El día 22 de este mes se cumplieron 142 años del nacimiento de Lenin y la ocasión es propicia para reivindicar principios básicos que guiaron al hombre que dirigió la primera revolución proletaria que se mantuvo en el poder mientras él vivió y que tras su muerte atravesó vicisitudes de diverso género hasta su derrumbe décadas después.
La publicación de las llamadas Tesis de Abril suscitó oposiciones según las cuales Lenin estaba cambiando el carácter de la revolución democrática burguesa por la tesis socialista. A Kamenev le responde que sus tesis no sólo no son socialistas sino que previene contra esa posibilidad cuando afirma que la tarea inmediata del proletariado “no es el socialismo”. A Plejanov le contesta que el monopolio del trigo lo impuso el Zar desde el comienzo de la guerra y lo que él, Lenin, plantea es que ese monopolio lo ejerzan los soviets; que la distribución de la tierra la realizaron los países capitalistas desde hacía muchos años en Europa Occidental. Nada de eso es socialismo y, por lo tanto, una falsedad atribuirle ese propósito a las “Tareas inmediatas del proletariado”, como era el título de las Tesis de Abril.
Aún más: Lenin sostiene en esos meses anteriores a la Revolución de Octubre y, en respuesta a periódicos que le hacían la misma imputación, que “el socialismo no se puede ´implantar´. Es el resultado del desarrollo de las fuerzas productivas, la maduración de las relaciones de producción y la conciencia de la población”.
Cinco años después, desde el poder, al término de la guerra civil, Lenin propugna la Nueva Política Económica (la famosa NEP), que al decir de Fidel, era el desarrollo del capitalismo con la clase obrera en el poder; en 1927, tras una guerra mundial desastrosa para Rusia y una guerra civil con intervención de las potencias capitalistas de la época, más desastrosa todavía, se alcanzaba el nivel productivo de 1913, el año estrella del zarismo. Aquello se consideró un hecho grandioso desde el punto de vista económico.
El gran aporte del marxismo ha sido el análisis social de los fenómenos históricos, es decir, desde el punto de vista de la lucha de clases. Como disciplina científica, parte necesariamente de la realidad social y en consecuencia:
- Toda revolución es original, enfrenta las realidades que cada país y cada época le impone y está obligada a impulsar la política económica que científicamente está planteada. Nadie discute la originalidad de la Revolución Cubana y en la actualidad está implementando una política económica cuyos principios básicos coinciden con la NEP leninista;
- El materialismo histórico es una ciencia porque parte de las leyes generales de la dinámica social y su modo de operar en cada realidad social. Su objeto es el ser humano único y diverso.
En síntesis, la transición al socialismo es un proceso complejo y lleno de dificultades porque está iniciando un sistema social contrario a la mentalidad de clase que ha predominado durante milenios. El talento político del revolucionario consiste en saber percibir el grado de conciencia de la población.
La unidad, organización y nivel político de la clase obrera es absolutamente indispensable y allí tiene que centrarse el esfuerzo principal. La transformación revolucionaria es de carácter social y no se trata de pugnas entre fracciones de la clase dominante por asumir la dirección del poder sino de las clases sociales que desplazan a la clase que ha ejercido el poder por un largo periodo histórico.
La maduración de las relaciones de producción, el desarrollo de las fuerzas productivas y la conciencia de la población son problemas sociales que se enfrentan con la clase social científicamente llamada a cumplir esa misión: la clase obrera.
Estos son los desafíos de la realidad social.