidos personajes que nos encontramos frecuentemente en los pueblos, no son tomados en cuenta por el actual modelo tradicional de universidad “clasista” y “aristocrática”. La explicación que seguramente dan nuestros académicos es que el canto y las coplas son manifestaciones populares/folclóricas y no son representaciones científicas. Cuidado pues, -dice Guattari- si la poesía tiene hoy más para enseñarnos que las ciencias económicas, las ciencias humanas y el psicoanálisis juntos.
El régimen evaluativo que todavía se practica en la universidad tradicional, además de represivo es infructífero; es decir, poco nos dice si el estudiante aprendió de verdad o sencillamente memorizó un tema de pies a cabeza para pasar un examen. Un trabajo asignado de 50 ó más páginas contentivas de saberes ajenos no tiene mucho sentido si el estudiante no incorpora al menos en una cuartilla una reflexión crítica y muy propia acerca de lo que sostienen los autores o consultados.
El concepto de una nueva universidad socialista inventaría nuevos métodos evaluativos. El profesor Rubén Ochoa nos da un ejemplo interesantísimo de un nuevo método para evaluar. Nos sugiere que para conocer lo aprendido por el estudiante debe ser capaz de aplicar los conceptos a su vida cotidiana. Conocemos entonces –dice el profesor Ochoa- que un alumno con nota aprobatoria en el área de agricultura es capaz de sembrar cultura productiva en su propia comunidad. Lo filosófico de todo esto no es demostrarle al profesor que obtuvo la nota sobre el papel; sino que es ante todo un sujeto o persona sensible que se incorpora al trabajo solidario con su familia y en la comunidad donde vive. Por su parte el profesor Francisco Ramírez implementa sus evaluaciones (exámenes y trabajos prácticos) en las bibliotecas para que se utilicen todas las herramientas de que se dispone en la solución de problemas y talleres. Según el profesor este método nos permite: “primero, sacar los/as estudiantes del aula y formar estudiantes investigadores prácticos; segundo, darle uso a la biblioteca que generalmente se encuentra sin usuarios; tercero, ir a las fuentes originales de los conocimientos; crear independencia en la formación de los/as estudiantes; cuarto, obligar aquellos/as profesores/as a que se actualicen con la bibliografía y por otro lado presionarlos para que soliciten nuevas bibliografías actualizadas”.
*Docente investigador de la Universidad “Ezequiel Zamora” (UNELLEZ)
franc2604@hotmail.com