Con frecuencia observo en la prensa escrita y también por la televisión a un grupo de señores bien acartonados, por lo general vestidos con ternos negro y señoras elegantemente vestidas con trajes de diseños. Todos ellos posando para una foto, una vez finalizada las productivas reuniones financieras consumadas en un fastuoso inmueble donde discuten el futuro de la humanidad. Estos personajes, que en su mayoría son los presidentes o primeros ministros de los países industrializados (EEUU, Canadá, UK, India, Holanda, Italia, Japón…), actúan como testaferros de las grandes corporaciones financieras e industriales del planeta. Tal como se ha hecho a través de la historia de la vida terrenal, son un grupo de figurines, alimentados con la leche de la egolatría, los que al final deciden sobre la vida y la muerte de miles de millones de seres humanos.
A estas reuniones, evidentemente, no invitan a cualquier ganapán, allí nunca se verá un alpargatúo ni tampoco a una campesina en falda y blusa confeccionada en una modesta máquina Singer. Estos señores se apandillan en los llamados grupos, identificados con una G y según, los países industrializados que lo conforman, le agregarán de seguido un número, por ejemplo el G-5, el cual está conformado por EUU, Francia, Inglaterra, Alemania y Japón. En verdad, en dicha agrupación no está representado todo el país, únicamente los empresarios cuyos intereses están encarnados por el presidente o el primer ministro que asiste a la reunión. Nunca se verá en la foto a un obrero con casco protector, ni tampoco a un campesino y mucho menos a una ama de casa, dado que estos personajes no saben un carajo de negocios.
Son diversos los grupos (G) que se reúnen, por lo general, en algún país del hemisferio norte, donde se encuentra la “cuna de la civilización occidental”. Es famoso el G-8 configurado por Alemania, Canadá, EEUU, Francia, Italia, Inglaterra, Japón y Rusia. Como se nota, la lista está integrada por los antiguos colonizadores y explotadores de África, Asia y América, es decir los vetustos imperios. Por esta misma vía se pueden reconocer los grupos G-10, G-15, G-20…estos se reúnen para redactar las leyes del comercio y de las finanzas del mundo entero que benefician solo a las empresas situadas en sus países.
Esto no es nada nuevo. Durante miles de años, cuando un grupo de perversos descubrieron que podían asociarse para avasallar al prójimo, la vida de los demás se convirtió en un calvario y se da comienzo a la explotación del hombre por el hombre. Fue así como en los cenáculos secretos un pequeño grupo de desalmados reunidos en un clan, en una corte, en un juzgado, en un senado, en una cámara alta, en una cámara baja o en un gabinete…se definió y se define el futuro de la humanidad. Por ejemplo, la Primera Guerra Mundial la proclamaron 300 hombres en una tertulia donde se encontraban reunidos políticos, militares y fabricantes de armas quienes tenían interés de comprobar la efectividad de la moderna ametralladora. Lo mismo sucedió en la declaración de la Segunda Guerra Mundial. Un grupo de dirigentes europeos y norteamericanos que no aceptaban la evolución del comunismo en Europa permitieron el avance de Hitler. Estos mismos endriagos de la política, de la ciencia y de la industria militar (canadienses, estadounidenses e ingleses) fueron quienes aprobaron el uso de las bombas nucleares para comprobar la eficacia de las mismas.
Modernamente los grupos financieros e industriales, representados por sus testaferros (presidentes y primeros ministros) son los que dictan las leyes que conducen el funcionamientos de la industrias, de los centros financieros, de los aranceles, de los precios de los productos, de los monopolios, de las guanacias de los bancos, de la globalización, de la política y de todo aquello que afecte los negocios de las avaras empresas multinacionales. Han pasado muchos años y siempre miro con estupor las fotografías de los encopetados ricos y famosos, sin embargo, después de finalizadas las reuniones, el mundo sigue igual. Con una diferencia: los ricos se hacen cada vez más ricos y los pobres, cada vez más pobres.
Desde esta modesta página voy a proponer la creación de un nuevo grupo, el G-7mil millones, donde estarían representados todos los habitantes del planeta para elevar sus voces y así remediar los problemas que los afectan.
En el caso de reunir a millones de habitantes de todos los países que representen al grupo anterior recibiría algunas sorpresas. Por ejemplo, simulemos una reunión con un grupo de sus delegados. Tengo la certeza que si escojo a un desdichado de Haití, este indagaría sobre los dólares que nunca llegaron como ayuda para la víctimas del terremoto, además, su único problema sería comer para satisfacer la hambruna. Un famélico habitante de Burundi, de seguro no conversaría sobre los bonos de la deuda pública, ni sabrá nada sobre la Tasa Libor, en caso tal trataría de de averiguar si esas cosas se comen o se beben. Una dama de Sierra Leona hubieses deseado intervenir pero el hambre la tenía exhausta y no podría hablar. El delegado de Mozambique cuando se discutió de las diversas formas del dinero, el efectivo, el plástico, el dinero virtual…indagó sobre qué cosa era una tarjeta de débito. Una dama de Surinam cargando un niño famélico trató de informarse si era normal aspirar a poseer una casa con agua potable y un baño higiénico. Un flacuchento obrero de Liberia tomó el micrófono y quiso saber si era cierto que los robots les estaban quitando el empleo a los trabajadores. Un niño palestino intervino y trató de obtener una explicación de la razón de la pérdida de su casa en manos de los colonos sionistas. Nadie le dio respuesta. Una niña Siria, algo llorosa, intervino y quiso enterarse si los criminales de guerra de EEUU y de la OTAN pagarían por la devastación de su país y por los miles de muertos. Tampoco nadie le dio respuesta. En afrodescendiente estadunidense, preocupado por las miles de hombres de color que están las cárceles privatizadas, consultó si los internos recibirían una parte de la ganancia obtenida por los blancos que administran el penal y del trabajo esclavo que realizan para las empresas. Un indio mexicano, representante de los ilegales que laboran en EEUU, mostró su desazón sobre el futuro de muchos de ellos después de trabajar a sueldos miserables para los gringos. Un agricultor de la India deseó estar al tanto si la Monsanto le pagaría el deterioro de sus fincas, convertidas en tierras yermas, un vez que esta empresa cultivó productos transgénicos. Una representante de las amas de casas venezolana le pidió a los capitalistas oligarcas que las dejaran vivir en paz. De seguro, pasarán años y años escuchando los planeamientos del G-7mil millones, cuyos dificultades no tienen nada que ver con las futilidades de los G de los países industrializados.
Las democracias europeas y norteamericana pretenden venderle al mundo que el modelo neoliberal le asegura a los habitantes del planeta la libertad codiciada por todos. La libertad no puede existir, ni ha existido, ni existirá jamás mientras unos individuos favorecidos vivan de la explotación de otro seres, mientras se dé el caso aterrador, antisocial, antiético e inhumano de que millones de personas con pleno derecho a una buena calidad de vida perezcan en el abandono, consumidas por el hambre, la miseria, la falta de higiene…y otros cuantos cínicos explotadores, asistidos por leyes capitalistas esclavizadoras, naden en fortunas estúpidas y revienten sus vientres hasta el hartazgo. Yo, por mi parte, me autodesigné como delegado del G-7mil millones y como tal solicitaré ante el grupo la erradicación de las guerras como la forma más estúpida de resolver los conflictos. Además, imploraré exterminar el neoliberalismo como modelo político-social-económico, dado que el hambre mundial no se curará mientras el capitalismo permanezca vigente. Lee que algo queda.