Eso es lo que hay: cuál revolución? (IV)

Quiero ser sincero y directo en este artículo y espero hacerme entender (o ser lo más claro posible para evitar malas interpretaciones). Ya las lecturas condicionadas por factores como el automatismo servil, la ceguera o el simplismo del intelecto, la ambición de poder,  la rabia o frustración que produce la puesta en manifiesto, la necedad que genera la pérdida de perspectivas, o por el talante acomodaticio, no se condolerán de mi esfuerzo de claridad; eso lo sé y no me amilana.

Empiezo por decir que los partidos políticos y los gobiernos que se sustentan en ellos para regir sus programas, así como las instituciones del Estado que se amarran a los partidos políticos para sostener su estructura, conducen su destino en función de su capacidad y en consecuencia todo aquello de lo que puedan quejarse o sorpenderse es, en última instancia, su obra.

Es por esta razón que percibo y anoto muy entrecomilladas ciertas sorpresas surgidas a partir de los resultados del proceso electoral del 26S.

En muchos de estos casos creo que no sería desatinado decir que tales sorpresas no son más que la prolongación de la ceguera que llevó a hacerle creer a muchos compatriotas en una victoria aplastante del PSUV (otra cosa era proclamarla a los cuatro vientos como estrategia política electoral, aunque una dosificación del tono triunfalista hubiese ahorrado algún bochorno y contribuido a sostener algunos votos).

En este tema preocupa que se evalue la obtención de la mayoría simple como una derrota, pues esto revela cuánto se ha arraigado en quienes así piensan la idea, y peor aún, la necesidad de la presencia absoluta del partido.

Y en este sentido caben serios cuestionamientos: a qué se le teme si se produce una amplitud de criterios y posiciones para el debate legislativo? O es que no ha sido la ausencia de profundidad, de amplitud y de real participación ciudadana en estos debates una de las probables causas del bochorno vivido por el PSUV? –y fíjense que no lo evalúo como derrota, sino como bochorno, como sofoco, como advertencia.

Esta necesidad de presencia absoluta no es acaso reflejo de una conducción monolítica del partido? Y no revela  una anomalía: la de la búsqueda de la victoria aplastante como mecanismo de supervivencia de esta conducción monolítica?

Obtener la mayoría simple en un parlamento está lejos de ser desfavorable a cualquier partido, gobierno o proyecto de Estado que se precie de ser democrático. Y esto lo explicó bien el propio presidente Hugo Chávez horas después de conocerse el resultado electoral.

Ahora bien, a la luz del dominio casi total que el PSUV mantuvo en la Asamblea Nacional del 2005 hasta la fecha, sí resulta sintomático el hecho de que no haya conseguido rebasar el límite de la mayoría simple. Y también –repito- bochornoso.

Una lectura positiva, libre de triunfalismos y de todos los factores condicionantes que mencioné en el primer párrafo, sería la de aceptar el elemento aleccionador que conlleva el resultado para impulsar el avance crítico y dialéctico sobre la conducción del partido y del proceso revolucionario bolivariano.

En lo particular me ha quedado claro que detrás del resultado laten diversos cuestionamientos, que pueden llevar un mismo prefijo: cuál revolución?

Estoy seguro de que para todos estos cuestionamientos hay respuestas y contrapartes positivas. Yo recojo, como lo he venido diciendo en los artículos de esta serie, las diversas expresiones, opiniones y quejas que escucho por las calles de Caracas, y cada una de ellas, en su conjunto, me proporcionaron una perspectiva muy cercana al resultado de las elecciones del 26S.

De igual manera me ha quedado claro que de esta actitud cuestionadora se desprende una verdad que pocos parecen comprender: el pueblo venezolano ha decidido sólo escuchar con atención a aquellos que quieren acompañarlo lado a lado en sus luchas y no a los brutos que pretenden darle órdenes o guiarlos como corderitos.


 negole2004@yahoo.com

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