¿Por qué la manufactura desarrolla una jerarquía de las fuerzas de trabajo?
Como las diversas funciones del obrero colectivo son más simples o más complejas, más elementales o más elevadas, sus órganos, las fuerzas de trabajo individuales requieren un grado de adiestramiento muy diferente y poseen por ende valores muy dispares. La manufactura, pues, desarrolla una jerarquía de las fuerzas de trabajo, a la que corresponde una escala de salarios. Si, de una parte, el obrero individual es asignado y anexado vitaliciamente a una función unilateral, las diversas operaciones laborales se adaptan, asimismo, a esa jerarquía de capacidades naturales y adquiridas. Aun así, todo proceso de producción conlleva ciertas manipulaciones simples que cualquier hombre común y corriente es capaz de ejecutar. Las mismas quedan separadas ahora de su conexión fluida con los momentos más importantes de la actividad y se osifican como funciones exclusivas.
En todos los oficios de los que se apodera, como vemos, la manufactura genera una clase de trabajadores que la industria artesanal excluía por entero, los llamados obreros no calificados. Así como aquélla, a costa de la capacidad conjunta de trabajo, desenvuelve hasta el virtuosismo la especialización totalmente unilateral y comienza también a hacer una especialización de lo carente de todo desarrollo. Junto a la gradación jerárquica entra en escena la simple separación de los obreros en calificados y no calificados. En el caso de estos últimos, los costos de aprendizaje desaparecen totalmente; en el de los primeros se reducen, si se los compara con el artesano, porque se ha simplificado la función. Y en ambos casos disminuye el valor de la fuerza de trabajo. La excepción se registra cuando el desdoblamiento del proceso de trabajo genera nuevas funciones complejas, que en la industria artesanal no existían en absoluto o no habían adquirido un volumen similar. La desvalorización relativa de la fuerza de trabajo a causa de la supresión o mengua de los costos de aprendizaje, implica directamente una mayor valorización del capital, pues todo lo que reduce el tiempo necesario para la reproducción de la fuerza de trabajo expande los dominios del plustrabajo.
Analizamos primero los orígenes de la manufactura; luego sus elementos simples, el obrero parcial y sus herramientas, y por último, su mecanismo en conjunto. Brevemente nos referiremos ahora a la relación que media entre la división manufacturera del trabajo y esa división social del mismo que constituye la base general de toda producción de mercancías.
Si nos atenemos únicamente al trabajo mismo, se puede denominar división del trabajo en general al desdoblamiento de la producción social en sus grandes géneros, como agricultura, industria, etc.; división del trabajo en particular, al desglose de esos géneros de la producción en especies y subespecies; y división del trabajo en singular, a la que se opera dentro de un mismo taller.
Al igual que la división del trabajo dentro de la manufactura, la división del trabajo dentro de la sociedad y la consiguiente reclusión de los individuos en órbitas profesionales particulares tienen su origen en puntos de partida contrapuestos. Dentro de una familia y luego del desarrollo posterior dentro de una tribu, surge una división natural del trabajo a partir de las diferencias de sexo y edad, o sea sobre una base estrictamente fisiológica. Con la expansión de la entidad comunitaria, el aumento de la población y, particularmente, el conflicto entre las diversas tribus y el sometimiento de una tribu por otra, dicha división natural del trabajo amplía sus materiales. Por otra parte, como hemos observado ya, el intercambio de productos surge en los puntos en que diversas familias, tribus y entidades comunitarias entran en contacto, puesto que en los albores de la civilización no son personas particulares, sino las familias, tribus, etc., las que se enfrentan de manera autónoma. Diversas entidades comunitarias encuentran distintos medios de producción y diferentes medios de subsistencia en su entorno natural. Difieren, por consiguiente, sus modos de producción, modos de vida y productos. Es esta diversidad, de origen natural, la que en el contacto de las entidades comunitarias genera el intercambio de los productos respectivos y, por ende, la transformación paulatina de esos productos en mercancías. El intercambio no crea la diferencia entre las esferas de producción, sino que relaciona entre sí las esferas distintas y las transforma de esa manera en ramas, más o menos interdependientes, de una producción social global. La división social del trabajo surge aquí por el intercambio entre esferas de producción que en un principio fueron diferentes pero independientes unas de otras. Allí donde la división fisiológica del trabajo constituye el punto de partida, los órganos particulares de un todo directamente conexo se dislocan unos de otros, se disocian a través del proceso de disociación al que el intercambio de mercancías con entidades comunitarias extrañas le da el impulso principal y se independizan hasta un punto en que es el intercambio de los productos como mercancías lo que media la conexión entre los diversos trabajos. En un caso se vuelve dependiente lo que antes era autónomo; en el otro, se independiza lo antaño dependiente.
La base de toda división del trabajo desarrollada, mediada por el intercambio de mercancías, es la separación entre la ciudad y el campo. Puede decirse que toda la historia económica de la sociedad se resume en el movimiento de esta antítesis. No nos detendremos aquí, sin embargo, a considerarla.
Así como cierta cantidad de obreros empleados simultáneamente constituye el supuesto material para la división del trabajo dentro de la manufactura, ese supuesto es, cuando se trata de la división del trabajo dentro de la sociedad, la magnitud de la población y su densidad, que aquí sustituyen a la aglomeración en el mismo taller. Con todo, esta densidad es un elemento relativo. Un país relativamente poco poblado pero cuyos medios de comunicación han alcanzado un buen desarrollo, tiene una población más densa que otro, más poblado pero con medios de comunicación no desarrollados; en este sentido, por ejemplo, los estados septentrionales de la Unión norteamericana están más densamente poblados que la India.
Siendo la producción y circulación de mercancías el supuesto general del modo capitalista de producción, la división manufacturera del trabajo requiere que la división del trabajo dentro de la sociedad haya alcanzado ya cierto grado de madurez y desarrollo. Y viceversa: la división manufacturera del trabajo actúa retroactivamente sobre esa división social del trabajo, desarrollándola y multiplicándola. Con la diferenciación de los instrumentos de trabajo se diferencian cada vez más las industrias que producen dichos instrumentos. Cuando el sistema manufacturero hace presencia en una industria que hasta entonces era explotada como rama principal o secundaria, junto con otras, por el mismo productor, de inmediato se opera una disociación entre esas industrias, éstas se vuelven independientes unas de otras. Si se adueña de una fase especial en la producción de una mercancía, las diversas fases de producción de la misma se transforman en diversas industrias independientes. Hemos indicado ya que donde el producto no es más que un todo integrado de manera puramente mecánica por productos parciales, los trabajos parciales pueden recuperar su autonomía, convirtiéndose nuevamente en artesanías independientes. Para establecer una división del trabajo más perfecta dentro de una manufactura, el mismo ramo de la producción se desdobla en varias manufacturas enteramente nuevas, algunas de ellas a tono con la diversidad de sus materias primas o las diversas formas que puede revestir el mismo material en bruto. Así, por ejemplo, ya en la primera mitad del siglo XVIII sólo en Francia se tejían más de 100 tipos distintos de sedas, y en Aviñón, por ejemplo, era ley que "cada aprendiz no debía dedicarse más que a una clase de fabricación, y no podía aprender a confeccionar varios tipos de tejidos a la vez". La división territorial del trabajo, la asignación de ramos particulares de la producción a regiones particulares de un país, recibió un nuevo impulso con el régimen manufacturero, que explota todas las particularidades. La expansión del mercado mundial y el sistema colonial, que entran en la esfera de las condiciones generales de existencia propias del período manufacturero, le proporcionan a éste un copioso material para la división del trabajo dentro de la sociedad. No es éste el lugar para dilucidar más pormenorizadamente cómo esa división del trabajo hace presencia, no sólo en la esfera económica, sino también en todos los demás dominios de la sociedad, echando por doquier las bases para ese perfeccionamiento de la especialización, de las especialidades, para esa parcelación del hombre que ya hizo exclamar a Adam Ferguson, el maestro de Adam Smith: "Constituimos naciones enteras de ilotas, y no hay hombres libres entre nosotros".
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