Debo comenzar este artículo señalando la necesidad que tenemos de realizar un análisis profundo, exhaustivo que vaya a la multiplicidad de causas que determinan la actual realidad que se configuró a partir de los resultados electorales, que dejemos las simplezas, que abandonemos las miserias humanas para aprovecharnos para hacer “leña del árbol caído” y acabar con los que consideramos nuestros enemigos internos y que sobre todo nos ubiquemos desde adentro y no nos coloquemos como simples espectadores, de manera que cualquier crítica refiera también una autocritica y que seamos irreverentes aunque eso signifique cuestionar las cosas más sagradas para nosotros, ya que la duda y la y la critica es una actitud esencialmente revolucionaria.
La realidad no es sólo apariencia, la realidad es sobre todo esencia, si pretendemos conocer la realidad debemos llegar a explicarla, establecer un análisis causal y no es unicausal, sino multicausal, aunque puedan haber algunas causas determinantes.
Desde el punto de vista electoral, tiene razón Aristóbulo que en matemáticas 98 es mayor que 65 y que por consiguiente si aplicamos la lógica matemática, -también lo ha dicho el Presidente Chávez- entonces lo que obtuvimos fue una victoria.
Pero debo señalar que cada vez que el Presidente refiere la utilidad de las matemáticas en los estudios sociales yo salto de preocupación, porque la lógica formal no es suficiente para explicar los fenómenos sociales, ya que la lógica que aplicamos a los temas sociales hay un factor subjetivo, que somos los seres humanos que “enredamos” a esa lógica matemática y la lógica social no es exacta como la matemáticas.
Nuestro proyecto político no está amarrado a la democracia liberal que se ha hecho realidad desde hace ya varias décadas en nuestro país y que aún, después de estos 10 años no hemos transformado. Esa democracia liberal que está todavía en la cabeza de mucho de nosotros y sobre todo de nuestro pueblo y que llegamos a justificar que lo mejor era el “equilibrio” en la Asamblea Nacional.
Nuestro partido, el PSUV, tampoco ha debido ser un partido que sólo se preocupe por ganar elecciones, que se preocupe también de las elecciones, pero que centre su esfuerzo en otros elementos que son más sustantivos para el avance del proceso revolucionario, como por ejemplo la conciencia del pueblo, la organización del pueblo en poder popular; que abra espacios permanentes para el debate y que le de al gobierno direccionalidad y control. Que el PSUV pueda llevar a algunos funcionarios, que se han aprovechado del erario público y castigarlos ejemplarmente o a aquellos que simplemente no les importa los resultados de la gestión en el “Buen vivir” de nuestro pueblo.
El PSUV lo debemos convertir en el instrumento estratégico, colectivo, de ejercicio pleno del centralismo democrático que dirija no sólo al gobierno, sino que conduzca la transición al socialismo, con la multiplicidad de tareas que eso implica.
No es posible que a estas alturas no hayamos todavía resuelto las diferencias y la relación entre partido, gobierno y organizaciones del pueblo y es tal la confusión que entonces convirtamos el consejo comunal en una estructura militante del PSUV y excluyamos al resto de ciudadanos y ciudadanas de nuestras barriadas de la organización natural del pueblo, porque no comparta nuestra militancia en el PSUV.
O lo que es peor, que pretendamos hacer análisis simplistas cuando vemos a la pequeña burguesía confundida como lo demostró en las elecciones del domingo pasado y en vez de abrir el debate con ellos para disminuir sus enormes incertidumbres y miedos que se los han inyectado a través del televisor desde que estaban pequeños; los despachamos acusándolos de oligarcas o de pitiyanquis. Cuando sabemos que los verdaderos oligarcas no son ellos, sino que apenas esta oligarquía pretende convertirlos en peones útiles de sus políticas sátrapas.
O cuando utilizamos la amenaza cada vez que alguien asume una posición critica, teniendo o no la razón, pero utilizamos el epíteto con el compañero, o lo acusamos de ser de la CIA o de alguna otra comparación peor que esta; o lo perseguimos difamándolo, por aquella máxima que el que “pega primero pega dos veces”. O cuando incluso estigmatizamos las protestas que se han atrevido realizar algunos sectores del pueblo y antes que interesarnos en conocer las razones que los motivaron, inmediatamente los acusan de escuálidos o traidores a la revolución y al Presidente.
Otro aspecto que es muy común en nuestros “cuadros” y en algunos funcionarios del gobierno, es considerar que el pueblo es pendejo, que el pueblo puede seguirse engañando, que el pueblo es fácilmente manipulable y a partir de allí entonces quisimos inaugurar obras para demostrar gestión, en los días anteriores a las elecciones, como si nuestro pueblo hubiese llegado ayer y no supiera que el resto de la gestión nuestros alcaldes, gobernadores y funcionarios en general han abandonado a ese pueblo. O creen que regalando sacos de cemento o comida o chantajeando a nuestro pueblo señalando que si no votan por los “rojos rojitos” van a perder tal o cual cosa, como si lo que este gobierno le ha dado al pueblo, fuera una dadiva y jugamos con las necesidades de nuestro pueblo. Ese pueblo si tiene conciencia y es tan sabio que se aprovecha de esas dadivas pero luego ejerce el voto como lo considera. Muchos opinaban que ellos no estaban votando por tal o cual diputado, sino que lo que los motivaba a dar el voto era el compromiso que ellos sentían y sienten por el Presidente Chávez.
No es reforma, no es socialdemocracia lo que queremos construir, para reformistas tenemos en la historia reciente bastante y ya entendimos que con reformas no hay cambio verdadero.
Los resultados electorales debemos convertirlos en enseñanza, debemos aprender de ellos, debemos aprender para avanzar, para transformar, para revolucionar.
Debemos retomar los acuerdos en el último congreso del PSUV, debemos retomar la militancia en las patrullas, debemos acelerar nuestra relación con el conjunto del pueblo: trabajadores, campesinos, estudiantes, pequeña burguesía. Debemos aislar a los verdaderos oligarcas y a sus partidos.
Debemos mantener el esfuerzo organizativo del 1 x 10, como una forma de mantener la relación con nuestro pueblo; debemos incorporarnos a impulsar el poder popular, a construir los consejos del poder popular a los distintos niveles y frentes. No hay tiempo de descanso como lo ha dicho y lo hace nuestro líder Hugo Chávez. El mañana llego hoy, tenemos el lobo en nuestra casa.
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