El título de esta entrega fue la primera reflexión que soltó Gustavo cuando el sábado lo saludé y le pregunté por personas que en un momento fueron, políticamente hablando, comunes para ambos. A Gustavo no lo veía desde el año 2001. Ni siquiera después del Golpe de abril del año siguiente, cruzamos diálogo alguno. Charlar con él, en honor a la verdad, nunca está de más. La franqueza en sus planteamientos, acompañado de la responsabilidad con que los blinda, hacen de él alguien a quien es bueno y útil escuchar.
Fue sencillamente desgarrador en sus críticas. Demoledor. Pulverizante. Cuanto señaló, es verdad en un setenta por ciento, a mi juicio. El treinta restante lo dejo como su humano derecho a opinar. De ese remanente no comparto ni una letra, mas, lo respeto. Es humano y en consecuencia en cualquier momento puede estar a merced de las pasiones. Como estamos todos. Como están todas.
Corrupción, oportunismo, camaleonismo, deficiencias, titubeo, impericia, complicidades y otra hilera igual de larga –y cierta- lograron decepcionarlo “de esto”. “Fíjate como murió fulano. Tú sabes muy bien cuánto dio, cuánto se entregó. Nadie fue solidario con él”, atenuó con una amargura que no dejó brecha al desmentido. En ello, desgraciadamente, también le asistió la razón.
Me enteró de aspectos que, por su gravedad, algún día deberán divulgarse para que la historia tome cartas en el asunto y reine la justicia. Es cuestión de esperar. Yo, abiertamente, no estoy dispuesto a desechar las ilusiones, incluso, por la vía que sea. Si es en paz, mejor.
Al final, dos frases suyas me corroboraron que su enojo jamás será pólvora a facilitar al mejor postor del enemigo. La primera: “pero estoy claro. Sé que el Socialismo es la única opción del planeta”. La segunda: “y voy a votar por Ernesto y por el otro (Jorge Rodríguez) porque no voy a permitir que Antonio Ledezma e Ismael García se monten en esa vaina”. En eso, Gustavo, también estamos de acuerdo.
¡Chávez vive…la lucha sigue!