Un 25 de noviembre, Fidel, en el Granma, en 1956, inició su viaje para conducir la lucha del pueblo cubano en contra del régimen oprobioso del dictador Fulgencio Batista y para liberarlo de la voracidad imperialista yanqui, que, cual bocado apetitoso, tenía a Cuba en sus fauces listo para ser engullido como ya lo había hecho con Puerto Rico, en el Atlántico y con las islas Hawái y Guam en el Pacífico.
Y un 25 de noviembre, en La Habana, en 2016, inició su viaje a la inmortalidad para conducir la lucha antiimperialista del pueblo nuestroamericano y de todos los pueblos del mundo expuestos a la voracidad expansionista y hegemónica del ahora decadente imperialismo estadounidense.
La gesta heroica de Fidel, junto a la de Bolívar, Sucre, San Martín, Artigas, Martí, Lenin, Sandino, Mao, Ho Chi Min, el Che, Lumumba, Sankara, Mandela, Hugo Chávez y tantos otros líderes revolucionarios, de América y del mundo, se constituye en un trazado luminoso que los pueblos han de transitar para alcanzar su emancipación y el derecho a ser libres, es decir, para concretar su disposición a vivir en una sociedad humanista en la que no tenga cabida ningún tipo de explotación y en la que se privilegie al ser humano por encima de cualquier otra valoración, o, lo que es su equivalente, a la aspiración de vivir en solidaridad plena y en armonía con el ambiente, en la búsqueda y construcción permanente de la utopía socialista.
Fueron los de Fidel, 90 años de vida constructiva, elevación constante, superación humana, creación irradiadora que servirán de referencia y de guía para todos quienes en el universo, en el presente y en el devenir, tengamos puesta la fe y la esperanza, el sueño, en el logro de una vida mejor, teniendo, siempre como base el trabajo, el estudio y la constancia.
“Padre!
90 años no son suficientes
para concretar la obra
majestuosa que te propusiste.
Pero podemos asegurarte que
seguirás laborando en las
manos de los que hemos
recibido de ti la nueva forma de
amasar la patria, de honrarla de
defenderla.
Tenemos tanto que
agradecerte!
Te llevas la victoria de haber
visto a un hijo tuyo levantar
nuevamente las banderas de
Bolívar, lo guiaste con el
respeto propio de los
revolucionarios, le viste
crecerse en las adversidades y
un día llegó hasta ti y supiste
que llegaba herido de muerte.
Lo obligaste a detener su
marcha y le ofreciste toda la
ciencia, que junto a tu pueblo, y
a pesar del bloqueo, pusiste al
servicio de la humanidad
oprimida.
Te vimos hacer todo lo que un
padre hace por el más querido
de sus hijos, por Hugo, pero la
muerte apresurada lo arrebató
de tus manos.
Cuál no sería tu dolor maestro!
Se junto a tu dolor cercano
llamado Abel, Ernesto, Camilo,
o al dolor distante de los niños
que los vence el hambre en
cualquier lugar del mundo.
Fidel, ya eres la Cultura, espada
y escudo de esta humanidad
que ustedes, los inmortales
han hecho de nosotros.
¡Hasta la victoria siempre,
Comandante! “
Los hombres como Fidel no mueren, su obra los mantiene vivos, ya que como él mismo le dijera al Comandante Sandinista Tomás Borge no le temía a su muerte, sino a “la muerte de sus sueños”: “No tenemos otra alternativa que soñar, y soñar, además, con la esperanza de que ese mundo mejor tiene que ser realidad, y será realidad si luchamos por él… Es que luchar por una utopía es, en parte, construirla”;
Compañero Fidel Castro, la historia te absolvió
¡seguimos tu ejemplo, seguimos soñando, seguimos luchando!
¡Hasta la victoria siempre, Comandante¡