En los últimos análisis elaborados por este autor, publicados en este por este medio, el martes 09 de octubre de 2012, http://www.aporrea.org/
Analizábamos, la unidad en torno a un nuevo liderazgo político, como un hecho imprescindible para sostener unas políticas estratégicas que van configurando un nuevo Estado, por lo tanto, lo que está se juego es la construcción de un nuevo modelo de sociedad. La gestión gubernamental, para ello debe hacerse cada vez más efectiva, eficiente y transparente. Se requiere por tanto, una nueva concepción de la gestión pública, de la gerencia y los servicios que presta la administración pública en todos sus niveles, incluyendo el comunal.
Este escenario, sigue siendo el mismo después del fallecimiento del Líder del Proyecto revolucionario, el Comandante Hugo Chávez. Y este reto debe ser asumido por Nicolás Maduro al frente del nuevo gobierno bolivariano.
Es necesaria la progresiva depuración de cuadros y dirigentes incompetentes, ineficientes y poco preparados para los cargos de dirección, incluyendo Ministros y Viceministros. En paralelo, se debe ir consolidando una verdadera estructura de formación político - técnico, que empiece a operar en la urgente preparación y capacitación de una nueva generación de cuadros gerenciales que ocupen los cargos en las instituciones del Estado (Crear una Escuela de Gobierno y Administración Pública), con nuevos mecanismos y esquemas de organización, funcionamiento y de gestión, porque al fin de cuentas, el problema no está en cambiar de personas en cargos directivos, sino cambiar las formas de gestión. Eso incluye el reto de establecer mecanismos de control de la gestión pública que verdaderamente hagan más eficiente la gestión gubernamental.
En este punto, el presidente Nicolás Maduro, anunció la Misión Eficiencia o Nada, y todo parece indicar, por lo menos en la visión discursiva de la política, que una preocupación focal será emprender una lucha incansable contra la corrupción política y administrativa, que es un mal endémico de la sociedad y del aparato administrativo del Estado.
También es cierto, que la lucha contra la delincuencia, contra el desabastecimiento, el acaparamiento de productos alimenticios es fundamental. Para ello se requerirá de un poderoso mecanismo de supervisión y mecanismos de sanción. Sin embargo, esta es una parte del problema, porque se requiere ciertamente de revisar la política de producción y distribución de los alimentos, sobre todo en las empresas productivas que dependen o se apoyan del financiamiento estatal. La ineficiencia, el burocratismo, la falta de visión gerencial, el despilfarro de los recursos públicos, son elementos que deben ser revisados y corregidos inmediatamente.
Sin duda alguna, este reto lo puede asumir un gobierno revolucionario, y por más que se empeñen distintos sectores en decir que 14 años de gobierno han sido suficientes para atender esta problemática, hay que saber que el recorrido es largo, difícil y complejo, porque la lucha no es contra un empresario o un sector en particular, la lucha es contra un modelo impuesto, que tiene mecanismos articulados para promover y resistirse a los cambios, son el poder político, económico y empresarial internacional, y sus bases de apoyo nacional.
Un gobierno distinto al revolucionario, pondría la producción y la distribución en manos de operadores económicos y comerciales oligárquicos, privatizaría las áreas estratégicas de producción de bienes y servicios del país, y devolvería al mercado sin regulación del Estado, las políticas de desarrollo nacional, con las consecuencias ya conocidas en Europa y el resto del mundo en los tiempos de hoy, y en América Latina hace más de una década atrás.
Es por ello, que en lo político, lo táctico y lo estratégico, el Comandante Chávez al nombrar a Nicolás Maduro, como el candidato de la revolución para liderar la nueva etapa estuvo bien claro en que la unidad de las fuerzas revolucionarias era fundamental. Pero además, el Comandante seguramente valoró algunos elementos que aseguraban dicha unidad en torno al nuevo líder:
a) Nicolás Maduro, es un político que viene de las luchas sindicales;
b) Es un civil, elemento importante para la idiosincrasia y cultura política venezolana.
c) Ha asumido cargos de responsabilidad estratégica, con lo cual ha experimentado en vida propia la visión de gestión gubernamental al más alto nivel;
d) Es un dirigente con mayor grado de maduración política, ideológica y personal,
e) Ha desarrollado y consolidado equipos de trabajo políticos dentro de la sociedad y del partido con el reconocimiento debido;
f) Ha demostrado gestión responsable al frente de la AN y Cancillería
g) Es un político de reconocimiento y contactos internacionales, sobre todo, con los líderes políticos latinoamericanos, lo que garantiza una continuidad en el nivel de confianza político establecido en las relaciones exteriores del país.
Estos elementos, seguramente muy bien valorados y sopesados por el Comandante, son cualidades que nos hace confirmar nuestro apoyo a Nicolás Maduro, son puntos estratégicos que pesan a favor del nuevo conductor de la revolución. Sin embargo, teniendo en cuenta que habrá cambios en la forma de hacer política, pues Maduro no es Chávez, pero si su heredero político, el reto estará en construir su propio liderazgo y compartirlo.
Después de 14 años, el gobierno revolucionario aún no tiene una estructura sólida política, ideológica, y de gestión gubernamental que acelere la revolución sin tener que depender de un solo hombre. Y en este sentido, la revolución deberá establecer mecanismos que organicen, y estructuren una sólida gestión, eficiente, y de calidad, con un liderazgo colectivo, y apoyado en sólidos movimientos sociales. Se abre la puerta para una forma de conducción política más racional que carismática.
Lo que está en juego este 14-A son dos modelos antagónicos de país (Capitalismo Vs. Socialismo), son dos concepciones históricos y políticos, dos bloques de poder, que ponen sobre la mesa la concepción de sociedad a futuro. De allí que el debate en estos términos se mantiene, no pierde vigencia, y se ha demostrado en esta campaña electoral.
Ahora bien, existen elementos que no pueden ser excluidos del debate político, después del 14-A, y es la necesidad de acordar mínimos elementos comunes que hagan viable la gobernabilidad y la gobernanza. Llegar a acuerdos y saber manejar los disensos dentro de la sociedad democrática es prioritario, pero no bajo el esquema de la democracia representativa, sino en una democracia más abierta, y participativa, donde no necesariamente significa que se van a negociar los valores y los principios. Este deberá ser un elemento central en la que debemos enfocarnos como gobierno a partir del triunfo del 14-A.
Por último, la voluntad política y el apoyo direccionado de la alta dirigencia del Estado y de los partidos políticos que coadyuve en la transformación del aparato de la administración pública serán fundamentales. Así como también, seguir desarrollando los mecanismos y esfuerzos por empoderar al pueblo para que promueva, diseñe y formule sus proyectos de desarrollo locales, que estén articulados al Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social del país, y que a su vez, se genere una ciudadanía contralora de los recursos, porque a mayor conciencia y responsabilidad en el manejo de los recursos, en la rendición de las cuentas, mayor será la efectividad y calidad de las políticas públicas.
*Politólogo
josermendoza@hotmail.com