De victoria en victoria y de fracaso en fracaso
En política nada ocurre al azar, ni por buena leche y tampoco por coincidencia. Las victorias y las derrotas electorales son fruto del trabajo de un grupo de personas cuyos esfuerzos serán premiados o no, en función de la sinceridad del mensaje, de los objetivos propuestos y de los logros obtenidos durante el ejercicio del poder en períodos anteriores.
Los actores políticos deben cavilar que su mensaje va dirigido a seres pensantes, capaces de analizar y discernir sobre la información enviada, sin desmerecer al público que recibe las propuestas electorales. No todas las personas poseen mentes televisivas que creen ciegamente en el mensajero sin examinar detenidamente los ofrecimientos.
A la llegada al poder de mi comandante Chávez, por medio de elecciones en año 1999, entre sus promesas electorales estaba la refundación de la república y para eso convocó a una Constituyente. A partir de allí se iniciaron las victorias tras victorias, se concretaron logros en materia económica, social, política, territorial y el reconocimiento de su liderazgo en el ámbito internacional. Luego del primer triunfo comienza el fin de la oligarquía en el poder, la visibilización y el resurgimiento de la masa olvidada, los sin patria, los sin nada. Ciertamente, los seres que no tienen posibilidad de alimentarse, de acudir a un hospital, sin una vivienda digna donde resguardarse, sin opción a una buena educación y mucho menos disfrutar de momentos de recreación, sencillamente no poseen patria.
Con aquellos grupos humanos se encontró mi comandante Chávez cuando arribó al poder. Una nación con las mayores reservas mundiales de crudo, pero con 80 % de pobres, no por carencia de riquezas, sino que ésta le llegaba sólo a un reducido grupo de venezolanos. Una Venezuela cuyos recursos petroleros se entregaban a los consorcios económicos internacionales.
Una vez que Chávez asume la presidencia comprendió la necesidad inexorable de cambiar de raíz este estado de ignominia. Se inicia el fin del neoliberalismo, la renacionalización para la recuperación de las industrias privatizadas durante la Cuarta República. Luego de la llegada de la Quinta Republica y la proclamación de una nueva Constitución, los pobres vislumbraron que su estado de infame miseria no era algo natural, sino consecuencia de la desigual distribución de la riqueza. Era impostergable la instalación del Poder Popular para el verdadero ejercicio de la democracia. Comienza así la Democracia Participativa y Protagónica, parte de la oferta electoral de Chávez. Con la llegada de una nueva forma de gobernar los antiguos sin nada, los que sólo estaban en la Venezuela de la Cuarta República únicamente para depositar un voto cada 5 años, comienzan a tener presencia, además del voto, adquieren vocería y participación activa en las decisiones de su comunidad. Con Chávez el sufragio popular se convierte en un arma para triunfos reiterados.
Con mi comandante Chávez resurge la Venezuela anti-imperialista, la heredad de nuestros próceres: Bolívar, Miranda, Sucre, Urdaneta, entre muchos de los que lucharon con denuedo para liberar el país de la Corona Española. Pero no sólo bastaban las elecciones para reconstruir la patria y continuar con nuestra independencia suspendida por más de 180 años, lo prioritario fue la nacionalización de la faja petrolífera de Venezuela. Asimismo, había que crear nuevas leyes como la Ley de Tierra, la de Pesca, Educación, leyes para darle presencia a las diferentes etnias indígenas. Era indispensable eliminar los latifundios, entregarle la tierra a quien la trabaja, excluir la pesca de arrastre, devolverle a los pueblos originaros sus antiguas heredades y crear un nuevo ciudadano, comenzando desde los Simoncitos, seguido por las escuelas y liceos Bolivarianos, hasta la creación de varias Universidades y el proyecto Canaima Educativo.
El camarada Hugo transita heroicamente los caminos de la Revolución Socialistas Bolivariana, una revolución pacífica inspirada en el árbol de las tres raíces (Bolívar, Simón Rodríguez y Zamora), en el cristiano primitivo y una fuerte dosis de chavismo. Nuestro comandante comprendió sabiamente que la doctrina sin una praxis no tiene sentido. Los antiguos excluidos se convencieron, luego de sucesivas victorias, que las misiones eran el resultado de un concepto del ejercicio del poder, es decir: gobernar obedeciendo. Con la creación de las misiones sociales, millones de venezolanos actualmente disfrutan de alimentación, educación, salud, vivienda digna y recreación.
Mi comandante Chávez no transformó las reiteradas victorias en laureles para exhibir sus triunfos, sino en trabajo continuo, un hombre cuya prioridad es el pueblo y por eso sacrificó su salud, sus ambiciones particulares y parte de sus propias fantasías. Era indispensable rehacer la patria y reafirmar nuestra independencia. No había tiempo para las traiciones, para las envidias chiquitas, para las mezquindades de los oligarcas. Lo importante es Venezuela y para eso le dio presencia en el ámbito internacional con la creación de Petrocaribe, UNASUR, ALBA, CELAC, el resurgimiento de una nueva institucionalidad regional, además de la fundación de Telesur, el ingreso a Mercosur y la puesta en funcionamiento de los satélites Simón Bolívar y Francisco de Miranda.
Imposible dejar de lado el desarrollo económico de Venezuela como consecuencia de la baja de la inflación, el crecimiento de las Reservas internacionales, el aumento del PIB por varios trimestre seguidos, la reducción de la tasa de desocupación, el crecimiento del cupo universitario, la baja de la mortalidad infantil, los logros con el convenio Cuba-Venezuela, la lucha incansable de mi comandante para mantener el precio de cesta petrolera los grandes beneficios sociales a través de la misiones. Por todo esto es que la Revolución Bolivariana transita de victoria en victoria desde el año 1999 y seguramente continuará por muchos años.
No cabe duda, detrás de varias victorias, hay numerosas derrotas, es decir si hay triunfadores, también hay fracasados. En nuestro caso particular son varios, comenzando por el más notorio, el Departamento de Estado de los Estado Unidos que ha intentado derrocar al camarada Chávez en diversos intentos, el sionismo internacional financista de grupos opositores de nuestra nación, la lambiscona oligarquía criolla, Fedecámaras, los medios de comunicación privada, los partidos políticos tradicionales agrupados primero, en la fenecida Coordinadora Democrática y luego, en la fracasada Mesa de la Unidad. Igualmente, al anterior grupo de derrotados se unen los nuevos partidos políticos engendrados en huevos de dinosauros, dado que aparecieron con los mismos vicios de la Cuarta República y las mismas ambiciones infectas de sus líderes corruptos. Todas las instituciones arteras anteriores lo único que han hecho es entorpecer la gestión de mi comandante Hugo con miras a entregar el país a las grandes corporaciones internacionales y a la funesta e improductiva oligarquía criolla. De allí las reiteradas derrotas electorales sufridas por estos grupos políticos y económicos, que buscan con ampuloso y académicos eufemismos justificar sus continuas derrotas electorales.
Por fortuna, Venezuela cuenta con un líder, el camarada Hugo Chávez, quien conoce el arte de la persistente evolución y, con hábil mano, ha logrado guiar el movimiento revolucionario de una gran masa de hombres y mujeres hacia un futuro seguro e indetenible. Nuestro comandante está disfrutando el tiempo de las heroicas ocasiones, acompañado con una sucesión de logros evidenciados en la vida para vivir de un pueblo y no en la vida para morir. Ciertamente la vida del camarada Hugo no ha sido fácil, una existencia de sacrificios para el beneficio de los pobres y el engrandecimiento de su patria. Es bueno recordar que el hierro se templa y se hace fuerte pasando del fuego abrasador al frío del agua. Mientras el tiempo hace lo suyo, renacen en el mundo millones de bosques de esperanzas, con el anhelo de su pronta recuperación y de su seguro regreso para la toma del timón de una gran nave llamada Venezuela. Larga vida a mi comandante Chávez.
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