No pocas veces, hoy día, intelectuales de la izquierda han terminado por creer, sin desconocer el inmenso valor de las ideas de Marx en tiempo pasado, que ya el marxismo no puede ser aplicado a las realidades del mundo actual. ¿No podremos saber nunca qué piensa Marx sepultado en un cementerio de Londres, donde aún se le cantan loas al conservadurismo del fabianismo inglés? Lo que si me atrevo a decir es que si Engels, Lenin, Trotsky y Rosa Luxemburgo -entre otros ya cadáveres- resucitasen, desenvainarían espadas para defender el marxismo con disparos de argumentos y conceptos irrefutables. Y eso, el Dios de los milagros no lo puede permitir, porque a Jesucristo se lo devolvieron al Cielo, luego de resucitado, sin poder haber hecho realidad la utopía de su Reino Celestial: la liberación filantrópica de los pobres dejando los medios de producción en manos de los ricos.
Precisamente, en una polémica sobre el Socialismo -primero en Alemania y luego en Rusia después de muerto el camarada Lenin- emanaron ideas que sólo tenían cabida para una ciudad en el Sol pero no sobre la Tierra. Ni Marx, ni Engels, ni Lenin, ni Trotsky, por ejemplo, jamás creyeron en la posibilidad de construir el socialismo en un solo país. Al triunfo de la Revolución Proletaria en la Rusia del octubre de 1917, Lenin elaboró la "Declaración de los derechos del pueblo trabajador y explotado", la cual fue aprobada, sin que nadie se opusiera, en la Asamblea Constituyente, aunque ésta murió casi al nacer. Lenin decía, teniendo en cuenta que la Revolución Proletaria se había producido en el eslabón más débil de la cadena capitalista europea, que la tarea primordial de esa Revolución era " el establecimiento de una organización socialista de la sociedad y la victoria del socialismo en todos los países". Incluso, el mismo Stalin a tres meses del fallecimiento de Lenin en 1924, decía: "Bastan los esfuerzos de un país para derribar a la burguesía; la historia de nuestra revolución lo demuestra. La victoria definitiva del socialismo, para la organización de la producción socialista, los esfuerzos de un solo país, sobre todo si es campesino como el nuestro, son ya insuficientes: se necesitan los esfuerzos reunidos del proletariado de varios países avanzados". Eso, para los marxistas, no tenía duda de ninguna naturaleza. Pero al poquísimo tiempo de desaparecido el líder, brotó una especie de manantial contaminado y desviado de curso al nacer. Surgió, entonces, esa macabra idea escrita en una lápida que decía así: "El que haga intervenir en este caso el factor internacional, no comprende cómo se plantea el problema y embrolla todas las nociones, sea por incomprensión, sea por deseo consciente de sembrar la confusión". Se refiere para la construcción del socialismo. De esa manera el gobierno soviético le salía al paso a la propuesta de un grupo de bolcheviques que exponían lo siguiente: "Sería radicalmente erróneo creer que se puede ir hacia el socialismo a una velocidad arbitrariamente decidida cuando se está rodeado por el capitalismo. El progreso hacia el socialismo sólo estará asegurado cuando la distancia que separa a nuestra industria de la industria capitalista avanzada ( ) disminuya evidente y concretamente, en lugar de aumentar".
Los propulsores del socialismo en un solo país cometieron la gravísima falta de respeto a los creadores del marxismo (Marx y Engels), diciendo que éstos ignoraron la ley del desarrollo desigual, porque ésta no existía y sólo fue descubierta por Lenin. Ni siquiera se dieron cuenta que "descubrir" trata de algo que ya existe y, por una u otra razón, desconocieron que fue precisamente la ley del desarrollo desigual la que hizo posible " que la contradicción entre la técnica y las relaciones de propiedad del capitalismo provocara la ruptura de la cadena mundial en su eslabón más débil. El atrasado capitalismo ruso fue el primero que pagó las insuficiencias del capitalismo mundial. La ley del desarrollo desigual se une, a través de la historia, con la del desarrollo combinado", al decir del camarada Trotsky. Los Webb, por ejemplo, llevaron a la Unión Soviética su salsa inglesa que servía para el pavo pero no para la pava. De esa forma se sumaron al revisionismo descarado de la doctrina marxista diciendo que Marx y Engels no podían creer en la posibilidad de construir una sociedad socialista aislada del capitalismo, simplemente, porque jamás se imaginaron el desarrollo del comercio exterior a nivel de monopolio. Si Marx y Engels no hubiesen pensado en eso, no habría doctrina marxista sobre el socialismo. Ahora, medir la construcción del socialismo por el monopolio del comercio exterior es como medir la importancia de las vías de comunicación exclusivamente por los peajes sin importar quiénes son los dueños del asfalto, de la maquinaria, quién es el propietario del capital, quién es el propietario de los ferrocarriles, es decir, de los medios de producción.
Frente a verdades o críticas constructivas irrefutables la burocracia suele responder con ira y cuestionamiento de todo razonamiento científico que le pongan por delante. Por eso en los debates doctrinarios y ante la enseñanza de la experiencia y del conocimiento de las ciencias, fundamentalmente sociales, hubo reacciones, para refutar a quienes conciben importancia capital a los factores internacionales para poder construir el socialismo, que fueron recogidas por un excomunista llamado Petrov, y las describió de la siguiente manera: "¡Cómo! ¿No podemos hacer nosotros mismo la felicidad de nuestro país? Si Marx piensa otra cosa, no importa, no somos marxistas, somos bolcheviques de Rusia". Los expositores de la teoría del socialismo en un solo país argumentaban que Rusia tenía suficientes recursos naturales para tal fin, es decir, para hacerlo realidad dentro de sus fronteras geográficas.
Bujarin, tenido por Lenin como un excelente economista pero que carecía del conocimiento de las leyes de la dialéctica, llegó a decir lo siguiente, contradiciendo toda la esencia no sólo del marxismo sino, igualmente, todo lo que había dicho y se había demostrado en la práctica por Lenin: "Las diferencias de clase en nuestro país o la técnica atrasada no nos conducirán al fracaso; podemos construir el socialismo aun en este terreno de miseria técnica; su crecimiento será muy lento, avanzaremos a paso de tortuga pero construiremos el socialismo y lo terminaremos ". Marx, aun siendo joven, había dicho muchos años atrás que con una técnica débil o atrasada lo que realmente se socializa es " la necesidad, y la penuria provocará necesariamente competencias por los artículos necesarios que harán que se regrese al antiguo caos". Cójase ese trompo en la uña. ¿Acaso eso no es lo que ha acontecido en la desintegrada Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas como en todas esas naciones de Europa que ficticiamente anunciaron al mundo la construcción del socialismo completo?
El
marxismo, bien interpretado por líderes revolucionarios, es un arma tan
poderosa de previsión de futuro que en la década de los veinte (1927 más concretamente) del siglo pasado
se predijo, con exactitud asombrosa, el destino de la Revolución Rusa. Lean
esto del puño y letra de un grupo de bolcheviques execrados por el Estado
Soviético: "El socialismo tendrá que
Sabiéndolo de memoria pero no reconociéndolo por oportunismo, muchos quisieron desligar y crear serias diferencias entre los marxistas y los bolcheviques cuando el bolchevismo -en tiempo de Lenin- asumió el marxismo como su única doctrina de guía. Pero ciertamente, sí hubo bolcheviques que no eran verdaderos marxistas pero los verdaderos marxistas sí eran bolcheviques, por lo menos, en la época en que vivió el gran conductor revolucionario, el camarada Lenin. Por todo lo dicho anteriormente pienso que en la Venezuela del proceso bolivariano hemos entrado en un período de choque de las ideas y si lo sabemos desarrollar -con discusiones, debates, polémicas, reflexiones y respeto pero con argumentos serios y científicos- tendremos como resultado la creación de nuevos valores en provecho del conocimiento, de la conciencia y del mismo progreso del proceso revolucionario. Creo que, entre otros elementos, para entender correctamente el proceso bolivariano, las organizaciones y los partidos políticos que le apoyan como sus limitaciones en este tiempo de dominación del imperialismo sobre todo el resto del mundo capitalista, es necesario que no olvidemos jamás algo que nos enseñó el camarada Trotsky cuando dijo: " las clases son heterogéneas, desgarradas por antagonismos interiores, y sólo llegan a sus fines comunes por la lucha de las tendencias, de los grupos y de los partidos. Se puede conceder con algunas reservas que un <partido es parte de una clase>. Pero como una clase está compuesta de numerosas capas -unas miran hacia adelante y otras hacia atrás-, una misma clase puede formar varios partidos. Por la misma razón, un partido puede apoyarse sobre capas de diversas clases. No se encontrará en toda la historia política un solo partido representante de una clase única, a menos que se consienta en tomar por realidad una ficción policíaca".
A ninguna generación, y esto es de humano entenderlo por muy grandiosos que sean sus líderes políticos e ideológicos, le está permitido históricamente saltar sobre su propia cabeza ni siquiera con una garrocha. La historia también es así porque, entre otras cosas, la forman generaciones humanas que se van desplazando unas a otras aprendiendo las nuevas lo que de valor deben asimilar de las viejas. Este mundo actual, sin duda, requiere de bolcheviques marxistas -sin desprecio ni prejuicio contra otras formas de pensamiento revolucionario- como de grandes discusiones, debates, polémicas y reflexiones sobre las categorías históricas tal como lo han propuesto, entre otros líderes, los camaradas Fidel y Chávez.