“…Si quiero rescatarme
Si quiero iluminar esta tristeza
Si quiero no doblarme de rencor
Ni pudrirme de resentimiento
Tengo que excavar hondo
Hasta mis huesos
Tengo que excavar hondo en el pasado
Y hallar por fin la verdad maltrecha
Con mis manos que ya no son las mismas
Pero no solo eso
Tendré que excavar hondo en el futuro
Y buscar otra vez la verdad
Con mis manos que tendrán otras manos
Que tampoco serán las mismas
Pues tendrán otras manos…”
Mario Benedetti – Otra Noción de Patria
Hoy fue un día profundo y lento; un día diferente, porque de repente, se me agolpó todo el pasado y se hizo tan presente, que parecía que se podía volver a vivir. También fue un día victorioso, serenamente victorioso, curiosamente libre de rencor y repleto de alivio.
Bajó del avión viejo, tambaleante, mal vestido y notoriamente acabado, pero su mirada era la misma de hacen 29 años, dura y tenebrosa….
Me vinieron a la mente algunas preguntas: ¿Será que a estas alturas del ajuste de cuentas con la historia, este hombre tendrá la talla para morirse en paz? ¿Será capaz de decir lo que todos necesitamos saber, tendrá la humanidad que careció por completo en aquella época y nos permitirá llorar y honrar a nuestros mártires como es debido? Más aún, ¿Será capaz, aunque sea por una sola vez en su vida, de ser honesto y entregar a aquellos cómplices y autores materiales e intelectuales que se pasean impunes y libres por las calles de este país?
Yo tenía diecisiete años. A los diecisiete años, la muerte es solo una palabra lejana y sin sentido; pero los ideales, las convicciones, son la vida misma. Sentimos que nos hacen invencibles y capaces de lograr cualquier hazaña. En ese momento de la vida, llegó de repente el terror cobijado por la noche oscura y la metralla asesina cargada de odio. Con ella, se inaugura un sentimiento desconocido hasta ese momento: El miedo. Miedo instalado en todos los rincones de la casa y del alma; la voz plena se hace cuchicheo, se deja de mirar abiertamente, para entornar los ojos detrás de las cortinas; los oídos dejan de escuchar armonías y risas, porque el ruido seco de la bala disparada contra un cuerpo y los acordes de la Marcha Militar anunciando cadenas radiales y televisivas mensajeras del horror, son los únicos sonidos que prevalecen sobre el resto. Luego, en una tarde soleada de agosto, nos alcanzan la celda, la oscuridad, los golpes y la tortura sin piedad, el encuentro cara a cara con el odio; en esos momentos límite, los ideales y la certeza que se defiende lo verdadero son el único puente que conecta con la vida y permite resistir….
Unos tuvimos más suerte o simplemente, un destino diferente y sobrevivimos para contarla, otros, infelizmente, no. Y entonces, una se pregunta porque el destino fue más benévolo y nos mantuvo con vida, porque otros pagaron al contado con sus vidas, la osadía de tener ideales. Qué carga inmensa de odio nos lanzaron encima con todo el duro peso de muertes a manos llenas!!
Hoy los dolores del cuerpo han desaparecido y las secuelas físicas han sido curadas; el cuerpo sabio como la naturaleza que lo crea, se ha regenerado y hasta ha logrado dar vida. Pero las heridas del alma, aún sangran; son cicatrices muy débiles que en realidad, nunca se reparan por completo y sirven a diario para recordarnos lo afortunados que fuimos quienes vivimos para ver la nueva aurora, pero también para reclamarnos a cada instante, la tarea insoslayable de seguir en la trinchera, defendiendo la vida y la libertad. Que nuestras vidas plenas deben ser un testimonio de lucha, de la única lucha que nos convoca a todos por una patria de paz, donde todas y todos quepamos con respeto por las diferencias, en permanente construcción sobre la base de esta única certeza posible; defendiendo la alegría, como diría Benedetti haciendo juntos un país en serio, a nuestra medida y molde. Nunca más permitir que esos días vuelvan; pedir cuentas con la justicia por delante; recuperar la memoria de lo que vivimos y el ejemplo de nuestros muertos.
Sabemos sin embargo, que este camino emprendido no es fácil y sería un error creer con simplismo e ingenuidad infantil, que ya todo está ganado. El proceso que hemos iniciado, aún debe consolidarse, los hechos en Honduras apenas unos días atrás, nos demuestran que el peligro aún acecha y que el enemigo jamás se ha descuidado, que tiene un plan y que hará todo lo posible por cumplirlo.
Que la llegada al país de aquel que nos conminaba a caminar con el testamento bajo el brazo, nos convoque a retomar las certezas, a fortalecer nuestras convicciones sin dejar jamás de luchar por la libertad tan ansiada de permanecer así, como ahora, libres.
La Paz, 8 de Julio de 2009
(*)Boliviana, víctima de la violencia política durante el golpe de García Meza en 1980 cuando tenía 17 años. Permaneció tres meses en una celda, incomunicada; fue torturada y casi asesinada durante tres meses y luego salió al exilio a México. Actualmente es médica epidemióloga y reside en La Paz.
mabolivia@gmail.com