Antecedentes
Uno: Participo
en un foro de economistas marxistas moderado por Diego Guerrero. Ahí
mantengo una lucha de ideas acerca de particularizar las luchas contra
el capitalismo. Defiendo que si las luchas teóricas no se
particularizan,
si solo se lucha contra el capitalismo en general y se ve al capitalismo
como un bloque compacto, estamos promoviendo la inacción. Dos: Estoy
estudiando el capítulo II de la sección tercera del Anti-Dühring
de Engels, de donde he extraído ese concepto extenso de socialismo
que sirve de título a este trabajo. Y tres: Leí con interés y entusiasmo
el “Comunicado de ATTAC España sobre Grecia y los ataques especulativos
al euro”, que fue publicado en Rebelión el 10 de mayo de 2010. Dicho
comunicado lo reenvié al foro mencionado arriba acompañándolo del
siguiente mensaje: una respuesta particular a una situación particular.
Una cuestión
de fondo
Sin duda que
lo mejor, a los ojos de un economista marxista, es que el capitalismo
desaparezca de la faz de la tierra y en su lugar aparezca una exitosa
sociedad socialista. Pero no se puede vivir de las palabras ni de
sueños.
Hay que mirar a la realidad y calibrarla tal y como es. Si la única
lucha que puede librar la izquierda marxista es la destrucción del
capitalismo, entonces esto significa no hacer nada. Supone quedarnos
con los brazos cruzados y contribuir a la inacción. Y ante esto sin
duda que es mejor cualquier otra cosa y que no es poca cosa: reformar
el capitalismo. Una de esas luchas reformistas y en la que se quiere
poner al frente ATTAC España es la reforma del mercado financiero.
Es una buena causa como lo fue en su tiempo la lucha por la jornada
laboral de ocho horas o la lucha por una sanidad pública. Y aclaro:
la lucha por reformar el capitalismo no supone abandonar la idea de
que el capitalismo haya que transformarlo en socialismo. Pero mientras
esa posibilidad llega, habrá que hacer algo que mejore la suerte y
el destino de la humanidad.
Un ejemplo
analógico
Todo objeto
con masa ejerce una fuerza de gravitación sobre cualquier otro objeto
con masa. La Tierra tiene en relación con los seres humanos una fuerza
de gravitación inmensa. De hecho si nos asomamos a la ventana y soltamos
el vaso que tenemos agarrado con la mano, cae al suelo y se hace trisas.
Se pone así de manifiesto la enorme fuerza de gravitación de la Tierra.
La centralidad de esta causa en la caída de los cuerpos nadie la pone
en duda. Siendo cierto el papel central que desempeña esta fuerza en
la caída de los cuerpos, no por ello debemos despreciar o ignorar
multitud
de otras causas.
Un señor muy
embriagado se asoma al balcón. La barandilla sólo le llega a la cintura.
Se asoma más de lo conveniente y sin poderlo evitar, porque el alcohol
ha mermado sus fuerzas y sus sentidos, se precipita al vacío
y muere. Sin duda que la causa de este accidente debemos situarla en
la embriaguez del sujeto víctima del accidente. A nadie se le ocurriría
decir que la causa fue la ley de la gravitación universal. No obstante,
esa causa está presente; si no estuviera presente, nada caería. Pero
no es la causa inmediata de la caída del hombre embriagado. Un segundo
ejemplo: un señor se asoma a un balcón de una casa muy vieja. De forma
tal vez imprudente se apoya en la barandilla y ésta cede y se rompe,
con tan poca fortuna que el hombre se precipita al vacío e igualmente
muere. Aquí también ha estado presente la fuerza de gravitación
universal,
pero no ha sido la causa inmediata de la caída del señor, sino el
estado precario en el que se encontraba la barandilla del balcón. Un
tercer ejemplo: un señor se asoma a un balcón de una vivienda situada
en la undécima planta de un edificio. De forma silenciosa otro señor
se aproxima por detrás y empuja al primero, éste se precipita al vacío
y muere. Sin duda que de nuevo está aquí presente la fuerza de
gravitación
universal, pero no es la causa inmediata de la caída. La causa inmediata
es el señor al que debemos catalogar de asesino.
Supongamos
que hay un partido, al que llamaremos el partido defensor de la
centralidad,
que defiende a capa y espada que la causa central en todos los casos
mencionados la tiene la fuerza de la gravedad, y que las demás causas
carecen de valor científico en la explicación de los hechos. ¿Qué
consecuencias lleva aparejada mantener tal posición? Pues dejar de
lado las causas inmediatas de los accidentes y no hacer nada por la
solución particular de los problemas particulares. Supone negar la
particularidad de los problemas y centrarse sólo en su causa general.
Supone no reformar el mundo. He relatado tres accidentes y en cada uno
de ellos ha actuado una causa inmediata distinta: en el primero la causa
inmediata fue la embriaguez de la víctima, en el segundo caso fue el
mal estado del balcón, y en el tercer caso la causa inmediata fue un
asesino. Como el mundo hay que reformarlo y no solo revolucionarlo,
una sociedad civilizada tendría que poner soluciones a estos males
y tomar las medidas oportunas para cada caso. Para el caso de la persona
embriagada tomará medidas contra el consumo de alcohol o dictará normas
para que las barandillas de los balcones sean más altas; para el caso
del balcón en mal estado tomará medidas para que las viviendas sólo
puedan ser habitadas después de una inspección que mida el grado de
seguridad y estado de construcción de los balcones; y para el tercer
caso pondrá en marcha el aparato policial para que el asesino sea
capturado,
juzgado y encarcelado.
La ley de
la tendencia decreciente de la tasa de ganancia
En el pensamiento económico de Marx la ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia ocupa un papel estelar. De todos modos, a mi juicio, muchos marxistas han desproporcionado el papel de esta ley en el capitalismo e incluso la malinterpretan. Su esencia consiste en lo siguiente: conforme el capitalismo avanza la inversión en maquinarias e instalaciones (capital constante) crece proporcionalmente más que la inversión en fuerza de trabajo (capital variable). Pero como la ganancia (o plusvalía) sólo brota del capital variable, la ganancia arrojada por el capital global será menor. Hay aquí, no obstante, que precisar algunas cuestiones: hay que precisar que no es lo mismo hablar en términos relativos que en términos absolutos. Pongamos un ejemplo y así despejaremos todas las dudas. Supongamos que en 1960 hay una nave de 500 metros cuadrados donde la inversión en capital constante asciende a 60.000 de euros y la inversión en fuerzas de trabajo asciende igualmente a 60.000 euros. En 1960 había contratado en esa empresa 10 trabajadores que “costaban” anualmente 6.000 euros cada uno. En 1970 los dueños de esta empresa se hacen con una nave de 50.000 metros cuadrados donde la inversión en capital constante asciende a 6 millones de euros y la inversión en mano de obra asciende a 600.000 euros. En 1970 había contratado en dicha empresa 50 trabajadores que “costaban” anualmente 12.000 euros cada uno. ¿Qué nos dicen estos datos? Que el capital constante ha aumentado 100 veces, de 60.000 euros a 6.000.000 de euros, mientras que el capital variable ha aumentado sólo 10 veces, de 60.000 euros a 600.000 euros. Si en términos relativos es cierto que el capital variable ha disminuido respecto del capital constante, en términos absolutos el capital variable ha aumentado 10 veces.
Sigamos: la
cuota de ganancia se obtiene dividiendo la ganancia por el capital total
desembolsado. Y el capital total desembolsado es la suma del capital
constante y del capital variable. Supongamos una tasa de explotación
del 100 por ciento. De manera que los 10 trabajadores que “costaban”
en conjunto 60.000 euros producían una ganancia de 60.000 euros,
mientras
que los 50 trabajadores que costaban 600.000 euros producían una
ganancia
de 600.000 euros. En 1960 la cuota de ganancia era del 50 por
ciento, que resulta de dividir la ganancia (60.000 euros) por el capital
total desembolsado (120.000 euros), mientras que en 1970 la cuota de
ganancia era del 9 por ciento, que resulta de dividir la ganancia
(600.000
euros) por el capital total desembolsado (6.600.000 euros). ¿Qué
conclusiones
extraemos de estos datos? Que mientras la cuota de ganancia ha
disminuido
el 41 por ciento, la masa de ganancia ha aumentado el 10 por ciento.
De manera que en principio la disminución de la cuota de ganancia supone
un aumento de la masa de ganancia. Si la masa de ganancia no aumentara,
sería imposible la reproducción ampliada, sería imposible que los
negocios de hoy fueran más grandes y facturan más que los de ayer.
Esto es conveniente precisarlo porque muchos marxistas dan a entender
que la disminución de la cuota de ganancia supone ipso facto la
disminución
de la ganancia. Esta disminución progresiva de la cuota de ganancia
es observable fundamentalmente en el sector industrial, por ejemplo
en el sector automovilístico; ahí se manifiesta de forma muy remarcada.
No ocurre lo mismo en el sector de la construcción y mucho menos en
el sector de servicios. Las condiciones técnicas de la producción
de inmuebles impiden que muchas operaciones, como la de levantar
paredes,
se automaticen por medio de maquinarias.
No obstante,
a pesar de lo dicho, muchos marxistas se empeñan en demostrar que
al final la masa de ganancia termina disminuyendo y que la ley de la
tendencia decreciente de la cuota de ganancia es la causa central de
las crisis en el capitalismo. (Yo creo que la causa principal de la
crisis se encuentra en la contradicción entre producción y consumo,
pero bueno, dejemos esto para otro debate y supongamos que tengan
razón).
Sigamos. Gérard Duménil y Dominique Lévy en el capítulo III de su
libro “Crisis y salida de la crisis” se expresan en los siguientes
términos: “Esta primera investigación termina, pues, afirmando un
diagnóstico: la centralidad de la tasa de ganancia en la explicación
de la crisis, de la pérdida de ritmo de la acumulación y del ascenso
del desempleo”. Esta opinión es compartida por muchos marxistas
célebres.
Pero todos incurren el error en el que incurría el partido de la
centralidad
del ejemplo analógico: pierden de vista lo particular de cada crisis
y, en consecuencia, no defienden medidas particulares. Para ellos
defender
medidas particulares contra la crisis es hacerle el favor a la burguesía
y cargar de ilusiones infundadas a los trabajadores. Para mí, por el
contrario, a lo que llevan todos estos defensores de la centralidad
de la tasa de ganancia es a la inacción. A estos teóricos marxistas
les cuesta muchísimo centrarse en lo particular y hacer defensas de
políticas particulares. Para ellos las vanguardias marxistas lo único
que pueden defender es la destrucción del capitalismo, esto es, lo
único que pueden hacer es lanzar palabras muy sonoras al viento.
Compruebe,
estimado lector, la diferencia entre estas ideas de la centralidad de
la ley de la tendencia decreciente de la cuota de ganancia y el
comunicado
de ATTAC del que les hablé al inicio de este trabajo, compruebe la
diferencia entre las generalidades y las particularidades. Les
transcribo
uno de sus fragmentos: “En este enfrentamiento entre la ciudadanía
y los especuladores financieros estos han ganado la batalla en 1992
y 1993 en Europa; en 1997 y 1998 en la mayoría del sudeste asiático,
pero no en China, que controla políticamente su política monetaria
y a su Banco Central, ni a quién impuso controles al movimiento de
capitales. Vencieron en Argentina, Rusia y Méjico; pero fueron vencido
por Lula en Brasil que impuso una tasa del 1,5% a la especulación
financiera
con su deuda soberana, y por Correa en Ecuador, que se negó a reconocer
la deuda sin una auditoría previa, y no se atreven con Bolivia. Como
demuestran todos los países que han combatido con éxito la actual
crisis, son los bancos públicos, la regulación y control político
de su sistema financiero e, incluso, un impuesto a la especulación
financiera como el vigente en Brasil del 2% lo que explica su escasa
incidencia y rápida recuperación”. Pero para los marxistas defensores
de la centralidad todas estas propuestas de ATTAC España no sirven
sino para ayudar al capitalismo y para crear falsas ilusiones en la
gente. No obstante, a mi juicio, los que se equivocan y de manera
profunda
son los marxistas pertenecientes al partido de la centralidad, que se
niegan a ver las causas inmediatas de la crisis y la necesidad de tomar
medidas prácticas contra ellas.
Por un
concepto
extenso de socialismo
Después de
que Engels, en el capítulo “Cuestiones teóricas” de su texto titulado
“Anti-dühring”, afirmara que la burguesía tuvo que destruir las
relaciones de producción feudales para que las fuerzas productivas
se desarrollaran con total libertad, dice lo siguiente: “Las nuevas
fuerzas productivas han rebasado ya la forma burguesa de su
aprovechamiento;
y este conflicto entre fuerzas productivas y modos de producción
no es un conflicto nacido en la cabeza de los hombres, como el del
pecado
original humano con la justicia divina, sino que existe en los hechos,
objetivamente, fuera de nosotros, independientemente de la voluntad
y el hacer de los hombres mismos que lo han producido. El socialismo
moderno no es más que el reflejo mental
de ese objetivo conflicto, su reflejo ideal en las cabezas, por de
pronto,
de la clase que lo sufre directamente, la clase trabajadora”.
¿Cuál es
sin duda la gran fuerza productiva de la última década? La
globalización.
Ya lo fueron en el siglo XVI el descubrimiento de América y el mercado
mundial. La globalización ha permitido, aunque sólo sea esto, reunir
los recursos monetarios de todo el mundo para invertirlos en el
desarrollo
económico. Ha pasado incluso lo impensable: que los ahorros de los
países en vía de desarrollo han servido para desarrollar la economía
de los EEUU. El euro es uno de los grandes y nuevos productos sociales
del mundo contemporáneo. Expresa la aspiración de 27 pueblos de Europa
a constituir una unidad económica. Su dimensión social es tan grande
que sería una inconciencia por parte de las instancias gubernativas
europeas permitir que se especule con dicha moneda. Pero los mercados
financieros, con los especuladores a la cabeza, lo hacen y ponen en
peligro la estabilidad económica de 500 millones de personas. Ponen
en riesgo la unidad de Europa, ponen en riesgo el euro y quieren socavar
la soberanía de los Estados. De este conflicto es del que habla Engels.
Es un conflicto entre el desarrollo de las fuerzas productivas,
-sin duda que la globalización podría ayudar a la humanidad a vivir
un periodo de auge en el crecimiento económico sin precedente y
representa
una oportunidad única para reducir la pobreza en el mundo- y el modo
que tiene el capitalismo de producir la riqueza. Y el reflejo de esta
contradicción en la cabeza de los hombres y mujeres del mundo entero
debemos llamarlo, siguiendo a Engels, socialismo. Así que todas las
organizaciones sociales que luchan contra los especuladores y contra
los males generados por la globalización, todos los reformadores del
capitalismo que buscan el fortalecimiento del Estado frente a los
mercados,
y muchas otras fuerzas sociales y personalidades independientes que
buscan la mejora de la humanidad, pertenecen, de acuerdo con esta
definición
amplia facilitada por Engels, al socialismo.
Aunque los
marxistas en la práctica no representan nada, no obstante, quieren
teóricamente representarlo todo. Creen que sólo ellos pueden conducir
exitosamente a la humanidad hacia el socialismo. Creen que sólo ellos
tienen la verdad del capitalismo entre sus manos. Y todo lo que no sea
socialismo marxista, es considerado socialismo no verdadero, que en
nada ayuda a la clase obrera en su toma de conciencia sobre su papel
en la historia. Pero a los marxistas no les quedará otro remedio que
considerarse una sola de las corrientes del socialismo moderno, una
sola de las corrientes que reflejan la contradicción entre el desarrollo
trepidante de las actuales fuerzas productivas y el modo capitalista
de producir riqueza. Si no lo hacen así, el sectarismo se apoderará
aún más de ellos y permanecerán para siempre aislados.
Una cosa es
Marx y otra los marxistas. Una cosa es Lenin y otra los leninistas.
Pero los marxistas y los leninistas hablan como si fueran Marx y Lenin
e incluso como si fueran más que Marx y Lenin. La soberbia teórica
que padecen algunos teóricos marxistas los lleva inconcientemente al
desprecio de las demás formas de pensar. Les cuesta ver que desde otros
puntos de vistas, desde otras percepciones y conceptos, se pueden ver
y conocer cosas del mundo que ellos no ven ni conocen. Y también
les cuesta comprender que bajo el punto de vista práctico hay muchas
fuerzas sociales no marxistas que dan pasos muchos más decisivos en
el camino del socialismo que las fuerzas marxistas. Sólo basta pensar
en Venezuela y en Hugo Chávez. Lo he dicho en otras ocasiones: muchos
marxistas están atrapados en el socialismo solo pensado, en el
socialismo
carente de vida y de práctica, en el socialismo donde todo ocurre
a la perfección. Y desde ahí, desde un espíritu encarcelado en verdades
puras, nada hay en la realidad que tenga valor, nada sirve. Es la forma
sectaria de existencia del pesimismo sobre el socialismo.
fumsa@msn.com