Polo Patriótico y Revolucionario: para superar el peligroso obstáculo del Capitalismo de Estado (3)

Polo Patriótico y Revolucionario: Construir el Instrumento Político para la Nueva Hegemonía Socialista (1)

Polo Patriótico y Revolucionario: la Acumulación de Fuerzas desde el Doble Poder Revolucionario (2)

“Así estamos nosotros con el socialismo: “Tú te llamas socialismo, chico”, pero sigues siendo en el fondo cochino (capitalismo). Yo hago estos comentarios, producto de reflexiones, algunos estudios y comparando con la realidad.” (Hugo Chávez. Golpe de Timón)

“Tenemos que asociarnos con los pequeños productores, pero tenemos que injertar la propiedad social, el espíritu socialista, a lo largo de toda la cadena, desde el trabajo de la tierra, donde se produce el mango, la guayaba, la fresa, hasta el sistema de distribución y consumo de los productores que de ahí salen. Todo eso hemos hecho en aras de la transición, pero no debemos perder de vista, compañeros y compañeras, la parte medular de este proyecto: no debemos seguir inaugurando fábricas que sean como una isla, rodeadas del mar del capitalismo, porque se lo traga el mar.” (Hugo Chávez. Golpe de Timón)

Si no se supera efectivamente el Capitalismo a partir de la prefiguración del Socialismo, lo que se profundizaría es el Capitalismo Rentista de Estado, forma económico-política que podría convertirse en una fortaleza defensiva de los intereses capitalistas de conjunto, a partir de la gravitación cada vez más decisiva de capas y fracciones de la “Burguesía Burocrática de Estado” (Grande, Mediana y Pequeña).

Esta burguesía burocrática de Estado intenta concertas pactos y alianzas con fracciones, grupos y sectores económicos tradicionales (bajo el eufemismo del “sector productivo nacional”), agrupada bajo la protección política de líderes emblemáticos del proceso bolivariano, quiénes en nombre de la “propiedad pública o estatal”, controlarían la posesión efectiva de los instrumentos de política y los recursos públicos de intervención en el campo económico para beneficio, no del pueblo ni de los sectores de los trabajadores y trabajadoras, sino de sus propios intereses de Comando Económico de valorización-acumulación capitalista: en fin, privilegios y beneficios capitalistas, resguardados por “padrinos políticos” y sus “tribus”.

Por tanto, el peligro de toda transición post-capitalista es fortalecer el Capitalismo de Estado, la burguesía burocrática y sus grupos económico-políticos de poder e influencia, con sus representantes y voceros en el terreno de la opinión pública. A pesar de sus aparentes contradicciones con otras fracciones capitalistas, al consolidarse una Burguesía de Estado, la disputa es sobre quién controla el excedente económico que generan las actividades bajo su control; en este caso, la renta petrolera y el presupuesto público. Se trata de una competencia y rivalidad histórica por una fuente privilegiada de acumulación capitalista. El pueblo explotado observa si en esa disputa hay algo de reparto y política redistributiva hacia sus demandas y expectativas. Pero la mayor parte de los recursos se concentra en los grupos económicos de poder, públicos y privados, nacionales y transnacionales.

El destino de la renta permite distinguir si se aminora la desigualdad estructural y la exclusión; o si sencillamente se profundizan hasta empobrecer aún más a los sectores populares, luego de 15 años de mejora de paulatina aunque insuficiente de su situaución social, dada la magnitud de recursos obtenidos por un ciclo de altos precios del petroleo. Lo incomprensible para el Pueblo Bolivariano es su empobrecimiento con altos precios del Petroleo: ¿Y dónde están los reales? ¿Cómo llamarlos al “sacrificio por una causa justa”, si perciben ostentación y privilegios groseros en sus fuerzas revolucionarias dirigentes?

El Capitalismo de Estado, tomando los sectores nacionalizados como emblemas o espejismos puede, si se hace abstracción de las relaciones que mantiene con el resto del capitalismo, dar la ilusión de ser un embrión de un “Sector Socialista”. Este espejismo es un gran peligro, pues el Capitalismo de Estado designa, de hecho, una realidad que engloba en una misma estructura al sector capitalista privado, nacional e internacional, y al sector capitalista de estado. Es decir engloba a viejas fracciones sociales capitalistas con nuevos ricos y privilegiados creados bajo la sombra de la renta y el presupuesto público.

Apostar a una transición post-capitalista sin despejar el papel del Capitalismo de Estado en la misma es una grave ilusión, tan grave como aquella que supone que basta una política económica favorable a un acuerdo de gobernabilidad con la oposición y transferir competencias, recursos e incluso ministerios completos a los Consejos Comunales (programa de corte claramente demagógico) para resolver el problema de la transición al socialismo.

Por un lado, un bloque intelectual y político que dice seguir (¿A ciegas?) cierta lectura de la “herencia bolchevique” es responsable del primer desvarío. Sobre el segundo desvarío, le corresponde responsabilizarse a una cierta izquierda radical y autonomista, que coquetea con funcionarios del Banco Mundial y del Capital Financiero Internacional, dispuestos a giñarles el ojo para lograr una recaptura de la renta petrolera, que reiteramos, le pertenece exclusivamente al pueblo trabajador venezolano. De modo que el cuadro no luce muy favorable por los momentos. He allí la importancia del Polo Patriótico y Revolucionario para reagrupar al pueblo bolivariano en proceso de desaliento.  Replantear una ruta de recuperación de las fuerzas bolivarianas, sin capitular ante las fracciones capitalistas y sus disputas.

Ciertamente Lenin decía: “Sólo hemos dado los primeros pasos para librarnos del capitalismo y comenzar la transición al Socialismo. No sabemos y no podemos saber cuántas etapas de transición al Socialismo habrá”, pero eso no significaría que la ruta para construir el Socialismo sea, en caso de avanzar más hacia el capitalismo, en consolidar y profundizar el modelo de Capitalismo de Estado.

El más grave error de Lenin, y de todos sus discípulos(as) dogmáticos fue la definición de Socialismo como: "no es más que el Monopolio Capitalista de Estado (CME) puesto al servicio de todo el pueblo" y por ello deja de ser monopolio capitalista. El punto de referencia de Lenin fue, en aquel contexto histórico específico de los años 20, el Capitalismo de Estado alemán donde el gobierno motivado por las necesidades de la guerra había impuesto el trabajo general obligatorio y una Economía de Comando Planificada (ECP).

Pero una economía estatalmente dirigida no es necesariamente el proyecto socialista revolucionario que inspiró los análisis y posiciones de Marx y Engels, donde ellos destacaron el papel protagónico de las clases trabajadoras y la multitud mayoritaria del pueblo en la construcción y dirección política directa de la alternativa contra el Capital. He allí de nuevo la importancia de retomar sin dogmatismos estériles el espiritu post-capitalista de los segmentos teóricos más avanzados de las alternativas históricas.

Lo que planteaba Engels en su intención manifiesta (prestemos atención), era algo muy distinto a lo que planteó Lenin (veamos una primera traducción): “La propiedad estatal de las fuerzas productivas no es la solución del conflicto, pero dentro de ella están las condiciones técnicas que forman los elementos de la solución”. Esa cita ha sido manipulada por diversos intérpretes, dejándola sin contexto textual e histórico.

Aquí es preciso salirle al paso a los divulgadores de fragmentos y citar completamente el párrafo en el texto “Del Socialismo Utópico al Socialismo Científico”: “Pero ni la transformación en sociedades por acciones ni la transformación en propiedad del Estado suprime la propiedad del Capital sobre las fuerzas productivas. En el caso de las sociedades por acciones, la cosa es obvia. Y el Estado moderno, por su parte, no es más que la organización que se da la sociedad burguesa para sostener las condiciones generales externas del modo de producción capitalista contra ataques de los trabajadores o de los capitalistas individuales. El Estado moderno, cualquiera que sea su forma, es una máquina esencialmente capitalista, un Estado de los capitalistas: el capitalista total ideal. Cuantas más fuerzas productivas asume en propio, tanto más se hace capitalista total, y tantos más ciudadanos explota. Los obreros siguen siendo asalariados, proletarios. No se supera la relación capitalista, sino que, más bien, se exacerba. Pero en el ápice se produce la mutación. La propiedad estatal de las fuerzas productivas no es la solución del conflicto, pero lleva ya en sí el medio formal (o técnico), el mecanismo de la solución”.

Mientras Lenin parecía ver una solución pragmática en la Economía de Comando Estatal, Engels advierte todos sus peligros. La solución alternativa al Capitalismo de Estado es esbozada por Engels: “Esa solución no puede consistir sino en reconocer efectivamente la naturaleza social de las modernas fuerzas productivas, es decir, en poner el modo de apropiación y de intercambio en armonía con el carácter social de los medios de producción. Y esto no puede hacerse sino admitiendo que la sociedad tome abierta y directamente posesión de las fuerzas productivas que desbordan ya toda otra dirección que no sea la suya. Con eso el carácter social de los medios de producción y de los productos —que hoy se vuelve contra los productores mismos, rompe periódicamente el modo de producción y de intercambio y se impone sólo, violenta y destructoramente, como ciega ley natural— será utilizado con plena consciencia por los productores, y se transformará, de causa que es de perturbación y hundimiento periódico, en la más poderosa palanca de la producción misma.”

Faltaría entonces no perder de vista las condiciones políticas e ideológicas de la transición al socialismo para Engels, que pasan además por poner el “modo de apropiación y de intercambio en armonía con el carácter social de los medios de producción”: que “la sociedad tome abierta y directamente posesión de las fuerzas productivas que desbordan ya toda otra dirección que no sea la suya”. ¿No es esta acaso la hegemonía sobre las actividades económicas decisivas?

Para Engels hay una gran diferencia entre las “estatizaciones” y “nacionalizaciones” que se realizan “en nombre” del Socialismo “en abstracto”, y las “socializaciones” en correspondencia con la centralidad de Planificación Democrática del proceso económico, en las cuales “la sociedad toma abierta y directamente posesión de las fuerzas productivas para utilizarlas a plena conciencia”, además de no perder de vista la condición política sine qua non (“condición sin la cual no”) para las progresivas socializaciones que definen la transición post-capitalista planteada por Marx y Engels:

El proletariado toma en sus manos el poder del Estado”: “El carácter social de los medios de producción y de los productos será utilizado con plena consciencia por los productores, y se transformará en la más poderosa palanca de la producción misma”.

Allí no hay ni ambigüedades ni ambivalencias frente al Capitalismo de Estado, frente a las ilusiones de una burguesía burocrática y sus representantes políticos. El Capitalismo de Estado sencillamente no es la palanca que permitirá la transición al Socialismo, pues se trata de una Economía Estatal de Comando Capitalista (EECC).

La crítica a las nacionalizaciones y su confusión con la socialización, se expresó de la siguiente manera por Engels: “(…) desde que Bismarck emprendió el camino de la nacionalización, ha surgido una especie de falso Socialismo, que degenera alguna que otra vez en un tipo especial de Socialismo, sumiso y servil, que en todo acto de nacionalización hasta en los dictados por Bismarck, ve una medida socialista. (…) Cuando el Estado belga, por razones políticas y financieras perfectamente vulgares, decidió construir por su cuenta las principales líneas férreas del país, o cuando Bismarck, sin que ninguna necesidad económica le impulsase a ello, nacionalizó las líneas más importantes de la red ferroviaria de Prusia, pura y simplemente para así poder manejarlas y aprovecharlas mejor en caso de guerra, para convertir al personal de ferrocarriles en ganado electoral sumiso al gobierno y, sobre todo, para procurarse una nueva fuente de ingresos sustraída a la fiscalización del Parlamento, todas estas medidas no tenían, ni directa ni indirectamente, ni consciente ni inconscientemente nada de socialistas.” (Engels. Del Socialismo utópico al Socialismo científico”)

De allí que sea preciso no suprimir ni olvidar la siguiente afirmación asociada al enunciado: “El proletariado toma en sus manos el poder del Estado”: No se trata de hacer del pueblo “ganado electoral sumiso al gobierno”:

Pero con este mismo acto (exaltación del proletariado al poder) se destruye a sí mismo como proletariado, y destruye toda diferencia y todo antagonismo de clases, y con ello mismo, el Estado como tal. La sociedad, que se había movido hasta el presente entre antagonismos de clase, ha necesitado del Estado, o sea, de una organización de la correspondiente clase explotadora para mantener las condiciones exteriores de producción, y, por tanto, particularmente, para mantener por la fuerza a la clase explotada en las condiciones de opresión (la esclavitud, la servidumbre o el vasallaje y el trabajo asalariado), determinadas por el modo de producción existente.

¿Para qué sirve fortalecer el Capitalismo de Estado? Muy claro: para mantener por la fuerza a la clase explotada, a los asalariados, en las condiciones de explotación, subordinación y opresión. Las ilusiones de una transición institucional al socialismo es hacerla sin que el pueblo trabajador ejerza efectivamente el poder sin tutelajes ni mediaciones de sectores medios, o incluso de fracciones burguesas, que se erigen como los protectores y pastores del buen camino revolucionario.

Lo que Engels plantea, al igual que Marx, es echar por tierra cualquier mediación despótica o burocrática que impida la “exaltación del proletariado” (la multitud popular y asalariada) de carne u hueso, al poder de la Sociedad y del Estado.

Repetimos, convertir el pueblo en “ganado electoral sumiso al gobierno” no es una transición al socialismo. El Socialismo significa algo radicalmente distinto: exaltación de los de abajo, de los grupos, clases y sectores subalternos en un nuevo Bloque Histórico: un nuevo Sistema Hegemónico para un “Estado Democrático y Social Revolucionario” (EDSR). ¿Quíenes controlarán efectivamente el Estado democrático y social?

Esta idea, ciertamente, aterroriza al Bloque Social Dominante. ¿Acaso no perderían su poder y sus esferas de influencia? Si son los trabajadores y trabajadoras, los productores directos, la multitud popular asalariada, los “pata en el suelo” los que ejercerían, a partir de sus organizaciones de base, el poder social, económico, político, ideológico y militar: ¿Dónde quedaría el sistema de dominación capitalista?

Los oportunistas, pragmáticos, timoratos y vacilantes representantes políticos de una concepción gradualista (y con una fuerte dosis de cretinismo parlamentario) de la transición a ningún socialismo, saben que lo conducen al patíbulo, a lo sumo a una forma avergonzada de socialdemocracia (pues no tiene la auto-estima para afirmarse como tales), porque enmascaran su real propósito: usufructuar momentáneamente las “mieles del poder”: privilegios, prebendas, recursos, todo esto en nombre de un fraseo sobre “el Socialismo  y la Revolución”.

Por tanto, no hay que colocarle obstáculo a la exaltación del pueblo trabajador al poder, ni barreras ni alcabalas burocráticas ni sustituciones despóticas, incluido el uso de un nominal vanguardismo mono-partidista que se queda atascado en el control jerárquico y centralizado de una Economía de Comando Estatal.

Esa es la fórmula enigmática del Capitalismo de Estado en la mayoría de las transiciones que han seguido el modelo soviético; junto con la re-edición de la falsa alternativa geo-estratégica entre: a) La globalización neoliberal occidental y b) El bloque emergente de “Capitalismos de Estado” aparentemente “progresistas”. Una fórmula oportunista, pragmática y anti-marxista de cabo a rabo. Por ese camino una hormiga avanza mas rápido al hormigero que un revolucionario bolivariano al socialismo. Esa transición se queda en eso: pura transición a la transición, y así sucesivamente, para recrear una paradoja de Zenón, mientras más transiciones y objetivos intermedios se conciban, menos objetivos finales se consiguen. ¿Se trata acaso de un montaje, de un simulacro, de una gran farsa?

Mientras menos poder efectivo ejerza el pueblo trabajador, mientras menos democracia participativa ejerzan los trabajadores y trabajadoras, mientras menos democracia revolucionaria ejerza la multitud mayoritaria, más campo de oportunidad para fórmulas que son mera expresión de pragmatismo, oportunismo, gradualismo y reformismo. De modo que se sigue desconociendo el viraje revolucionario y socialista de Chávez en su Golpe de Timón. ¡Cuánta falta hacen los regaños de Chávez a la incompetencia de los miembros del Consejo de Ministros, Viceministros, Gobernadores y a Alcaldes! El problema es ahora que no hay nadie como Chávez que le meta corriente a la estructura de gobierno sino que debe ser cada vez con mayor crecimiento cualitativo el pueblo trabajador y bolivariano organizado.

Si el Socialismo no lo construye la multitud democrática organizada en un Polo Patriótico y Revolucionario en defensa de la Unidad bolivariana y el avance socialista, con sus organizaciones autónomas, siempre trabajando en conjunción para lograr tejer la unidad patriótica, democrática y revolucionaria, corre el riesgo de hacer del pueblo protagonista una clientela, “rebaño electoral”, ser tutelado por representantes e instrumentos políticos propios de la dominación burguesa: una pirámide de organizaciones articuladas que calcan en su funcionamiento el imaginario del poder de la Iglesia (Dogma), el Ejército (Obediencia) y la Fábrica (Despotismo) para condensarse en el Partido-Único con su monólogo de que “aquí todo funciona muy bién”.

¿Dónde queda la democracia participativa y protagónica allí? En ninguna parte, es un completo espejismo.

En consecuencia, el Socialismo Burocrático de Partido-Único inspirado en los errores de Lenin, hizo todo lo contrario de lo concebido por Marx y Engels: El proletariado victorioso fue sustituido completamente por una organización política monolítica y una Burocracia de Estado funcionando alrededor del aparato policial, degenerando en un Centro Político burocratizado (Centralismo Burocrático)  que adquirió todo su esplendor con el fenómeno estalinista, un gran abismo  con  el proyecto que inspiró la Comuna de Paris, e incluso con el Socialismo Democrático, que planteaba combinar eficazmente el poder de los Consejos Socialistas con un Parlamento funcionando al compás de la acumulación de fuerzas de los trabajadores y trabajadoras, como imaginó el viejo Engels.

El modelo soviético consolidó otra cosa. El Partido-Estado exaltó inmediatamente los peores lados de la forma-Estado (los males represivos, policiales, disciplinarios y burocráticos), hasta que una generación futura, educada en condiciones sociales opresivas, les costó sangre, sudor y lágrimas deshacerse de todo ese trasto viejo del Estatismo. Allí implosionó una gran estafa histórica sostenida por la impostura de toda una clase política dirigente, sus aliados internacionales y sus bloques intelectuales.

Al confundir este colectivismo despótico con el “Socialismo”, producto de años de adoctrinamiento y propaganda, se imaginaron luego que la única vía de emancipación era una restauración liberal-capitalista: una sobredosis de mercado y algo de democracia representativa. Esa es la tragedia de ex campo socialista: la Restauración Capitalista ante la identificación del socialismo de Marx y Engels con el modelo soviético. Una trágica y monstruosa identificación.

Para salir de estos errores hay que reiterar que el Socialismo del siglo XXI y la organización del poder socialista deben ser construidas por las propias clases, grupos y sectores subalternos, por el propio “pueblo trabajador”, por sus organos de poder y sus instancias organizativas: los Consejos del Poder Popular; pues si no es así, no habrá ninguna transición; surgirá otra cosa: una transición al Capitalismo de Estado, cuyo monopolio político-económico estará en manos de una Nomenclatura y una nueva clase política organizada como Partido-Único.

En este Estatismo, surgieron nuevos privilegios de clase alrededor de nuevos grupos de poder: la “Burguesía Burocrática”, que en sus peores manifestaciones presentó tendencias parasitarias-especulativas, actitudes de nepotismo, mafia y corrupción (peculado) de recursos públicos.  Una “nueva oligarquía” que habló en nombre de la “misión histórica del proletariado” o de la “voluntad general” del pueblo.



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Nahual Zapata


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