En los países que han sido colonias tal como Venezuela, la oligarquía antipatriota local y los partidos políticos y empresarios mediáticos que le sirven como ejercito mercenario (tal como Primero Justicia, Un nuevo (¿…?) tiempo, Acción Democrática, el Nazional, Globovisión, Venevisión, Televen, etc) forman el núcleo duro de los enclaves transnacionales que reproducen el nivel de atraso histórico y la dependencia que requiere el Imperio para dominarnos. Para enfrentar esa situación, hemos propuesto en nuestra obra inédita: Del Capitalismo al Socialismo, la formulación concreta del modelo llamado revolucionario nacional, fase inicial de la sociedad socialista, comprometido con los procesos revolucionarios mundiales. Dicho modelo (o método según nuestro razonamiento) se fundamentaría en la nacionalización total o parcial de los medios básicos de producción, particularmente los dedicados a la producción de energía, el mantenimiento de la soberanía financiera, de la producción y distribución de alimentos para sostener la soberanía alimenticia, a la producción de servicios en el área de la comunicación, la información, la cultura y la educación y, finalmente, en nuestro caso particular, a la nacionalización del enclave capitalista extranjero .Este método supone como condición la existencia de una fase o frente político de lucha por la liberación nacional dentro de la lucha de clases en el cual pueden tener cabida igualmente los capitalistas nacionales patriotas y honestos, frentes que facilitaron la lucha por la liberación nacional en países como Argelia, Vietnam, Iran, Nepal, China, Nicaragua, EL Salvador, etc., entre otros. Los movimientos sociales tienen que organizarse como clase en su propio país ya que este es la palestra inmediata de sus luchas: esta lucha es nacional, no por su contenido, sino por su forma.
De lo anterior se asume que la vía democrática hacia el socialismo designa un proceso largo, cuya primera fase implica la impugnación de la hegemonía del capital monopolista, mas no la subversión radical de todo núcleo de las relaciones de producción, a riesgo de que las oligarquías subsidiadas por el imperialismo estadounidense puedan y logren efectivamente sabotear los procesos revolucionarios .
La política cultural socialista: método ideológico para el cambio revolucionario
La condición esencial para garantizar la transición de esta fase de nacionalismo revolucionario hacia la sociedad socialista, es la formulación de un proyecto cultural educativo destinado a formar los valores sociales y culturales, la conciencia crítica y reflexiva que debe animar a los ciudadan@s para que construyan y hagan crecer el socialismo. Como hemos expuesto en otra de nuestras obras dedicada a análizar los contenidos històricos, culturales y sociales de la Revoución Bolivariana:
“… Todo Estado nacional incluye en su proyecto político, pues, la producción y reproducción institucionalizada de una cultura, lo que equivale decir, que todo proyecto político es en sí mismo cultural y posee una expresión cultural. Una nación, entonces, como proyecto político, es un hecho cultural…” (Sanoja y Vargas-Arenas, 2008: 167).
La construcción del socialismo es parte consustancial de la lucha de clases, de la movilización ideológica donde deben prevalecer los sujetos políticos revolucionarios. Esta movilización ideológica es condición necesaria para que el pueblo –decía Lenin- pueda identificar aquel objetivo decisivo como una conclusión que se impone racional y culturalmente a partir de la educación, para que logre definir claramente lo que es posible lograr en esta fase de la lucha y –particularmente- cómo se podría dar la construcción del socialismo.
La ideología es el medio a través del cual opera la conciencia del ser. La ideología incluye tanto la cultura como las experiencias de la vida cotidiana, las doctrinas intelectuales, la conciencia de los actores sociales, los sistemas de pensamiento y los discursos institucionales de una sociedad dada. Solo es posible –según Lenin- crear una cultura de la Revolución, si se crean los medios educativos para conocer con precisión y objetividad el acervo de conocimientos conquistados por la humanidad bajo el yugo de la sociedad capitalista . De allí se deduce, como hemos señalado en otros trabajos (Vargas Arenas y Sanoja 2006: 185-2008) la importancia que tienen los Museos de Historia, Ciencia y Tecnología y los museos comunitarios para la formación de la conciencia histórica en los colectivos sociales. La elaboración de políticas culturales revolucionarias para ganar la mente y el corazón de los ciudadan@s, distintas a las de la cultura burguesa, es el componente más estratégico para la construcción del socialismo. De ellas depende, “si se actúa con buena decisión y dirección, que se logre humanizar los grupos de venezolan@s e igualmente a los ciudadan@s de otros países que han sido deshumanizad@s por el capital extranjero, alejándolos simultáneamente de sus tradiciones, de su pasado histórico y cultural, haciendo que su medio social y natural, su lengua, sus costumbres, sus valores morales y sus ideales sean extraños a esos pobres seres, cuya mente ha sido disociada sicóticamente por las campañas mediáticas traidoras para que acepten como suyos los del colonizador extranjero” (Quintero, 1968:112).
Si esa condición no se cumple, el Estado como práctica social de resistencia podría tornarse en una forma regresiva de capitalismo despótico burgués . Las movilizaciones ideológicas tienen un definido carácter existencial que se apoya a su vez en la movilización de la subjetividad individual de los hombres y mujeres comprometid@s con el socialismo. El objetivo de una política cultural revolucionaria es el de crear en los colectivos sociales una ideología revolucionaria que se concrete a su vez en una ideología de clase, sin la cual el asalariado se deshumaniza, zozobra en el pragmatismo y pierde la conciencia social y política sobre la necesidad de resolver los problemas que retardan o impiden el desarrollo soberano de su nación y de su clase social.
Como observó Engels (1975: 148-151), el mejoramiento y la resolución definitiva de las carencias que limitan la calidad de vida material, proceso que impacta las dimensiones culturales que conforman la subjetividad humana, es una condición necesaria para construir el socialismo, pero no es la meta final del mismo. Ello cobra particular importancia en los procesos revolucionarios que tienen como tarea -tal es el caso de Venezuela, Bolivia y Ecuador- resquebrajar regímenes capitalistas que se encuentran en crisis. En estos casos, la ejecución de acciones directas e inmediatas son las que tienen mayor urgencia e importancia.
La movilización ideológica de la sociedad con base a las experiencias, valores y símbolos del pasado, es un componente de la movilización nacionalista entendida como práctica social antiimperialista. Sin embargo, es igualmente necesario movilizar el futuro contra el presente: el logro de una sociedad justa como garantía de la victoria final sobre la injusticia presente. El imperialismo, como hemos visto, adopta también medidas preventivas contra el futuro utilizando el miedo como mecanismo de dominación, lo que se denomina movilización por miedo anticipado (Therborn, 1987: 99), tal como ocurre en Venezuela con la ofensiva mediática externa e interna, armada por las transnacionales de medios de comunicación privados, contra el movimiento bolivariano que lidera nuestro presidente Hugo Chávez.
El sistema ideológico de las sociedades nunca es estático, sino que cambia constantemente según las prácticas y condiciones históricas. Cuando aquel no constituye una amenaza seria para el régimen dominante, puede derivar en un simple cambio formal de los diferentes agentes políticos, de las condiciones que inciden en la formación de las nuevas generaciones, cosa que ocurriría, particularmente, en aquellos regímenes muy condicionados todavía por coyunturas dramáticas del pasado. Dichas coyunturas pueden influir también en los nuevos agentes políticos revolucionarios, desplazando el viejo discurso de los dominadores, determinando una nueva correlación de fuerzas diferente a la que existía en la sociedad anterior o en otras sociedades que experimentan similares procesos de cambio histórico. Esto puede llevar también –como en el caso de nuestra revolución bolivariana- hacia un tipo de movilización ideológica por el ejemplo que puede inspirar también contra-ejemplos en el discurso de las antiguas clases dominantes del propio u otros países, como es el caso en Bolivia y Ecuador en relación al proceso bolivariano venezolano. Las ideologías son un arma de doble filo, ya que así como pueden consolidar los sistemas de poder, mal concebidas pueden ser también la causa de su hundimiento y su desviación. Ésta es la tarea teórica y políticamente decisiva… pero la tarea no ha hecho más que comenzar (Therborn, 1987: 99-101).
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