Aquella mañana de junio de 2014 todos hablaban del notable orador de orden invitado a la sesión solemne conjunta entre el Consejo Legislativo del estado Sucre y el Concejo del municipio Mejía, con motivo de la celebración de la XXXVIII Feria Popular del Golfo.
Cuando entré a la oficina de la Cámara Municipal me abordó una desagradable afectación de ánimo al mirar tanto derrame de melosa y vana complacencia alrededor del invitado de honor.
Como cachorros chihuahuas, Erick Mago y Yonny Patiño babeaban, movían la cola y edulcoraban cada palabra y cada gesto para agradar al diputado Pedro Carreño, orador de orden, quien se encontraba en una oficina dando los últimos retoques a su discurso. Afuera, los funcionarios que formaban parte del cortejo de honor del Diputado mostraban graves signos de angustia por dos hechos fuera de su control: uno, el diputado pidió su tablet y el asistente la había olvidado en Caracas; dos, no encontraban la carpeta que contenía el curriculum vitae del orador. Ante estos incómodos detalles, Yonny Patiño aprovechó la oportunidad para llamar la atención de Carreño, y se dispuso a resolver la situación ordenando la búsqueda de una tablet de manera inmediata, mientras otro del cortejo se apresuraba en bajar de la red el currículum del orador.
Los invitados estaban llegando. La Plaza Bolívar lucía engalanada para la memorable ocasión. Grandes y distintivas carpas, techadas con el tricolor nacional, se encontraban dispuestas para albergar a los presentes: El Gobernador del estado, los Diputados del Consejo Legislativo, la Alcaldesa del municipio, Concejales, funcionarios de los gobiernos regional y municipal, personalidades distinguidas, y todo un fervoroso pueblo exquisitamente bien ataviado para la ceremonia cívica.
Detrás de la invitación a Pedro Carreño como orador de orden se ocultaba el calculado y frenético deseo de Patiño y Mago de conseguir el apoyo para sus aspiraciones como candidatos a diputados nacionales en las venideras elecciones internas del PSUV y las posteriores elecciones generales. Su plan consistía en ofrecer las mejores deferencias y elogios a Carreño: así fue nombrado orador de orden a petición de estos fulanos. Se le entregaría una gigantesca placa de reconocimiento, le otorgarían la Orden Francisco Mejía en su 1ra clase, le ofrecerían la llave de la ciudad, sería declarado hijo ilustre de la tierra mejiense, exaltado como magnánimo, hidalgo, munífico, principesco, colosal, supremo y cándido ser. Luego no escasearían las atenciones: De aperitivo, sopa de aleta de tiburón con flor de hongo japonés, pepino de mar, jamón huan, y cebiche de camarones y champiñones. Carnero apanado con romero y salvia, como plato fuerte; y finalmente, canapé de trufa blanca, para luego degustar un añejado escocés 18 años, acompañado de cadenciosas notas de violín, interpretadas por un baluarte de la música mejiese. Todo debidamente seleccionado y acordado para agradar el sensible y culto paladar del diputado Carreño. Honores, elogios y buen gourmet eran los elementos de la fórmula encantadora para ganar sus favores . Pero eso no era suficiente, quizá si para Mago, pero no para Patiño, quien sabía que tenía que abrirse espacio entre la multitud, hacer malabarismos y saltar como canguro para llamar la atención; y esa oportunidad no la dejaría pasar por nada del mundo. Tenía al Diputado en su tierra, era el lugar y el momento para deslumbrarlo con sus habilidades, destrezas y condiciones de líder y político de buen verbo y apasionado discurso. Para lograr esto tendría que valerse de algunas tretas e influencias. Correspondía a un diputado o a un concejal leer el curriculum vitae de Carreño; pero, Patiño, con argucias y solicitudes, logró obtener el honor de leer la hoja de vida del notable orador, sólo que nadie lo sabría hasta que el maestro de ceremonia lo anunciara, y el sagaz Patiño, histriónicamente se mostraría sorprendido por ¡tan inesperada deferencia!
Todo estaba listo. El Gobernador sentado en la mesa de las autoridades, rodeado de la Presidenta del Consejo Legislativo, la Alcaldesa, Diputados y Concejales. Una silla vacía al lado de la máxima autoridad del estado esperaba al orador.
Patiño, ataviado con un traje de Massimo Dutti y una corbata Marinella se esforzaba en llamar la atención desde el espacio de invitados especiales. El público anhelante suponía solazarse con la pieza oratoria y las disquisiciones históricas del inmaculado Carreño. El maestro de ceremonia anuncia el comienzo del acto, e inmediatamente la Presidenta del Consejo Legislativo inicia la sesión designando a dos diputados para que acompañen hasta el presidium al esperado orador de orden.
Pedro Carreño llegó prolífero de artificiales sonrisas. Se sentó en la silla de honor, emanando ese aire de orgullo, satisfacción y la extrema seguridad que suele acompañar a los grandes hombres cuando tienen que compartir su augusta personalidad en escenarios menores donde son admirados y elogiados por todos. En su rostro se podía intuir su pensamiento del momento: "Los dejaré cautivados con mi exquisita pieza oratoria. Procuraré ser didáctico para que esta gente de pueblo pueda entender la profundidad de mis análisis históricos". Un discurso que finalmente resultó ser muy pobre y plagado de incoherencias, pero cuando lo pronunció ya nadie escuchaba al diputado que hablaba en medio del sol abrazador del medio día, consumido por un torrente de sudor que emanaba a grandes chorros desde el más improbable de sus poros. Nadie escuchaba porque no podían sacar de su mente lo que había ocurrido minutos antes, y que todavía sigue ocupando un lugar privilegiado en el pináculo de los misterios de "nuestro insólito universo".
Decía que Pedro Carreño estaba solazado en su silla de honor, entonces el maestro de ceremonia anuncia la lectura de su currículum por parte del protolíder revolucionario, bolivariano, robinsoniano, zamorano, chavista y dirigente regional Yonny Patiño Rivas. Aquellas palabras sonaron en los oídos de Patiño como "consummatum est" (todo está consumado). El momento esperado, el clímax, el éxtasis, la nirvana. El plan había salido perfecto. Patiño se levantó de la silla con una sonrisa de calendario, apretó el nudo de su Marinella de pintas rojas y se dirigió al podium saboreando cada fracción de segundo de ese momento en el que impresionaría a Pedro Carreño con una inolvidable, ejemplar y animada lectura de su currículum. Cuidaría del más insignificante detalle: su mirada de estadista y legislador de talla, el tono acendrado y altivo, su dicción acrisolada y el gesto magnánimo a lo Charles De Gaulle. Fue entonces cuando un personaje misterioso y taimado, quizá una sombra imperceptible y sobrenatural, se cruzó en su camino y le entregó el texto con la hoja de vida del insigne Pedro Carreño.
Patiño inició la lectura y lo que sucedió entonces ni el más asiduo investigador de hechos paranormales podría darle explicación. La lectura fue realizada con fervor, pasión y desenfreno. Los mérito de Pedro Carreño eran enfatizados profundamente, cada palabra, cada sílaba fue pronunciada con la fogosidad y la perfección natural de Renny Ottolina; pero nadie, absolutamente nadie podía entender lo que estaba ocurriendo. Todos quedamos absortos, con la mirada en el vacío. Recuerdo haber experimentado aquella sensación de entrar a una dimensión desconocida. Para ilustrar este hecho debo citar las palabras exactas pronunciadas por Patiño:
" Capitán (Ej.) Pedro Miguel Carreño Escobar, natural del estado Barinas. Estudió primaria en el Grupo Escolar Juan Escalona, el Ciclo Básico en el Liceo Alberto Arvelo Torrealba, y el Ciclo Diversificado en el Liceo Daniel Florencio O' Leary, de donde egresó como Bachiller en Ciencias.
En 1981 ingresó a la Academia Militar de Venezuela. Fue retirado de las Fuerzas Armadas por medida disciplinaria, antes de cumplir 10 años de servicio; en consecuencia no tiene derecho a pensión. En 1985 se graduó de número 62 como integrante de la promoción, de 70 egresados, Gral. de Bgda. "Lucas Carvajal".
Su conducta en el ejército fue muy cuestionada. En 1993, siendo Capitán, ocupa el cargo S4 (logística), la persona que maneja el dinero de la Unidad de Batallón de Infantería Mariño en Barinas. El Comandante de esa Unidad era el Tcnel. (Ej.) Enrique Medina Gómez (hoy general de División), es quien le levanta el expediente y lo acusa por el delito de Estafa Agravada. En febrero de 1994 se le levantó un informe y fue dado de baja deshonrosa del ejército ..."
Solamente quienes se hayan detenido a admirar la obra: "El Grito" del pintor noruego Edvard Munch podrán comprender la transfiguración que sufrió el rostro del insigne Pedro Carreño cuando escuchaba a Patiño leer su notable curriculum vitae. Un rojo infernal resplandecía en sus facciones, una de sus cejas se levantó tanto que la mitad de su cara se elevó como ola de tsunami, el rictus de sus labios luchaba contra la arrechera apretada en sus dientes. La nariz se ensanchó al punto que podían salir balas de cañones de sus huecos; pero su mirada, esa si que era aterradora, imposible describirla. Sólo puedo decir que parecía la mirada de Satanás atravesando los corazones de las almas condenadas y oscuras. Esa mirada abismal se detuvo en la humanidad de Patiño, quien leía frenéticamente como en estado hipnótico. Fue entonces cuando tronó como el Vesubio en erupción la voz de Carreño:
_ ¿¡Quién carajo es ese que está leyendo esa vaina!? ¡Yo no soy ningún estafador!
Concejales y Diputados permanecían estupefactos, la Presidenta del Consejo Legislativo temblaba de vergüenza, y el público confundido no daba crédito a lo que estaba pasando. El Gobernador hacía señas para que detuvieran a Patiño, pero este leía y leía sin percatarse de las palabras que estaba pronunciando. Carreño volvió a explotar y ordenó a la Presidenta del Consejo Legislativo:
_ ¡Carmencita! ¡Párame esa vaina! ¡Yo no soy ningún estafador!
El Gobernador ordenó a dos hombres que sacarán al apasionado lector del Podium, quien continuaba su lectura sin comprender lo que ocurría. Mientras tanto se escuchaban los gritos de Carreño:
_ ¡Yo no soy ningún estafador, Carajo!
El bochorno, la vergüenza y la confusión se apoderaron de todos los presentes.
En una mezcla sonora, compleja e inentendible circulaban murmullos, susurros y gritos en el embarazoso ambiente. Desde el fondo se levantó una voz que pronunció fuerte y claro:
_¡Estamos infiltrados!
Fue entonces cuando Carreño lo dijo. Todavía recuerdo cada sílaba de aquella afirmación, porque desde entonces el pueblo de San Antonio del Golfo no fue el mismo. Aquel hecho nos colocaba en el centro de la brújula internacional, en una zona caliente de guerra fría. Cobramos estatus en el escenario político mundial, y todo gracias a Pedro Carreño y Yonny Patiño. Eso estaba aconteciendo sin que ningún habitante del pueblo tuviera el mínimo conocimiento del hecho; pero Pedro Carreño lo descubrió y lo anunció a viva voz:
_ ¡Esto es obra de la CIA! ¡Es un sabotaje imperialista gringo y sus operadores en San Antonio!
Y por alguna razón, todas las miradas recayeron sobre Pancho Mano Pobre.
Epílogo: En el presente, todavía Yonny Patiño no entiende por qué Luis Acuña interrumpió su lectura, ni por qué a partir de ese momento pasó a la historia como el hombre que leyó el currículum de Pedro Carreño a Pedro careño.