El próximo
domingo 26 el pueblo venezolano estará enfrascado en una nueva
batalla electoral. Una vez más se ponen en tensión las fuerzas políticas
y sociales que desde hace 11 años vienen pugnando por mantener o reasumir
la conducción política del país. En esta oportunidad, estando en
disputa la composición política de los parlamentos nacional y latinoamericano
continúa presente, en el fondo, la lucha por la preeminencia
política de una de las dos concepciones que privan en el escenario
nacional.
La derecha
con su variedad de matices aspira acumular una fuerza beligerante que
le permita contener en el ámbito legislativo, la arquitectura de sociedad
que tiene diseñada el proyecto bolivariano y que, evidentemente, se
propone terminar de liquidar el modelo socio-político sustentado en
la democracia representativa que los sectores que usufructuaron el poder
en los últimos 60 años del siglo XX habían logrado instaurar.
Esta derecha
venezolana, como todas las derechas del mundo, apunta a preservar lo
viejo, lo establecido, el orden instaurado, por ello, a pesar del esfuerzo
retórico que intentan argüir algunos de sus voceros, lo real, lo concreto,
lo verdadero es que no pueden presentar un proyecto de país alternativo
al que encarna el proyecto bolivariano, y esto, es así, simplemente,
porque ideológica y estructuralmente están comprometidos con la preservación
de intereses y privilegios que están en franca contraposición con
las aspiraciones y demandas de las grandes mayorías nacionales. La
derecha, social y electoralmente, tiene un sólido techo en Venezuela
que le imposibilita permear política e ideológicamente hacia la mayoría
social popular.
A pesar de
contar entre sus recursos fundamentales con una estructura mediática
altamente sofisticada, con tecnología de punta que lograron articular,
precisamente, en esa etapa en que controlaban al país y que además
tiene su sostén en el poderoso aparato mediático imperial que se expresa
en la llamada industria cultural y del entretenimiento y en las grandes
agencias noticiosas internacionales; con todo y esos recursos a lo cual
se suma el apoyo financiero y político imperialista. Con el aval que
significa tener la complacencia y el auspicio de la jerarquía eclesiástica
y de buena parte del sistema educativo privado; con todo y esos recursos
políticos, financieros, religiosos, comunicacionales e ideológicos
la fuerza de derecha de derecha venezolana, el escualidismo, no ha logrado
en estos 11 años de confrontación ni podrá en esta próxima lid electoral
trascender el tope histórico hasta ahora alcanzado.
Porque con
todo y esos ingentes recursos no puede presentarle a la nación venezolana
una propuesta alternativa, los pocos proyectos de leyes que han esbozados
están orientados a afectar logros tangibles que ya disfruta el pueblo
soberano venezolano. Pueblo que, evidentemente, en estos años de vivencia
de la gestión bolivariana ha elevado su nivel político formativo y
de conciencia ideológica que le alumbra el camino y no le permiten
regresarse al pasado.
Estamos ante
un pueblo, ayer excluido y preterido, hoy organizado e integrado a un
proyecto de país que le vislumbra una perspectiva de vida, un horizonte
de esperanza, de redención social, nunca antes avizorado en toda la
vida republicana. La conjugación que significa el liderazgo del comandante
Chávez y la disposición combativa que anida en el colectivo popular
nacional hace, sencillamente, imbatible a la fuerza bolivariana; fuerza
de izquierda, socialista y humanista cuya materialidad cada vez se solidifica
tendiendo a constituirse en una referencia envolvente y cautivante para
los pueblos del continente y para muchos otros pueblos del mundo.
De manera que
esta confrontación del domingo próximo, bajo la egida de la campaña
Willian Lara, será un aliciente más para el desarrollo y fortalecimiento
de las huestes bolivarianas con miras a su preparación para la gran
batalla política electoral que ha de librarse en el 2012 cuando esté
en disputa la Presidencia de la República y contienda el comandante
Chávez como candidato a la reelección.
Pero no todo
es color y fragancia de rosas en nuestras filas, si bien el enemigo
no tiene las fuerzas ni la inteligencia requerida para derrotarnos,
de allí el porque nunca abandona la posibilidad golpista y desestabilizadora,
alentando incluso la figura del magnicidio, si cuenta, en cambio, con
el apoyo de tendencias o conductas al interior del proyecto bolivariano
que, conciente, o inconscientemente, le hacen el juego a la contrarrevolución.
Nos referimos a aquellos funcionarios de gobierno, a todos lo niveles
y, así mismo a aquellos dirigentes o militantes del PSUV cuyas prácticas,
lamentablemente, no tienen que envidiarle absolutamente nada a sus pares
cuartorepublicanos que desconocían al pueblo llano, con manejos corruptos
de la cosa pública, con estilos de vida por encima de sus ingresos,
con prácticas clientelares y nepóticas, con el uso y abuso de la coerción
para alcanzar posiciones, con el cobro de comisiones, la malversación
de fondos y el peculado de uso y las práctica burocráticas para asumir
las funciones de Estado y las tareas del partido. En fin, todo ese cúmulo
de desviaciones y perversiones contrarrevolucionarias que lejos de perfilar
un nuevo modelo societal, un hombre y mujer nuevos, un partido modélico,
lo que proyectan e introyectan es el sistema de vida burgués, con toda
la vileza y carga egoísta, represiva e insolidaria que le es característica.
Pues si, este frente de batalla interno también hay que abordarlo y en esta nueva fase del proceso revolucionario darle la relevancia que se merece porque al no hacerlo así, las deficiencias y desviaciones de funcionarios gubernamentales y de militantes del partido pueden producir lo que el enemigo con sus limitadas fuerzas no ha podido: la derrota o truncamiento de la revolución bolivariana.
miguelugas@gmail.com