La Revolución Bolivariana: el desafío con las familias venezolanas

Advertencia del autor: no apto para ideólogos pervertidos ni dogmáticos.

Ante las venideras elecciones locales del próximo 8 de diciembre sería importante poner sobre el tapete sociopolítico una nueva cosmovisión de la Comuna en la psique colectiva, a saber de la importancia social de las familias y considerando el obligado papel de los gobernantes locales por construir la nueva ciudadanía venezolana desde el poder popular, desde el gobierno de calle.

La idea básica que se quiere expresar es que la Comuna debe reposicionar al ser humano como centro articulador de sus propias relaciones; no que la economía condiciones las relaciones humanas. La Comuna, en lugar de ser entendida como una asociación económica-territorial que tiene por objetivos alcanzar el Estado Comunal e independizarnos del sistema económico imperial global, debiera poderse reinterpretar como un estilo de vida humana que, basado en los principios de fraternidad, justicia, igualdad, solidaridad y libertad, busca garantizar el bien común (individuo-colectivo-naturaleza).

De manera muy concisa y bastante eficiente, el Prof. Martín Guédez (2009) conjuga los elementos mencionados al señalar que la causa final de la Comuna es el bien común que no puede ser alcanzado por cada una de las personas por sí mismas y de espaldas a la Comunidad. La causa formal de la Comuna es la unión moral que consiste en una serie de derechos y deberes mediante los cuales sus miembros laboran por el bien común[] tanto en la causa formal como en la causa final se encuentran las características propias que elevan la Comuna a la condición superior de socialista. La unión tiene la solidaridad como fundamento y la moral condicionada siempre por la justicia como plenitud. El fin de todos los esfuerzos es el bien común.

A mi particular y según lo expresado por el Prof. Guédez, el principio clave para lograr el bien común es poder lograr una efectiva unión moral en la sociedad. Pienso además que para ello habría que REPOTENCIAR EL PROTAGONISMO DE LAS FAMILIAS como núcleos de la sociedad y del poder popular revolucionario.

En este sentido, son precisamente las familias aquellos cimientos sociales que más están sufriendo los embates del estatus quo imperial fosilizado; no son los individuos, no son los colectivos organizados, no son los gobiernos de izquierda, no son las economías, no son las expresiones culturales. Son las familias porque ellas sencillamente son la base de una nueva y civilizada sociedad humana: la Comuna.

En el contexto del asalto a Libia empezaron a darse llamados de atención sobre que las oligarquías interesadas en la implantación del Nuevo Orden Económico Mundial estaban encontrando que su único enemigo real eran las RAÍCES CULTURALES, AFECTIVAS Y MORALES QUE SON SEMBRADAS POR LA FAMILIA. Sólo las familias estaban frenado su proyecto de difusión de la tecnocracia amoral como modelo de vida, la reproducción de sus pseudo-valores y su control social. En este caso, la familia tendría que ser destruida.

Bajo esa mirada, la interrogante sobre cómo fortalecer a las familias debe ser inexorablemente contestada. Hay que entender la dinámica actual y la dinámica ideal de la familia como base social y revolucionaria.

Sin pretender dar un recetario y prefiriendo que la discusión se habrá a lo largo y ancho de la patria, una primera aproximación gira en torno a que la familia necesita un espacio propicio para su funcionamiento. Esto no solo es tener una vivienda, es más bien tener un hogar. Muchas veces podemos encontrar fastuosas residencias donde lastimosamente cada quien vive aislado, ahí podemos observar como sus habitantes tienen mayor filiación afectiva con su carro, con su novedoso celular o con su vestuario; no con su madre, padre, hijo, abuelo o hermano. Esas personas se convierten en individuos autómatas aislados.

Para construir el hogar se requiere tiempo, voluntad y amor. Tiempo para compartir las experiencias de la vida y educar los buenos principios, voluntad para querer compartir con nuestros allegados y amor para sellar la unión entre los integrantes. Ciertamente, hoy mucha gente siente que no tiene tiempo para compartir con la familia; se prefiere aprovechar el tiempo para descansar o seguirse aislando; y el amor familiar se encuentra bastante quebrado porque el sexo, la violencia, el alcohol, las drogas, y el desmedido entretenimiento han tomado su lugar.

Una de las características del tiempo actual es su marcado clima familicida: hombres empedernidos, mujeres sin recato, los jóvenes ya no saber cortejar, las jóvenes ya no se hacen respetar, quedan pocos viejos sabios capaces de guiar adecuadamente, los medios de comunicación promueven las infidelidades y la sexo-diversidad como una especie de deporte moderno y expresión de libertad, ser sexualmente discreto y educado es sinónimo de atraso y hasta de homofobismo, altas tasas de separación de cónyuges, padres y madres que por el afán de conseguir dinero dejan huérfanos a sus hijos, etc. y cuando la sociedad descubre que una familia se mantiene en pie ante todo ese magma lascivo aumentan selectivamente su ataque como si se activara la hormona de la envidia colectiva.

La corrupción moral tanto en el hombre como en la mujer deja mucho que desear. Vale destacar que en el caso del primero, es mucho más preocupante por la manera en cómo está estructurado el sistema social, es decir, en función del hombre.

La perversión del hombre conlleva complicaciones más profundas, extensas y perdurables. Los hombres son los que más gobiernos dirigen, son los que más empresas administran, son los que tienen más puestos supervisores, son los que manejan más dinero, son los cabezas de familia... Sí el primer eslabón de la cadena social está corrompido el resto de la sociedad se dislocará.

La sociedad entonces en vez de promover el bien de la familia; atenta contra la familia. La Revolución Bolivariana no puede perderle pisada a esto. Debe ser una de sus prioridades.

Se hacen necesarias un conjunto de políticas públicas que centren su interés en la familia y su fortalecimiento. El asunto tiene que ser tratado por personas comprometidas con el bien familiar, que es el bien popular, que es el bien social. No puede ser un asunto que sea tratado por políticos mediocres con retóricas mal logradas y reputación cuestionada. No puede caer tampoco en juegos ideológicos que se pierden en su afán de cautivar a las mentes en lugar de resolver problemas concretos. Es un tema por de más delicado, pero creo que el Presidente Maduro tiene la moral con que hacerlo y replicarlo como prioridad gubernamental en cada rincón de la patria de la mano de los gobernantes locales que ya están trabajando de cara al próximo 8-D.

Impulsemos el Estado Comunal desde el rescate y revolución de las familias. Revigoricemos las buenas costumbres de la familia y sobre todo las del padre de familia. Sugiero, por no decir que suplico, que para dar el impulso educativo y la construcción de una sociedad más familiar es sumamente importante no involucrar a las religiones porque ellas, sobretodo la católica, han atentado contra el amor familiar y el equilibrio familiar.

Permítaseme, ya para finalizar, dar un breve ejemplo con el mencionado caso de la iglesia católica evangélica apostólica romana. Ésta, desde su creación se ha dado a la tarea de mistificar y vilipendiar a una de las familias más nobles de la historia humana: la familia de Nazaret. Hizo de María una infiel al ponerle un hijo que no era de su compañero de vida y ha ocultado en gran medida la obra materna que realizó para 11 hijos más; hizo de Jesús un ser despreciable por la manera en como él mismo consintió las injusticias de las que fue víctima; e hizo que José desapareciera de la sabiduría popular como hombre firme, trabajador y como padre amoroso de todos sus hijos.

No. Ni María fue infiel porque todos sus hijos fueron por la obra de su varón José. Ni Jesús consintió las injusticias de las que fue víctima a pesar de que las haya perdonado, y José fue siempre un padre atento a todas las necesidades de sus hijos y estuvo dispuesto activamente por hacer de aquella sociedad una menos injusta y menos desigual.

Veámonos en el espejo de esa familia, forcémonos cada quien en nuestras circunstancias particulares a ser como cada uno de ellos: fieles a la más alta moral, revolucionarios ante la vida, y firmes ante las tentaciones y las viles seducciones.

Futuros gobernantes locales, trabajemos por el reimpulso comunal a partir del fortalecimiento de la familia. Presidente Maduro, lance la línea de acción de la mano con la primera combatiente. Llenemos a Venezuela de familias felices.

Enlaces de interés:

http://librosgratis.net/book/vida-de-maria_66755.html

http://www.aporrea.org/ideologia/a79833.html

http://www.aporrea.org/tiburon/a132566.html

 



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