¡Hay que pasar la página de Chávez!: lo que dicen pragmáticos, trepadores, burócratas, corruptos, opositores y otros

Lasurkina Roda-Equipo Político “Nahual Zapata”

Comenzaremos con una sencilla tesis para la actual coyuntura venezolana:

“Los logros del  pensamiento y acción de Hugo Chávez estarán vigentes como proyecto estratégico el momento presente, mientras exista la disposición de lucha del pueblo trabajador y excluido para defender las conquistas y retos pendientes de  la  Revolución  Bolivariana  (no  del  “chavismo  oficioso”  sin  estrategia revolucionaria),  así  como  de  la  Corriente  Histórica  Revolucionaria  de  alcance Continental de la cual formó parte.”

De manera que el pueblo bolivariano es directamente responsable de mantener, consolidar e impulsar el legado revolucionario de Chávez,  exigiéndole coherencia  verdadera  ética  revolucionaria  a  la  Dirección  política  que  encarna  la responsabilidad de su sucesión histórica y su testamento político.

En este orden de ideas, si llegaran a reducirse al silencio y al olvido sus “logros”(¡Es  que  no  hay  logros!,  repiten  insistentemente  las  voces  anti-chavistas  y soterradamente los “pragmáticos” y “nuevos disidentes”),  se colocaran sobre la escena sus vacíos y errores, se apostaría a la des-memoria para justificar el relato de los vencedores, de los “factores de poder” (viejos y nuevos), que asumen que Chávez ya pasó, que es tema del pasado, que hay que mirar hacia adelante, hacia un  “cambio  de  ciclo”  que  debe  ser  (según  sus  escenarios  de transición  post-Chávez):

a) Escenario A:  Liderado  por  Maduro  desde  las  orientaciones  de  una  “nueva corriente moderada” que desactive los “radicalismos” en las fuerzas sociales y políticas bolivarianas”,

b) Escenario B: un “nuevo liderazgo” salido del “Chavismo originario”, que genere fracturas y confusión en las bases históricas de apoyo de la revolución (desaliento+ confusión + división).

c) Escenario C:  un  “Gobierno  de  coalición”  legitimado  internacionalmente  que neutralice los “extremismos polarizadores”, bajo los formatos de las transiciones pactadas a la democracia (España y el  Cono Sur como modelos),  asegurando fundamentalmente la estabilidad e intereses de los factores promotores del nuevo pactó de poder,

d) Un Bloque de Oposición, que incluya a algunos “chavistas moderados”, como fórmula democrática de desplazamiento del poder al actual Gobierno de Maduro, tratando de neutralizar los factores generadores de conflictividad y violencia (con algunos  condimentos  análogos  a  la  situación  post-Ortega  en  la  Nicaragua Sandinista).

Este “cambio de ciclo” es lo que algunos actores llaman “transición post-chavista y post-revolucionaria”,  que se  resume en la  tesis  de  “sentido  común”: ¡Hay  que pasar la página de Chávez! 

Para “pasar la página”,  primero habría  que “olvidar,  silenciar  y re-enmarcar”  el pensamiento  de  Líder  fundamental  de  la  Revolución  Bolivariana,  en  toda  su complejidad  y  transformación  histórica,  en  función  de  crear  condiciones  en  el campo de legitimación simbólica para una “restauración conservadora”, una suerte de “revolución pasiva” o “restauración oligárquico-burguesa”, es decir, justificándo la directa asociación entre “olvidar  a Chávez” y la “transición democrática” (de acuerdo  a  los  parámetros  de  las  Oficinas  de  Transición  promovidas  desde  el Gobierno  Norteamericano)  defendida,  repetimos,  por  los  “factores  de  poder”, nacionales e  internacionales que promueven una estrategia de reversión o Roll-Back (Carlos Lanz ha reiterado insistentemente la necesidad de prepararse para confrontar eficazmente este esquema).

Esta estrategia consiste en plantear que “Chávez fue una figura importante” para el  Continente,  que  “intentó  mejorar  las  condiciones  de  vida”  de  los  sectores populares y excluidos a través de las “misiones sociales”, también enmarcados como  “programas  asistencialistas”,  para  luego  ubicarlo  en  un  relato  que corresponde  al  pasado,  mientras  más  en  el  pasado  mejor;  para  luego “institucionalizarlo como objeto de memoria ritual”, y al mismo tiempo conjurarlo como “reto pendiente”, neutralizando su “potencia revolucionaria”, su proyección de futuro desde las luchas del presente, diluyendo su referencia en el proyecto emancipador del Bloque Histórico de los explotados y oprimidos.

De manera, que se trata de reciclar la figura de Chávez en una estrategia de producción de relatos e imaginarios que neutralicen cualquier referencia directa a sus posturas radicales y revolucionarias (sobre todo el período 2005-2012).  ¿Con cuáles  objetivos?  Diluir  el  anti-imperialismo,  el  anti-neoliberalismo  y  el anticapitalismo  de  sus  intervenciones,  asimilarlo  a  la  subcultura  del  consumo masivo, desmontarlo como imagen subversiva y trasponerlo en diversas narrativas que lo fijan como líder corte autoritario (el paso de la contracultura a la subcultura como señaló en sus textos Luis Brito García), para luego ubicarlo en el esquema del “militarismo latinoamericano”, el “populismo macro-económico irresponsable”, el “viejo socialismo real”  hasta llegar al “totalitarismo”. Esta es la semiótica de los símbolos de derecha contra Chávez.

Cuando  Chávez  antepuso  el  pago  de  la  “deuda  social  acumulada”  (Agenda Alternativa  Bolivariana)  por  encima  de  deuda  económica  y  la  resolución  de los desequilibrios macroeconómicos de acuerdo a los parámetros neoliberales del FMI y el Banco Mundial a finales de los años 90, no estaba haciendo otra cosa, según los relatos e imaginarios de derecha, que seguir los errores de los “populismos de izquierda” con su irresponsabilidad fiscal, para intentar ganarse demagógicamente “apoyo de masas”. Así Chávez quedaba asimilado al imaginario de la resaca, de la inercia del viejo Socialismo soviético o del Populismo Latinoamericano del siglo XX.  En  fin,  Chávez  era  un  líder  anacrónico.  ¡Hay  que  dejarlo  atrás!,  dicta  la semiótica de derecha.

Todo el marketing de imagen y literatura de los sectores económicos dominantes y sus grupos auxiliares de la pequeña burguesía (todo el  aparataje publicitario y editorial) han colocado a disposición de esta estrategia, toda una infraestructura de re-significación de su iconografía y su discurso, trasponiéndolo a los marcos del autoritarismo  más  ramplón  toda  su  política  en  15  años,  reiteramos:  fraude electoral,  militarismo,   irresponsabilidad  macroeconómica,  demagogia  y  la seducción-manipulación  de  masas.  La  industria  cultural  del  antichavismo  se articula  eficazmente  a  la  batalla  de  los  símbolos,  a  una  estrategia  política  de “distorsión, silencio y olvido”, en función de golpear la hegemonía cultural.

En efecto, las propias transformaciones ideológicas del discurso de Chávez, las vicisitudes de su imaginario político, sus ambivalencias y ambigüedades, son el perfecto  caldo  de cultivo  para  contraponer  diversos perfiles  de  Chávez,  en  su tiempo  histórico,  contraponer  Chávez  a  Chávez,  a  su  imagen  revolucionaria autodefinido como Socialista y Revolucionario, utilizando esta “táctica de signos “no  sólo  para  sugerir  que  Chávez  engañaba  a  otros,  sino  peor  aún,  que  se engañaba  también  a  sí  mismo.  La  industria  cultural  antichavista  también  ha generado  una  veta  psicopatológica:  ¿Quién  era  Chávez:  un  síndrome  de personalidades múltiples, un tirano “borderline” enamorado del poder?

En este sentido, el desplazamiento de aquel Chávez que criticaba al capitalismo salvaje  desde  aquellas  referencias  difusas  a  la  “Tercera  Vía”,  en  la  cual  el capitalismo era “reformable” y “humanizable” en función de construir una “sociedad de consumo de clase media” (“Tanto Estado como sea necesario y tanto Mercado como sea posible”), se contrapone a toda la reflexión sobre el Chávez subversivo, contestatario, insurgente, revolucionario,  contrapuesto al Metabolismo social  del Capital,  estimulando  la  construcción  del  Poder  Popular  y  las  Comunas, promoviendo  un  nuevo  esquema  de  relaciones  sociales  para  un  sector  de “economía de propiedad social directa e indirecta”, todo esto constituyendo desde la perspectiva  de “Hay que pasar la página de Chávez”  una “fantasía ideológica” traída  de  la  mano  de  los  textos  de  István  Mészáros,  Lebowitz,  Dussel  entre algunas  de  sus  referencias  intelectuales;   o  desde  el  ámbito  político  por  sus continuas referencias del  Che Guevara, de las Comunas de Mao,  y de todas aquellas figuras históricas evocadas en una “tribuna heroica” revolucionaria.

Así, las oscilaciones y ambivalencias entre el Capitalismo de Estado (“El Estado se  reservará  los  recursos  estratégicos”),  la  socialdemocracia  y  su  modelo  de economía  mixta  (Constitución  de  1999),  el  Socialismo  Cristiano  (El  Cristo verdadero), el populismo redistributivo, el nacionalismo bolivariano y el marxismo revolucionario,  constituyen en su combinación, una amalgama de orientaciones disímiles, que a la postre se convierten en un verdadero “laberinto ideológico” para descifrar  el  “legado  de  Chávez”  y  que  están  siendo  aprovechadas  en  una estrategia de confusión, distorsión y manipulaciones del legado de Chávez.

De  manera  que  conviene  hilar  fino  en  la  evolución  y  transformación  de  las coordenadas ideológicas y argumentos que se iban construyendo en el proceso mismo de  la  lucha  política  bolivariana  en  sus  contextos,  en  el  cambio  de  las circunstancias, pues hay mucho de “táctica de signos” en el propio ejercicio de Chávez en sus batallas ideológicas.

De  modo  que  pragmáticos,  advenedizos,  trepadores,  burócratas,  corruptos  y opositores construyen un Chávez a la medida de una “revolución pasiva” según los términos de Gramsci.  Es decir,  ¡Hay que acabar  con el  mal  ejemplo de la revolución bolivariana!  ¡Hay que demoler sus mitos políticos! Se trata nada más y nada  menos  que  de  la  “decapitación  ideológica”  del  legado  revolucionario  de Chávez.

Ya es convencional decir que a partir del 2005, puede evidenciarse en Chávez una fuerte  apuesta  política  para  demarcarse  de  los  códigos  ideológicos,  ético-culturales e incluso estéticos del capitalismo. 

Lamentablemente hay que decirlo sin tantas delicadezas: sus principales grupos de apoyo en la alta dirección política, parecían no sintonizar ni seguirle el paso en aquel  horizonte  revolucionario;  desde  los  llamados  “alacranes”,  pasando  por affaires  aparentemente  banales  como  las  Hummers,  los  “campos  de  golf”,  el “enriquecimiento  meteórico”  (la  renta  presunta)  de  figuras  de confianza que lo acompañaban,  la  micro-crisis  financiera,   hasta  derivar  en  lo  que  finalmente constituyó la “boli-burguesía”, todos estos elementos son parte de los actores de reparto de un drama ideológico en el seno de la propia dirección política de la revolución  bolivariana.  Todos  estos  hechos  han  desprestigiado  directa  o indirectamente a quienes a la postre forman parte de la dirección del partido PSUV y del gobierno bolivariano.

De modo que  también  la  revolución  bolivariana  fue  perforada  por  un  proceso histórico  reiterado  desde  el  siglo  XX  venezolano:  la  acumulación  delictiva  de capitales, síndrome articulado a la apropiación mafiosa de la renta petrolera y del presupuesto público, expuesto por investigadores como Federico Brito Figueroa, Domingo  Alberto  Rangel,  Pedro  Duno  o  J.R  Núñez  Tenorio,  para  no  hablar descarnadamente de la Adequidad retratada en la crítica de aquel  “Partido del Pueblo”  por Moisés Moleiro.

Una  vieja  historia  con  nuevos  disfraces  y  personajes,  donde  en expresión  de Domingo  Alberto  Rangel  un  Estado  opulento,  corrompido  y  caprichoso,  “ podía convertirse en doce horas que necesita la luz de los cielos para alternar con las sombras, a un “peladito cantinflesco” en un “personaje aristocrático” ”. ¿Quiénes son estos peladitos cantinflescos que se han hecho nuevos aristócratas del dinero mal-habido?

Si  desde  al  menos  a  comienzos  del  año  2005,  el  entonces  Presidente  de  la República, en el foro de Sao Paulo, antepone el socialismo al capitalismo, desde el año 2013 opera toda una estrategia de “distorsión, silencio y olvido” de cada uno de los mensajes emitidos en su programa Aló Presidente referidos a la necesidad de inventar el Nuevo Socialismo del siglo XXI. Entonces, decir “Nuevo Socialismo” era pues un anatema y lo sigue siendo hoy, hasta el punto en que es contra  cualquier  posibilidad  de  nuevo  socialismo  para  el  siglo  XXI,  donde  se concentran la mayor parte de las operaciones de deslegitimación contra el legado revolucionario de Chávez.

Esto  es  compresible  porque  lo  más  novedoso  que  activó  Chávez,  resulta fácilmente  sepultado,  pues  se  enfrentaba  a  pesadas  tradiciones  ideológicas  y políticas de derecha y de izquierda, que tratan hoy de restaurar sus pretensiones de control del poder, mientras lo más original del legado revolucionario de Chávez (lo más cercano a la heterodoxia de Simón Rodríguez), pareciera volver a evocar el riesgo de aquella frase de Bolívar acerca de: “Arar en el mar, sembrar en el viento”.

Los advenedizos y pragmáticos ofrecen hoy para dejar a un lado a Chávez las recetas  convencionales  de  la  macroeconomía  liberal,  dizque  para  superar  la economía  rentista,  echando  por  tierra  no  sólo  el  programa  “nacionalista-distributivo” de Chávez, sino su legado para impulsar una ruptura revolucionaria de carácter anticapitalista.

Los moderados y trepadores bien-pensantes de izquierda que pretenden hacer coro con un gobierno moderado de Maduro (el “Madurismo” en pocas palabras), pretenden redescubrir  la  fórmula  para  generar  riqueza capitalista  (olvidando la crítica que hizo Chávez al etapismo de suponer que primero se elevan las fuerzas productivas, para después construir las relaciones sociales del socialismo) citando todas  las  tesis  del  viejo  desarrollismo  como  argumento  para  modernizar  a Venezuela.

Ya el intelectual marxista argentino Atilio Borón había demolido el viejo argumento del  “capitalismo   democrático  nacional”  de  los  gobiernos  progresistas latinoamericanos que algunos quieren reciclar[i].

Nuestros moderados pequeños y medianos burgueses recién llegados pretenden descubrir el agua tibia.

Los que llaman a olvidar el legado revolucionario de Chávez (¡Hay que pasar la página de Chávez!) dicen que él no tuvo un programa económico serio cuando habló  de  “transición  venezolana  al  socialismo”,  que  se  requiere  coexistencia política, conciliación de clases, de modo que decir chavismo es echar al trasto de la basura cualquier referencia al conflicto de clases y su superación desde una estrategia socialista revolucionaria.

Los que dicen que ¡Hay que pasar la página de Chávez!, son aquellos que se quedaron en el cuento de una revolución dirigida desde arriba para satisfacer las aspiraciones de las capas medias y de la nueva burguesía, aquellos que no SE identifican con el socialismo revolucionario, sino que desean llegar a ser y tener como los grupos privilegiados que han conformado la oligarquía del dinero en la patria  escurridiza  a  Simón  Bolívar,  referencia  inconsciente  de  los  privilegios anhelados en sus expectativas como izquierda de la “Petite bourgeoisie”.

Los  pragmáticos,  oportunistas,  advenedizos,  trepadores,  burócratas,  corruptos, opositores y otros, lo que quieren es que la historia del legado de Chávez sea idéntica a la tragedia del Bolívar de carne y hueso allá en Santa Marta.

Todos ellos quieren no sólo asesinar la memoria revolucionaria, antiimperialista y anticapitalista  de Chávez,  sino  la  propia memoria  emancipadora del  Libertador Simón Bolívar.

De modo que basta finalizar afirmando que: ¡Sólo el pueblo trabajador y excluido puede impedir semejante atentado a Bolívar y a Chávez!

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[i] Duro de matar. El mito del desarrollo capitalista nacional en la nueva coyuntura política de América Latina Atilio Alberto Borón;  Problemas del Desarrollo. Revista Latinoamericana de Economía 2007, 38 (151). Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=11820167010

 



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