Confieso he percibido a Luisa Ortega Díaz como una persona encantadora y muy juiciosa. Cuando hizo aquella advertencia al TSJ, me pareció estaba en lo cierto y le vi salir valiente ante una evidente manifestación de "excesiva lealtad" ante el gobierno de los integrantes de aquel organismo. Tan desacertado pareció aquello – "¡No me ayudes compadre!", hubiese dicho Cantinflas – que hay quienes sostienen fue el combustible necesario para que se reiniciasen las prácticas opositoras extremas. Hasta allí todo parecía bien con Luisa Ortega, pues obligó al TSJ a desdecirse, hasta que llegó el asunto constituyente.
No me parece malo y menos censurable que ella se manifieste en contra de la constituyente. Es su derecho pensar de esa manera. Lo desacertado es que siendo una persona que alcanzó tan alto nivel en la magistratura, no haya encontrado en el vericueto de las leyes, cuyo mapa debería conocer bastante bien, argumentos ajustados a derecho para justificarse y haya optado por opinar como un político cualquiera; como uno mismo.
Hablar de lo corporativo, para censurar la participación por sectores, habiendo sucedido así antes cuando se incorporó a la población indígena, no parece un argumento digno de un personaje de su jerarquía. Es más, nada dijo cuando a personas como ella, a todas luces ajena a las etnias originarias de Venezuela y a uno mismo, nos permitieron votar para escoger los representantes de ellas. Como suelo decir que, siendo un maestro de escuela procuro ser coherente, nunca mentir y menos reclamar derechos que no me pertenecen, nunca he votado por indígena alguno porque eso me ha parecido un irrespeto y hasta una burla.
Por eso no me parece prudente su inconformidad a la incorporación por sectores, más allá de lo jurisdiccional, que le da a la representación un carácter genuino. Entiendo bien a la oposición cuando a eso se opone por diversas razones; empezando por la desconfianza que eso le produce viniendo la proposición del gobierno. Y también que dude de la participación por sectores, por lo novedoso mismo y las ventajas que sospechan eso podría aportar al proponente. Menos prudente es la actitud de la Fiscal, si su criterio no fundamenta con argumentos legales, sino puramente políticos, pues no es de esta naturaleza el rol que le compete y menos uno espera de ella.
Pero llegó demasiado lejos Luisa Ortega al afirmar que la constitución es inmejorable. Tal afirmación niega de manera absoluta el cambio, el movimiento y supone al mundo, la sociedad, inmutables y al hombre capaz de elaborar lo perfecto. Eso es falso. No hay ley ni constitución perfecta. Sucede que ellas pueden, en un momento dado y hasta por largo tiempo, favorecer a quienes tienen el control de las fuerzas del cambio y estando estas satisfechas, difunden la idea, el estado de ánimo, que se ha alcanzado el equilibrio. Es más, no es nada negativo ni perverso que el pueblo, ejerciendo su soberanía, de vez en cuando, revise los ejes y averigüe por qué suenan, por lo menos para engrasarlos. Se suele hablar que la constitución norteamericana es casi perfecta, tanto que sólo se le han hecho dos enmiendas. Parece bien. Pero cabe preguntar, ¿Por qué no se le ha enmendado para darle garantías absolutas a los americanos de color, como ellos dicen, para que no sean víctimas de los habituales gestos racistas? Simplemente porque la mayoría, empezando por la que gobierna, no es objeto de esas agresiones. ¿Por qué para evitar que el Pentágono y los presidentes, anden desaforados desatando guerras a lo largo del planeta por intereses económicos de minorías? Todo está perfecto.
Luisa Ortega no habló como lo que parece o es, de acuerdo a su rol en el aparato del Estado, sino como un simple personaje, como uno mismo, y emitió un juicio político. No era eso lo que uno esperaba. Y conste que no esperaba que justificase el llamado a Constituyente, para que fuese "leal", sino diese razones jurídicas, como le corresponde para justificar su posición e ilustrar a los legos como uno.
Hoy al mediodía la vi y escuché por TELEVEN declarando sobre lo que ahora acontece en todo el país y me pareció prudente, equilibrada y comedida; decimos esto para dejar constancia del equilibrio con que la juzgamos. Porque para ayudar a que la paz prevalezca entre nosotros, es necesario ser eso, equilibrado.
Decimos todo esto, porque pese no estamos totalmente seguros que la constituyente sea la panacea que nos lleve a la paz, sobre todo si no se logra incorporar a buena parte de la oposición, si creemos que no es del todo malo su llamado. Lo creemos así, porque en el mejor de los casos movería a una gran parte de la población por una salida pacífica y soportaría los cambios que se demandan. Lo que quiere decir que, a nuestro juicio, decir que cualquier constitución es inmodificable, es algo como un disparate y una insensata ortodoxia, más si se toma como argumento para negarle el valor que esa convocatoria constituyente podría tener en la actual coyuntura venezolana, aun siendo cualquiera opositor y quiere colaborar con la paz. Es imaginar al mundo detenido en el tiempo de cuando los constituyentes elaboraron la vigente. Lo cierto es que, justificar una convocatoria constituyente, no es fácil. Ya vimos como aquí en Venezuela, fallamos en un primer intento de modificarla para no haber hecho las cosas como era debido y sumar disparates, uno tras otro.
Por cierto, antes la enmendamos, con el aval del soberano, tal como corresponde, lo que ya es una muestra que no era inmodificable. Es decir, Luisa Ortega, antes de emitir su opinión ya estaba desmentida por la historia.
Es tan propensa a modificación o enmienda, que ya existe un arrume de proposiciones, procedente del movimiento popular. Este escribidor mismo, poco inteligente y agudo, tiene una propuesta que hacer, relacionada con algo que está en la vigente constitución, tomado de las anteriores, sobre todo de la del 1961.
El artículo 162 de la constitución bolivariana da origen al poder legislativo de los Estados y le asigna funciones y somete su funcionamiento a la Ley correspondiente.
Es por demás evidente que el funcionamiento de ese organismo implica un gasto demasiado alto para el Estado y además se ha convertido en una estructura por demás ineficiente. Sus funciones, y a lo que en la práctica ese organismo del Estado se dedica, no justifican su alto costo. Es tanto así, que un amigo diputado regional suele decir que sueña que el local del Consejo Legislativo se convierta en una universidad, escuela de párvulos o de arte. Es decir, reconoce que el ostentoso local que la Asamblea legislativa de la cual forma parte ocupa y el presupuesto mismo, están muy mal utilizados.
Por eso, creemos que el poder legislativo regional debe funcionar por períodos cortos, como cuando debe estudiar, revisar, aprobar el presupuesto, luego auditar su ejecución y en los pocos momentos que debe aprobar leyes.
El Poder Legislativo se reuniría entonces sólo por pocos y cortos períodos, ante asuntos coyunturales y los derivados de sus funciones. La dieta sólo sería pagada, por no negar lo que en la antigüedad hicieron los griegos, a aquellos que no ocupen cargos en el aparato del Estado, y más si no tienen medios pecuniarios. Los maestros en ejercicio, por nombrar a mis colegas y otros empleados al servicio del Estado, se les daría permiso para acudir a la legislatura a cumplir con su deber, aspiración y hasta sueño. Al terminar el período de sesiones volverían a sus cargos habituales hasta las próximas. Se podría mantener en funcionamiento permanente, como Comisión Delegada, una estructura mínima. De esa manera, el estado se ahorraría buena parte de la enorme cantidad de dinero que se eroga por ese organismo y los pasivos que genera sin verdadera justificación.
Hay cosas más que tengo en un viejo proyecto de cuando la Constituyente del 99, pero basta lo dicho para llamar la atención. Pero estas modificaciones sería bueno introducirlas en la Constituyente y no dejarlas en la Ley, para que mañana las roscas y cogollos, para favorecer a su clientela, no vuelvan con las mismas prácticas a espaldas del soberano.
En todo caso lo que interesa sobremanera, es dejar constancia como, según la visión del venezolano, hay muchas cosas que motivan la constituyente, además de buscar la paz por el diálogo y negar la versión que la Carta Magna es inmodificable.