Entrevistando imaginariamente a Marx sobre lo tratado en:

El capítulo X de “El Capital” (III)

¿Qué entendemos como aumento de la capacidad productiva del trabajo?

Al descender en 1/10 el valor de la fuerza de trabajo, será  necesario que la misma masa de medios de vida que antes se producía en 10 horas se produzca ahora en 9. Para ello es indispensable que la capacidad productiva del trabajo aumente. Así, por ejemplo, un zapatero puede, con los medios concretos de que dispone, hacer un par de botas en una jornada de 12 horas. Para poder hacer dos pares de botas en el mismo tiempo tiene que duplicarse la capacidad productiva de su trabajo, cosa que sólo se conseguirá  cambiando sus instrumentos o métodos de trabajo, o ambas cosas a la vez. Ha de producirse, pues, una revolución en las condiciones de producción de su trabajo, es decir,  en su régimen de producción y, por tanto, en el propio proceso de trabajo. Por aumento de la capacidad productiva del trabajo entendemos un cambio cualquiera sobrevenido en el proceso de trabajo, por virtud del cual se reduce el tiempo de trabajo socialmente necesario para la producción de una mercancía; es decir, gracias al cual una cantidad más pequeña de trabajo adquiere potencia suficiente para producir una cantidad mayor de valores de uso. Por consiguiente, mientras que en el caso de la producción de plusvalor bajo la forma considerada hasta aquí habíamos supuesto que el modo de producción estaba dado, ahora, para la producción de plusvalor mediante la transformación de trabajo necesario en plustrabajo, de ningún modo basta que el capital se apodere del proceso de trabajo en su figura históricamente tradicional o establecida y se limite a prolongar su duración. Para aumentar la fuerza productiva del trabajo, abatir el valor de la fuerza de trabajo por medio del aumento de la fuerza productiva del trabajo y abreviar así la parte de la jornada laboral necesaria para la reproducción de dicho valor, el capital tiene que revolucionar las condiciones técnicas y sociales del proceso de trabajo, y por tanto el modo de producción mismo.

Denominamos plusvalor absoluto al producido que resulta de la prolongación de la jornada laboral; por el contrario, al que surge de la reducción del tiempo de trabajo necesario y del consiguiente cambio en la proporción de magnitud que media entre ambas partes componentes de la jornada laboral, lo denomino plusvalor relativo.

Para abatir el valor de la fuerza de trabajo, el acrecentamiento de la fuerza productiva tiene que afectar las ramas industriales cuyos productos determinan el valor de la fuerza de trabajo, y que por tanto pertenecen al ámbito de los medios de subsistencia habituales o pueden sustituirlos. Pero el valor de una mercancía no se determina solamente por la cantidad de trabajo que le confiere su forma definitiva, sino también por la masa de trabajo contenida en sus medios de producción. El valor de unos botines, por ejemplo, no está dado sólo por el trabajo del zapatero, sino también por el valor del cuero, del hilo, etc. El incremento de la fuerza productiva y el consiguiente abaratamiento de las mercancías en aquellas industrias que suministran los elementos materiales del capital constante, los medios de trabajo y el material de trabajo para la producción de los medios de subsistencia imprescindibles, abaten asimismo, pues, el valor de la fuerza de trabajo. Por el contrario, en las ramas de la producción que no suministran medios necesarios de subsistencia ni medios de producción para elaborarlos, la fuerza productiva acrecentada no afecta el valor de la fuerza de trabajo.

Naturalmente, la mercancía abaratada sólo hace bajar el valor de la fuerza de trabajo, por  tanto, esto es, sólo en la proporción en que entra en la reproducción de la fuerza de trabajo. Las camisas, por ejemplo, son un medio de subsistencia necesario, pero sólo uno de tantos. Su abaratamiento únicamente reduce el gasto que el obrero hace en camisas. La suma total de los medios de subsistencia necesarios consta, sin embargo, de diversas mercancías, cada una producto de una industria particular, y el valor de cada una de esas mercancías constituye siempre una parte alícuota del valor de la fuerza de trabajo. Este valor decrece con el tiempo de trabajo necesario para su reproducción, y la reducción total de este tiempo equivale a la suma de las reducciones en todos esas ramas particulares de la producción. Aquí operamos con ese resultado general como si fuese el resultado directo y el objetivo directo en todo caso singular. Si un capitalista, por ejemplo, abarata las camisas gracias al aumento en la fuerza productiva del trabajo, en modo alguno es necesario que persiga el objetivo de abatir, por tanto, el valor de la fuerza de trabajo y por ende el tiempo de trabajo necesario, pero sólo en la medida en que coadyuve en último término a este resultado, contribuirá a que se eleve la tasa general del plusvalor. Es necesario distinguir entre las tendencias generales y necesarias del capital y las formas en que las mismas se manifiestan.

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Nicolás Urdaneta Núñez


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