Ya son suficientes los signos objetivos que dejan al descubierto la Venezuela política del próximo año. Y ciertamente, volveremos a ser otro país, distinto al que transcurrió entre 1999 y 2006, y todavía más diametral a toda anterioridad a la era chavista.
Todo comenzó cuando el propio presidente Chávez se aseguró de que el constitucionalista Carlos Escarrá estuviera en las filas de la actual Asamblea Nacional, a quien encomendó la misión de hacerle puntuales modificaciones a la Constitución Nacional. Este objetivo quedó de manifiesto cuando, en una visita hecha al Tribunal Supremo de Justicia, el propio Escarrá recordó que a él Chávez lo bautizó como el Montesquieu venezolano. El espíritu de las leyes emana de la realidad, ha invocado no menos de dos veces el presidente Chávez de manera pública. Y la realidad revolucionaria es muy distinta tanto en su forma, y lo mucho más en su fondo, pero como la orquesta mediática concentra esfuerzos en no dejar que se vea el nuevo país que se erigió en siete años, pues se requiere de una profundización de la transformación. Desde luego, ya lo ha dicho el propio Chávez, en el 2007 “echaremos el resto”.
Hace como un mes el Montesquieu venezolano reveló el alcance de la idea presidencial de darle un sacudimiento al país. Ya no solamente era necesario retocar la Constitución, después de la reelección de Chávez deben ser relegitimados todos los cargos populares, lo que es además lógico.
De que en el primer semestre del 2007 habrá relegitimación, no solamente queda confirmado por la enunciación escarriana, sino por la migración de los cuadros políticos más sólidos de la Asamblea Nacional, cuya composición homogénea es obvio que ya no le interesa ni le conviene al proceso revolucionario. Es inconveniente desde todo punto de vista, pues los allí escogidos han dado escasísimas demostraciones de haber entendido el proyecto que empuja Chávez. Se ha hecho patente que en el Parlamento lo esencial son las pugnas por consumir poder y guardar ese capital para llegado el 2013 jugar a ser el sustituto. En eso se han gastado las energías y las estrategias, y esto, finalmente, es un despropósito a los fines de perpetuar la Revolución Bolivariana.
Por ello la Asamblea Nacional de 2007 será, como todo el mapa político, asombrosamente inédita. Ya no será un desempeño técnico, sino absolutamente práctico. Con lo cual pueden matarse dos pájaros de un sola pedrada, pues al tiempo en que los cuadros políticos son movidos a reforzar y consolidar “el Estado paralelo” que se erige desde las misiones sociales (que serán convertidas en leyes), los genuinos representantes sociales llevarán la batuta de las discusiones nacionales. Hace un rato largo que Chávez comprendió que la única posibilidad de avanzar era mediante la dualidad estatal, pues la estructura dejada en herencia por el pasado, en la que se enquista una cancerígena burocratización fuertemente alentada por comisarios chavistas, engulle los intentos de avanzada. En rigor, se crearon ministerios paralelos que son los que han permitido el progreso y la sustentación. La vieja estructura habrá que dejarla morir de inanición, siempre que antes sean extirpados los gusanos que, incluso votando por Chávez, limitan su acción política a su propia supervivencia. Pero no hay que dejarle esta labor a la inercia, porque pueden transcurrir otros 40 años. Hay que planificar la caída de ese pesado elefante.
Otro variable que se mueve en el tablero revolucionario es la academia. Ya lo ha dicho Margarita López Maya –voz autorizada para hablar del tema universitario-. La Revolución Bolivariana no ha contado con la academia para sus propósitos transformadores. Lo cual, bien visto, en un contrasentido. Esto nos lleva a una conclusión que hay que soltar sin pudores: la Revolución Bolivariana presenta una crisis de recursos humanos. Pero bien diría Chávez que de las crisis pueden obtenerse las mejores cosas.
Desde este enfoque, en 2007 se producirá un movimiento admitiendo que la mayoría de los técnicos y profesionales del país no comparten ideología. Entonces los técnicos y profesionales que sí la comparten, deberían ser desplazados a los cargos de dirección del Estado. Y dejar el espacio parlamentario a sus actores naturales, la gente común, poseedores del espíritu de las leyes. Pongamos por caso: ¿Qué mejor Ley de Tierra puede hacerse que no sea por los auténticos campesinos? La Revolución Bolivariana no está para otra cosa, sino para maniobrar para que el país se parezca a sus habitantes.
William Lara que tiene fama de buen vocero y va a un nicho natural; José Khan tiene claro perfil para las industrias básicas; Nicolás Maduro construyó una personalidad política contestataria y respondona, guapetona, un espejo de lo que son las relaciones diplomáticas de esta Venezuela. Si fuera cierto el traslada a Darío Vivas al Ministerio de la Economía Popular, nadie tan perfecto para ello. Sin ninguna carga peyorativa, Darío Vivas parece un lancero más (me consta que es un político de raza y un ejecutor que ojalá se hiciera ley en el chavismo).
El factor Evo
Al hecho de que el propio Chávez comprendiera la necesidad de revisar la Constitución Nacional y encomendará ese objetivo a Carlos Escarrá, se unió la presente circunstancia: la homogeneidad de la Asamblea Nacional no era perjudicial por sí misma, sino por los resultados del ejercicio de sus funciones (en rigor, la actual Asamblea Nacional tiene poco de qué ufanarse, al menos en correspondencia con el proyecto transformador). Así que Chávez esperó seis meses por la Asamblea, y decidió implosionarla y llenarla de los genuinos representantes.
Esta línea de pensamiento tuvo su detonante en Evo Morales (y luego recibió un empujón en la figura y protagonismo político de Ollanta Humala). Más del 60 por ciento de la población boliviana es indígena o de ascendencia indígena. Que un presidente con voz agringada gobernara esa nación, la convertía en dos. Evo la restaura. Y la llenó de paz. Cuando por fin pudo surgir un liderazgo indígena, las fuerzas naturales sociales lo hicieron presidente.
Así las cosas, ¿por qué en Amazonas no gobierna un indígena verdadero? Liborio Guarulla anda cargado de la civilización partidista que supone su militancia en Patria Para Todos.
Por lo que parece detectarse en las tácticas recientes realizadas por Chávez, el próximo gobernador amazonense (el del 2007) será un indígena cuya indumentaria será el guayuco.
En Apure, ¿quién sino Cristóbal Jiménez? Originario de El Mantecal, cantante de música llanera y hombre de sombrero pelo e’ guama. En Bolívar hay que buscar un alcalde y gobernador que encarnen el espíritu de las industrias básicas. Tanto Scotto como Rangel estuvieran en la presidencia de la CVG. Ambos salieron sin arrastrar precisamente gestiones visiblemente exitosas. Al próximo gobernador hay que buscarlo en los hornos donde se funden los metales. Y en Guárico hay que buscarse a alguien que no sea compadre de los terratenientes. ¿Será casualidad que en Guárico no haya casos de sicariatos de campesinos?
Y así por el estilo.
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