La izquierda constituye una vieja propuesta que ha venido en los últimos años sobrevolando Latinoamérica con el fin de incentivar el estudio del Socialismo y profundizar la democracia. Su lenguaje viene desarrollándose de una manera de intercambio comunal y la voz de los estudiantes chilenos constituye una apreciación abierta del deseo de formar auténticos ciudadanos en las universidades públicas, hoy consideradas privadas por el asunto de las famosas pruebas filtros que determinan solo un instrumento de limitación sociológica en el mundo de las leyes sociopolíticas.
Hay que dirimir diferencias jurídicas para establecer un Estado situacional que nos lleve a una integración territorial más acoplada y que determine una fase capitular para analizar la fase experimental de una nación tras la búsqueda de su propio polo de desarrollo que será más ágil en su capacidad administrativa en la medida en que el venezolano entienda más entre reflexión y vocación de intervención pública a través de la ideología y el discurso político.
Ya, no podemos seguir siendo catadores en el mundo de los sueños. La patria se construye a base de disciplina y ver los turbiones para corregir a tiempo algunos vientos. Las leyes existen para hacerlas cumplir, se constituye en una sola línea de conducta, esta sociedad esta llamada a la poscrición para levantar una nueva desde el Caribe, hasta la Patagonia en Argentina y Chile. Ya hemos escuchado a muchos teóricos, académicos e intelectuales, solo basta actuar para saborear lo prohibido, luego de años de lucha, desde tiempo de la muerte del Che en Bolivia y Salvador Allende, en Chile.
Los venezolanos tenemos un espíritu de libertad muy amplio, debemos lograr el camino de la verdadera democracia participativa.
Sobretodo, debemos ser amantes del dialogo. El Sur ha sido una tierra hostil y virgen, los norteamericanos la desean para desenvainar sus espadas y apropiarse de lo más preciado, sus riquezas. Ya una derecha xenófoba avoca a los espíritus para señalar el rumbo de la corte por donde ha de caminar como figura silente de apropiación indebida, irrespetando las leyes del indigenismo y las leyes ya apropiada por los pueblos que buscan un sentimiento común en el transitar de esta nueva patria.
Hay que romper todos los dogmas, incluso el literario. Es el tiempo del discurso político y la narrativa emerge en el sentido de apropiación socialista para darnos un nuevo quehacer descriptivo de nuestra concepción real y llevarnos a la esperanza creativa del nuevo Estado, dejando atrás las trabas de una burguesía estancada desde los tiempos del Doctor Rafael Caldera y, que prefirió avanzar en la ruta del neonazismo y la chismografía pueril y que en el tiempo se constituyó en Súmate o la Mesa de la Unidad Democrática.
Aquí, ya no puede haber polarización, debemos ir hacia la verdadera democratización del pueblo y asumir con disciplina las leyes del Estado, constituye una acción justa de los fragmentos dejados en el camino y cuyo desarreglo ideológico tiene que sentar nuevas bases para una corrección de aforismo que determinan la verdadera postura del Estado Socialista.
Necesitamos una alta dosis de integridad y claridad para así acoplar al país en éste tiempo democrático de la era nuclear que contemplamos bajo un ciclo filosófico de aparejamiento.
(*)Filósofo
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