La lucha de clases se libra como un todo en la economía, la política y la ideología; la burguesía ejerce su dominio en todos estos campos y si el proletariado aborda la lucha como si se tratase de compartimientos separados está condenado irremediablemente a la derrota. Las relaciones dentro de las clases interesadas en el cambio social reclaman su estudio para sopesar las posibilidades de fuerza frente a la burguesía.
En la URSS y los países del Este europeo se dio a la clase obrera, al campesinado y a las capas medias reivindicaciones en materia de salud, educación, empleo, vivienda, etc. que hasta entonces no se habían conocido, al punto que los países capitalistas se vieron obligados a adoptar instituciones como el seguro social, por el temor de que los pueblos siguieran el ejemplo de los llamados “países del socialismo real”.
Sin embargo, la clase obrera no tuvo participación directa en el diseño y ejecución de la política y una capa burocrática sustituyó a la clase obrera, condujo al desmejoramiento de los servicios y a la corrupción y finalmente al capitalismo. Se produjo el fenómeno sorprendente de que no hubo obrera u obrero que saliera a defender el que se suponía era su sistema. La satisfacción de los problemas económicos no significó para la clase obrera su desarrollo político e ideológico.
En contraste, Cuba ha padecido privaciones de diverso género y, no obstante, mantiene su socialismo y el imperialismo yanky no se ha atrevido a invadirla, como lo ha hecho con países que se encuentran a miles de kilómetros de su territorio.
La solución de los problemas sociales es tarea indispensable para el gobierno revolucionario porque esos problemas son el reflejo de la irracionalidad del sistema capitalista y constituyen la justificación de la revolución. Pero la exclusiva solución de estas carencias es un paternalismo que no significa la transformación de la estructura social, la cual no puede llevarse a cabo sin la participación política directa de la clase obrera.
En síntesis, la necesidad de asumir el poder político es condición necesaria para abrir el camino al socialismo. La elevación de la consciencia ni la transformación económica pueden consolidarse sino hay participación política de la clase obrera. La práctica política es el criterio de la verdad.
Con ello queremos decir que la política constituye el centro de la confrontación de las clases, que allí se decide el resultado de la lucha.
El conocimiento de la burguesía para precisar sus contradicciones y escoger el sitio y el momento para dirigir el golpe principal, así como el conocimiento de las clases objetivamente revolucionarias son elementos requeridos para desarrollar una política acertada.
Si insistimos en el caso de Cuba es porque la pequeña isla representa el más claro ejemplo de que el correcto manejo del materialismo histórico constituye un arma más poderosa, en determinadas condiciones, que todas las armas y los recursos materiales. Para muchos, incapaces de percibir la fuerza que encierra el marxismo, es un verdadero misterio que el imperialismo yanky, el más poderoso de la historia, no haya logrado derrotar a la Revolución Cubana apenas a 90 millas de su territorio.
Este es un hecho de un extraordinario ejemplo para los revolucionarios venezolanos, no sólo por la cercanía geográfica y por la similitud histórica sino por el éxito en el enfrentamiento con enemigo tan poderoso. La unidad de la clase obrera y la brillante dirección política explican fenómeno tan prodigioso.
La especial atención a la organización y unidad de la clase obrera es condición primaria de la Revolución.
