Posición política del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) ante los resultados electorales del pasado 26 de septiembre de 2010

Un error histórico produce cambios en la correlación política

En la lucha de clases una vacilación inoportuna en el desenlace de la coyuntura principal puede tener consecuencias determinantes a largo plazo. Los cambios revolucionarios no son juegos florales entre las clases sino batallas sociales encarnizadas, en la que cada clase busca la extinción política e histórica de su oponente. La burguesía en Venezuela, desde Gómez hasta el presente, ha bañado de sangre, represión y explotación al pueblo venezolano, demostrando el verdadero rostro y sin afeites ideológicos de las clases dominantes en el país.

Un error táctico en el momento decisivo de la contradicción acarrea pues, consecuencias estratégicas. En esa dirección es evidente que la vacilación del gobierno chavista el 13 de abril de 2002, “perdonando” políticamente al “estado mayor” del push capitalista, aplastado por la audaz insurrección de las masas, tiene que ver en los magros resultados electorales del 26 de septiembre pasado.

Derrotados y salvados de la justicia popular por la conciliación del gobierno chavista, los conspiradores burgueses del sangriento golpe del 11 de abril, acción planificada por el Departamento de Estado Norteamericano, llevada a los hechos por la burguesía de Fedecámaras-Venamcham, el Episcopado, los gorilas militares y los partidos puntofijistas, pasa hoy su factura en forma de un inquietante revés electoral. Definitivamente los errores políticos se cobran a largo plazo.

Contrariamente al análisis conciliador del ex vicepresidente de la República José Vicente Rangel, las lecciones históricas de la lucha de clases en Venezuela, no arrojan disposición alguna a la paz democrática de parte de las clases capitalistas dominantes. Por lo tanto, es falso concluir, que el balance político y “las matemáticas” electorales nos obligan a tomar una posición colaboracionista con la burguesía monopolista y el dividido puntofijismo agrupado en la mal llamada Mesa de la Unidad Democrática.

La primera equivocación sobre el punto es pensar-como piensa Rangel- que en el proceso revolucionario venezolano simplemente existen “dos proyectos completamente diferentes”. La cuestión no es tan simple: existen no solo dos proyectos sino dos clases antagónicas e irreconciliables “completamente diferentes”, que es un problema más profundo y complejo.

Es decir existe la lucha de clases a muerte entre una burguesía explotadora de la fuerza de trabajo como centro de la crisis y del fracaso histórico capitalista, y el proletariado que como clase explotada despiadadamente por dicha burguesía, se esfuerza por librarse del yugo capitalista para convertirse en protagonista político del siglo 21. He aquí el quid de un asunto nada sencillo por cierto. (Ver JVR Elecciones y lecciones. Ultimas Noticias del 04 de octubre de 2010)

Por tal razón, creer lo que en el clímax de la euforia electoral afirman Fedecámaras-Venamcham, el archireaccionario Omar Barboza y sus lugartenientes Antonio Ledezma y el renegado Pompeyo Márquez, quienes aseguran que la derecha marcha ahora hacia “la reconciliación nacional… (y)…la vigencia plena de todas las libertades”, no solo es aceptar la hipocresía insoportable del capitalismo sino muestra de un colaboracionismo peligroso por parte de los sectores democráticos y revolucionarios. Porque precisamente la táctica pos electoral de la burguesía y el imperialismo norteamericano urge de propuestas colaboracionistas, en absoluto para ofrecer la paz y el entendimiento, más bien para debilitar la rebelión política de las masas, congelar la lucha de clases, aislar a los socialistas para desorganizar la defensa del proceso revolucionario y arrojar las corrientes revolucionarias al matadero. Fue esa la táctica favorita del imperialismo durante los años sesenta, repetida-aunque sin mucha suerte para la burguesía- el 11 de abril en Puente Llaguno (Ver de Omar Barboza “Preaviso” 4/10/2010 Últimas Noticias; de Ledezma y Márquez, artículos del 7 de octubre Últimas Noticias).

Comerse ese cuento de nuevo, es olvidar sospechosamente las triquiñuelas sobre la “paz” y la “democracia”, mil veces utilizadas por la derecha y el imperio para cubrir sus planes represivos y militares. Sería también burlar las razones que llevaron al Libertador Simón Bolívar a emplazar contra quienes en nombre de la “cordura” y la “paz”, clamaban porque los patriotas colaborasen con la corona española. Bolívar fulminó tan peligrosa vacilación con su célebre cuestionamiento “...la paz de los blancos sepulcros”.

Por tanto, en nuestro balance no discutimos si es necesario o no un compendio de “democracia” formal, de “convivencia racional” con la burguesía o si es necesario el equilibrio o la “estabilidad social” que propala la mentirosa burguesía criolla. Ese no es el punto para los socialistas ahora. El punto es como corregir los errores sin darle tregua a la burguesía y avanzar en firme y sin titubeos hacia el socialismo y el antiimperialismo.

Aplastada por la poderosa insurrección de masas del 2002-2003, pero no rematada políticamente por el gobierno nacionalista, la conspiración capitalista saca lecciones de la derrota, mide la debilidad estratégica de un enemigo incapaz de saldar cuentas reales con el capitalismo, acto seguido reorganiza sus fuerzas para volver a la carga contra el proceso revolucionario y el propio gobierno de Chávez que los había perdonado.

La burguesía golpista cambia de vestidura y aparece como “oposición legal”. Se dedica especialmente en los últimos siete años, a bloquear las medidas sociales del proceso revolucionario, estimula internamente la llamada “derecha endógena”, sabotea los planes de desarrollo nacional impulsados desde los sectores más conscientes y menos burocratizados del gobierno nacionalista. La derecha capitalista, dentro y fuera del proceso, organiza el boicot sistemático de las misiones, de la educación y formación socialista de la clase obrera y las comunidades, desplegando una intensa propaganda anticomunista contra los socialistas y la Revolución Cubana.

¿Objetivo inmediato de esa campaña? Sin duda crear desconfianza en las masas y filas revolucionarias, cuestionar la superioridad histórica del socialismo como sistema, pero al mismo tiempo pulsar la consistencia “anticapitalista” de muchos integrantes de la jefatura del PSUV, constatar las limitaciones del nacionalismo respecto a las reivindicaciones de la clase obrera y las comunidades.

Hechas las mediciones correspondientes, la burguesía se plantea fortalecer los vasos comunicantes de un sector del gobierno y el PSUV con la oposición, con el fin de debilitar las crecientes propuestas de socialización venidas desde “abajo”. Su plan es burocratizar al máximo los planes sociales del Estado, pero sobre todo, cerrarle el paso político del proletariado.

La pérdida de los 2/3 en la Asamblea Nacional y el virtualmente “empate técnico” de la votación global del PSUV con la derecha-que no es poca cosa-agregando a ello, la exhumación de verdaderos cadáveres políticos como el caso de AD, tiene mucho que ver con el mencionado error del 2002-2003, de perdonar a una burguesía monopolista en pleno liquidada políticamente por la insurrección de masas. He aquí una conclusión en absoluto descabellada ni radical de nuestra parte. Para su consideración basta tomar en cuenta lo siguiente:

La permanente polarización y tensión política extrema de las clases en Venezuela, que prácticamente comienza al siguiente día del triunfo electoral de Chávez en 1.998.
La naturaleza fascistoide de la “mayoría” opositora y sus planes anticomunistas.
El “plan B” del Departamento de Estado Norteamericano, inseparable de las bases militares estadounidense en Colombia, política central del reaccionario gobierno de Santos-Uribe.
El enredo ideológico de las masas entre nacionalismo y socialismo, debido tanto a la campaña anticomunista de la “oposición” burguesa como el empirismo teórico de los nacionalistas y la caricatura del socialismo, difundida por los “marxistas legales” (corriente del proceso que niega la lucha de clases y la dictadura democrática del proletariado contra los conspiradores y saboteadores imperialistas).
El gobierno nacionalista -y el propio Presidente Chávez- han cometido además graves equivocaciones en materia de gobierno, de alianzas, etc. Unos cuantos de ellos señalados por el movimiento marxista. Esas fallas tuvieron sus primeros reflejos negativos en la derrota del referendo constitucional del 2007, luego en la pérdida de gobernaciones claves hasta culminar en las recientes elecciones parlamentarias del 26 de septiembre.

Algunas de esas equivocaciones son notorias como por ejemplo: a) La evidente contradicción pública entre el discurso antiimperialista y anticapitalista del sector del Presidente Chávez y la gerencia –ni antiimperialista ni anticapitalista pero si burocrática- de la mayoría de sus funcionarios. Es decir, disparidad alarmante entre el dicho y el hecho, un señalamiento vox populi sin respuesta oficial por parte del gobierno y la jefatura del PSUV. b) El poco aprovechamiento de la mayoría absoluta en la Asamblea Nacional, para adelantar líneas estructurales anticapitalistas como la aplicación y complementación del artículo 113 de la Constitución Bolivariana que prohíbe los monopolios (privados). Su aplicación sería un hecho anticapitalista real y contundente contra el gran capital especulador y explotador. Por el contrario, la Asamblea Nacional continúa funcionando pro competencia como órgano de arbitraje, para evitar que los monopolios y oligopolios se peleen entre ellos. c) El otorgamiento de prebendas desproporcionadas a un capital financiero especulativo y en crisis mundial.

En ese mismo orden, la no socialización de la banca. El establecimiento de “asociaciones estratégicas” o empresas mixtas con el imperialismo petrolero y gasífero, recursos naturales que por su importancia a largo plazo, deben permanecer bajo propiedad absoluta del Estado. En torno a la “nacionalización petrolera” de los bolivarianos es sintomático que la derecha, acostumbrada a criticar hasta los estornudos del Presidente Chávez, no haya dicho “ni pio” respecto a esas empresas mixtas petroleras. d ) La no construcción de un partido de clases y el dominio abusivo del dedo burocrático dentro del PSUV por encima de las decisiones genuinas de su base, en materia de programa, dirección de partido y de Estado. e) La no demolición del obsoleto Estado capitalista a pesar de las favorables condiciones para ello. Incluyendo la importantísima estrategia (muerta al nacer) de fortalecer un doble poder paralelo al viejo Estado burocrático, que debía y debe ser abolido, construyendo un poder popular directo, capaz de aprovechar las novedosas formas de dirección de masas en funcionamiento, esto es: los sindicatos socialistas, los círculos bolivarianos, las mesas técnicas, las misiones, los consejos comunales, las empresas de producción social, las comunas, etc., que podrían ser embriones del poder popular y del nuevo Estado revolucionario.

En este mismo tenor crítico, ha habido una participación popular más declarativa que real, en la conformación del propio gobierno y del Estado al ser eclipsados los liderazgos naturales de base. El anulamiento práctico del poder popular, por parte de la burocracia y la derecha, oficialmente atornillada a dedo en las alcaldías y concejos municipales, controlando- ya por vía del presupuesto o aprovechando la ambigüedad de las propias leyes- el fortalecimiento político de los poderes populares mencionados. En otras palabras, la burocracia “del partido” ahogando en su cuna la participación directa de las masas, condenada sus organizaciones de lucha a extinguirse como a simples “juntas pro mejoras” del barrio, sin peso político alguno dentro del proceso.

Habría que destacar también aquí el desarrollo de una política de aliados en zigzag, formalista, emotiva, sectaria, excluyente, no respetuosa de la autonomía de los aliados revolucionarios y sobre todo la subestimación y – en unos cuantos casos- el atropello de los funcionarios nacionalistas contra el movimiento obrero, clase que el propio Presidente Chávez ha cuestionado como fuerza motriz del proceso revolucionario, cuestionamiento que es un contrasentido respecto al socialismo revolucionario.

Esta descalificación solo ha servido a la burocracia de derecha, al reformismo puntofijista incrustado en los sindicatos, gobernaciones, ministerios, alcaldías, en las instituciones y empresas del Estado, para no pocas veces reprimir las reivindicaciones laborales, utilizando los clásicos argumentos antiobreros del capitalismo, de que la clase obrera es corrupta, economista, que lo “único que sabe” es pedir, que no sirve para el “socialismo del siglo 21”, etc., olvidando quién produce con su fuerza de trabajo, la plusvalía, las ganancias del capitalismo y los abultados sueldos de la burocracia.

¿Qué hacer ahora? Se cae por su propio peso la necesidad de un giro de 90º en cuanto a la dirección y contenido del socialismo a desarrollar. 1) Que la clase proletaria asuma en los hechos, no solo en el discurso, su derecho histórico a dirigir y gobernar la revolución. 2) Buscar los mecanismos idóneos de unificación y desarrollo del partido proletario venezolano, paso determinante para echar adelante una verdadera revolución socialista. 3) Comenzar la disolución del obsoleto capitalismo de Estado y sus instituciones, desarrollar un nuevo Estado del poder popular directo ¡Esto es posible ahora!, impulsando las novedosas formas de organización política de las masas 4) Desplegar un gran esfuerzo unitario contra la derecha, debilitar su influencia en las masas políticamente atrasadas y neutralizar el plan golpista del revocatorio presidencial. 5) Enfrentar los planes electorales de la derecha para el 2011-2012, entre otras cosas revisando la nueva Ley Electoral y el método implementado por el CNE, institución que al lado del TSJ debe ser depurado de los funcionarios escuálidos en su seno. 6) Desechar el triunfalismo infantil, en el entendido que la burguesía juega todas las cartas legales y militares contra el proceso revolucionario. 7) Acoger como principio la crítica constructiva a fondo, desenmascarando con nombre y apellido a los “salta talanqueras”, expulsando de los cargos de dirección estatal y partidistas al puntofijismo disfrazado de “rojo rojito” y a la llamada derecha endógena. 8) Revisar con amplitud e internacionalismo, pero firmemente la política inmigratoria venezolana, particularmente las relaciones con el gobierno oligárquico de Santos dada la infiltración de paramilitares y agentes reaccionarios al país. 9) Establecer planes concretos y coordinados de castigo a los especuladores, congelación de precios, una revolución agraria y urbana de la vivienda, el ambiente y aplicación en firme de la convivencia ciudadana. 10) Declarar la guerra a la anarquía en los barrios y urbanizaciones, no seguir dando sospechosas vueltas sobre tan graves problemas sociales. 11) Desarmar a los conspiradores, a la delincuencia y a las policías, cuerpos absolutamente corrompidos que deben desaparecer, armar las milicias populares dirigidas por los sindicatos revolucionarios y las Comunas. 12) Desarrollar una política de aliados distinta, antiimperialista, no electorera. 13) Aplicar un programa de lucha antiimperialista y socialista de hecho. 14) Constituir un programa de ideologización socialista profunda, institucional y generalizada en el Estado, las comunidades y los sindicatos, para romper con la terrible alienación a la institucionalidad capitalista que prevalece en el seno del proceso, inducida por el liberalismo pequeño-burgués en su seno. 15) Revisar y aprobar mediante el voto popular las leyes orgánicas claves antes de enero de 2011. Como prioridad pasar a consulta popular el Proyecto de la Ley Orgánica del Trabajo (que nadie conoce) además de otros proyectos engavetados por la burocracia y el oportunismo que corroe la Asamblea Nacional.


partidorevolucionariod@gmail.com


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