Al momento de redactar estas líneas, avanzada la tarde del proceso de elecciones internas del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) del 28-6-2015 (pareciera que el 28 es un mal consejero), para seleccionar sus aspirantes a diputados ante la Asamblea Nacional para el período 2016 – 2021, las cartas estaban echadas; y salvo alguna alteración de ruptura ética y moral en relación con el número de votantes, la abstención de las bases del pueblo, es decir, el auténtico chavismo había derrotado con un mensaje claro y diáfano de no ir a votar, que no seguirá apostando por la imposiciones de una cúpula corrupta, totalitaria y apartada de las necesidades de la gente.
Ha sido tal el desmoronamiento de la cúpula del PSUV que cómo dirían en mi pueblo, buscaban los votantes hasta debajo de las piedras. Realizaban llamadas. Enviaban mensajes de textos (incluyendo por Twitter, Facebook y WhatsApp). Iban de alguna forma a intentar reencontrarse, aunque fuera con una milésima parte de esa militancia que entendió el divorció de las cúpulas, mal llamada “dirigencia”, que ha venido ejerciendo la conducción del país en los últimos años. Una cúpula que jamás se les ve en una cola para comprar alimentos. Una cúpula que jamás se les ve en un banco para retirar nuestros malogrados bolívares. Una cúpula a quienes jamás encontramos en sus oficinas o despachos, o menos llegar hasta los pueblos y espacios donde el pueblo reclama sus funciones como “servidores públicos”.
La cúpula del PSUV si algo descubrió en estas elecciones internas, más allá que aparezcan al final de la “jornada” con su discurso repetido, acompañado de las sonrisas irónicas, diciendo que hemos tenido una “fiesta democrática”, es que han quedado huérfanos de pueblo. Un pueblo que perdió hasta el entusiasmo de la praxis del voto. Ni siquiera hubo “toque de diana”, porque simplemente no había a quien despertar las ganas y emociones por el ejercicio de ese voto, y salvo algunos funcionarios públicos o benefactores de misiones, quienes por razones, tal vez de presiones, o incluso miedo, apuntado por seudodirigentes, la abstención pudo haber sido peor en términos de desdicha revolucionaria.
El liderazgo de esta cúpula del PSUV, sólo esta refrendada por sus posiciones de directivos del partido. Controlan el poder por razones circunstanciales, pero en el campo social y político propiamente dicho, el pueblo les ha dado una lección determinante. No importa que tanto traten de seguir engañando frente a las cámaras o cualquier otro medio de comunicación sobre el “éxito de la jornada”. Es el mismo discurso, en decir que la inflación o las colas para comprar los alimentos no existen. Es decir que la delincuencia es producto de un plan “imperialista” o señalar a los propios venezolanos como “acaparadores domésticos” por la ausencia de productos esenciales para la alimentación o la higiene personal.
Irónicamente cuando la cúpula del PSUV quiso fehacientemente y con ganas enormes ver colas interminables para mostrarlas ante la opinión pública nacional e internacional con el propósito de hacer ver que aún conservan el legítimo liderazgo del presidente fallecido y líder indiscutible de la Revolución Bolivariana, Hugo Chávez, no fue posible tal hecho. Sólo vimos una ausencia del pueblo en un llamado que para nosotros no tiene, y por ahora (…) no tendrá ningún sentido.
En consecuencia, sugiero a esa cúpula totalitaria del PSUV que para las próximas elecciones internas, las mismas sean “nucleadas” (término aplicado para disminuir los centros de votación e intentar aglutinar mayor número de votantes en un mismo lugar) en Mercado de Alimentos (Mercal), Petróleos de Venezuela de Alimentos (Pdval) o Abastos Bicentenario. Cuando menos las colas estarán garantizadas sin necesidad de “maquinaria”, mensajes de textos y llamadas telefónicas. A propósito de ser ciego. Quien tenga ojos que vea.