El enemigo silencioso

A veces el tiempo puede ser verdaderamente relativo y treinta y cuatro años se reducen aun instante o se convierten en el resumen de miles de detalles que configuran memorias casi intactas.

Volví a Caracas después de todo este lapso de tiempo; había partido muy niña, a los nueve años, en pleno auge del gobierno puntofijista cuartorepublicano de Rafael Caldera; época en la que las diferencias entre pobres y ricos se hacían ostensibles a toda hora y en todo lado. Todavía recuerdo las casas de cartón y plástico en las laderas de la autopista que contrastaban con el lujo de las mansiones en Altamira y Los Chorros. Casitas de cartón y piedra que hoy, alegremente convertidas en casas de cemento y ladrillo, exhiben orgullosas sus mil colores, haciendo parecer una Whipala estos cerros caraqueños de mi infancia tan querida.

Caracas........Recuerdos que se cuelan, se filtran irreverentes con sabores, olores y visiones que retornan sin permiso a mi memoria y se mezclan con el cúmulo de emociones producidas por reencuentros familiares casi olvidados.

Caracas............. Hoy convertida en el eje del proyecto socialista del siglo veintiuno, modelo de integración latinoamericana. Imagen y ejemplo de lo que un pueblo unido y valeroso puede lograr frente al imperio.

Que importante ha sido esta visita a Venezuela, sobre todo, porque al caminar por sus calles, al recorrer sus avenidas puedo constatar la marcha, sin pausa pero sin prisa, de la Revolución que le ha impreso una nueva cara a la ciudad, bella de por sí y un nuevo espíritu al caraqueño (a), hospitalario y acogedor por herencia y tradición. Esa certeza de haber iniciado un nuevo camino que se traduce en las miradas claras de la gente que camina por sus aceras y plazas; la esperanza renovada que se reafirma a diario en las palabras del Comandante Chávez; finalmente el petróleo es sembrado para producir frutos que se traducen en salud, educación fuentes de trabajo, vivienda digna, esperanza sin par para aquellos ignorados de siempre; una historia que afortunadamente, se empieza ahora a repetir en toda Latinoamérica gracias al esfuerzo casi titánico de sus pueblos y sus gobernantes.

Ahora, esta constatación contrasta muy fuertemente, cuando al internarse en los detalles del funcionamiento del aparato estatal, uno puede ver que aun persisten prácticas que no tienen nada que hacer con el ideal revolucionario; como un cáncer silencioso, la burocracia, la pesadez y la inercia siguen campeantes en el seno de las instituciones públicas, lo que desluce y retrasa inexorablemente la marcha del proyecto. Da tristeza comprobar que aún existen gobernantes y gobernados que, en el afán de hacer las cosas muy bien hechas, caen en la trampa del burocratismo que tanto daño le hace a las instituciones, porque les quita lo más preciado que tienen, que es la entrega casi mística de sus funcionarios al motivo verdadero de su trabajo que deberá ser en todo momento, la acción transformadora de un estado corrupto e ineficiente, en uno revolucionario y poderoso. Es este es el verdadero enemigo silencioso, porque horada las instituciones desde abajo; las horada casi sin que nos demos cuenta, pero su daño es casi irreversible y sus efectos colaterales - el lacayismo y el prebendalismo - deforman las intenciones y dañan los proyectos, poniéndolos al servicio de una clase burguesa que se filtra en el aparato estatal aprisionando las posibilidades de crecimiento en redes casi invisibles, que destrozan toda posibilidad de surgir. Esto, que es consecuencia directa de la falta de conciencia revolucionaria o de la falta de organización, hace que los funcionarios se refugien en una serie de procedimientos vacíos e inútiles, que por lo mismo, se hacen altamente peligrosos.

Será necesario entonces, detener un poco la marcha y rectificar el rumbo; darse cuenta que a veces, es necesario saltar algunas etapas, pero tomando siempre en cuenta que el eje del proyecto es el ser humano que está siempre por delante de todo lo que hacemos; que es quien traduce los sueños en hechos, quién le da forma y vida a este proyecto, la razón y el fin último para que un lejano día de 1992 un teniente coronel, paracaidista y para más colmo, mestizo e irreverente, se haya atrevido a iniciar esta marcha sin retorno hacia un país diferente donde haya cabida para todos los anhelos y los sueños que día a día, ahora se van haciendo realidad.

Será necesario entonces, comprender realmente y desde el corazón que solos, individualmente, no lograremos nada; que los triunfos deberán ser colectivos y que para lograrlos, necesitamos gente identificada, satisfecha y convencida que este es el mejor camino; eso se logra, indiscutiblemente, con instituciones más ágiles que permitan que cada uno de los individuos sienta que es imprescindible para alcanzar los objetivos trazados y no solamente un número en un contrato.

Será necesario al fin, sentarse a comprender que este es un proyecto de y para seres humanos, con todas las imperfecciones que esto conlleva, pero que tenemos la obligación histórica ineludible de elevarnos por sobre nuestras propias miserias, para construir la Patria Grande.

Siendo tan noble y grande nuestra empresa, las minucias que se pierden entre papeles y formularios, deberán ser completamente eliminadas.


Ma. Bolivia Rothe

Médica salubrista, boliviana y venezolana.

Militante de la esperanza


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Ma. Bolivia Rothe


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