Muchas fueron las traiciones a las que tuvo que afrontar Simón Bolívar para ambicionar la unificación americana. Una de ellas fue la desobediencia de Francisco de Paula sobre la convocatoria de EEUU al congreso anfictiónico de Panamá en 1824. Imposible olvidar la convención de Ocaña (abril-junio 1828) donde un grupo de congresistas alentados por Santander intentaron quitarle el mando al Libertador. La convención fracasó y secuela de esta decepción el Libertador asumió el mando supremo el 24 de julio de 1828.
No se había restañado la herida moral de Bolívar del fracaso de la Convención cuando de nuevo los opositores al gran proyecto de la unión suramericana comenzaron a preparar nuevos ataques para destruir el sueño unificador de nuestro conspicuo caraqueño.
Hay efemérides que indudablemente traen evocaciones algo reflexivas que obligan a retrotraerme hacia una época que, de alguna manera, marcó el destino de nuestra patria. Me refiero a la indicada en el título de este artículo, que quizás para muchos, tal día, mes y año no les dice nada. Hace 186 años se confabularon las fuerzas del mal, es decir, la canalla agrupada en el partido realista, bajo el argumento de luchar por la libertad. Con este este burdo fundamento planificaron y llevaron a cabo un atentado contra nuestro insigne Simón Bolívar, uno más de los veinte de los cuales salió airoso. Hasta el cura Pedro Corella en el 1813, intentó en Las Palmas de Colombia acabar con la existencia del caraqueño. En verdad, quienes participaron en la nueva conspiración, una treintena, únicamente con ambiciones personales, pensaban en la patriecita, más allá del patriotismo con el cual justificaban el asesinato del Libertador y la muerte de Colombia (La Gran Colombia).
“La adorable loca”, la Manuela de Simón o la Saenz, como la llamaban despectivamente sus detractores y enemigos, conocía parte del propósito de esta confabulación y se lo advirtió a su amante inmortal. Entre los conspiradores figuraban Vargas Tejada, Florentino González, el anciano doctor Arganil, Ramón Guerrera, Pedro Carujo, sin dejar de lado al vicepresidente Santander quien, si bien no actuó directamente en la intentona, estaba al tanto del plan magnicida. Lamentablemente, el confiado Simón pensando en una revuelta insignificante, no le hizo caso a las advertencias de Manuela y los criminales casi logran su propósito.
Por ventura, la astucia y el arrojo de Manuela evitó la desgracia y logró que Bolívar abandonara el aposento antes de la llegada de los criminales, quienes al grito “muera Bolívar” penetraron al lugar donde se recuperaba el Libertador del padecimiento que dos años después lo llevaría a la tumba.
Simón logró saltar y evadirse por la ventana mientras Manuela entretenía y enfrentaba a los conspiradores, quienes venían con la espada desenvainada y las pistolas montadas con intenciones non santas. El resultado de esta conspiración fue la muerte del coronel Ferguson, un edecán inglés, la herida del joven Andrés Ibarra y una contusión por un golpe en la frente que recibió la salvadora del ilustre caraqueño. El mal fue derrotado, el esclavo liberto José Palacios llevó al recién salvado de la muerte a un lugar seguro. El batallón de Vargas dirigido por el coronel Whittle, un bravo y excelente oficial, contribuyó al fracaso de la conspiración. Finalmente, le correspondió al general Rafael Urdaneta poner fin al complot, controlar la situación y llevar a prisión los comprometidos en este siniestro y vil atentado. Como de costumbre, cuando ocurren en las revueltas fracasadas, muchos de los comprometidos y alguno que otro indeciso, al conocer la derrota del complot recibieron con vítores y “vivas al Libertador”, entre ellos el astuto Santander. Razón tenía Manuela al referirse a las tres “pes” de la traición: Páez, Paula y Padilla.
Desdichadamente el estigma de la felonía no se borró del rostro de muchos de los comprometidos en el intento del magnicidio, quienes dado lo magnánimo del Libertador fueron indultados, entre ellos Santander, a pesar de la oposición de Manuela y Urdaneta. Clarividencia tuvo este patriota cuando le expresó a Simón: “El día que perdonasteis a Páez condenasteis a muerte a Colombia; vuestra decisión sobre Santander es el final”. Como se ve los excelsos estadistas también se equivocan. No falló en su juicio el eximio y aguerrido general marabino, ya para marzo de 1830 la llama del sueño de la confederación suramericana del Libertador se había consumado. Nuevamente la canalla había triunfado.
Todo lo anterior lo traigo como referencia para demostrar que la burguesía no para en sus intentos de apoderarse del poder con el único objetivo de manejar a su antojo las riquezas del país. Lo hicieron con tenacidad durante veinte años de lucha del Libertador y recién, desde que mi comandante Chávez ascendió al poder, la cáfila de la derecha no ha desmantelado la plataforma para acabar con la Revolución Bolivariana: golpes de estado, huelga petrolera, guarimbas, guerra financiera, desabastecimiento, acaparamiento, especulación, conatos de magnicidio, contrabando, guerra económica, alianzas con el imperio y con mafias delictivas, crímenes de lesa humanidad, terrorismo, francotiradores, desinformación mediática, atentados contra la propiedad privada y oficial, entre tantas irracionales fórmulas para acabar de manera aciaga con el poder popular. Escuché y observé estupefacto en el video al terrorista y mal hablado Gómez Saleh y se me ocurrió pensar con horror de lo que sería de Venezuela si esta banda de mafiosos lograra asirse del poder.
El año que viene son las elecciones para la Asamblea Nacional, la próxima tentativa de la canalla es logar una mayoría de diputados para sacar del poder al hijo de Chávez, al presidente MM, con el único desatino de aniquilar los logros de la Revolución Bolivariana e imponer un gobierno de corte neoliberal. No permitamos que las fuerzas del mal se confabulen para extirpar el chavismo y acabar con el proyecto de mi comandante Chávez de construir una patria digna. Una nación soberana cuyas riquezas sean administradas para el beneficio de todos los venezolanos y no solo para las oligarquías parásitas que tanto daño le causó y le causan al país.
*A mis lectores los exhorto a leer “El cojo de Bagdad” un cuento breve publicado en: notengodios.blogspot.es