La constituyente no surge como un mecanismo de opresión contra la derecha ni contra ninguna fuerza política venezolana, por cuanto se hizo pública y notoria la amplitud de inscripción y participación de todos los actores políticos del país. Sin embargo, una vez más la oposición hizo una muy mala lectura de la actual coyuntura, y apostaron por el "todo o nada", como refirió un analista. Por eso se impuso su soberbia, su violencia y la tozudez de sus jerarcas, quienes siguen cantando "fraude constitucional", junto al resto de las marionetas que les apoyan, del mismo modo que han gritado fraude en todos los eventos electorales desde 1988. Su mecanismo perverso para promover enfrentamientos y propiciar muertes de jóvenes y adultos raya en lo miserable. Su eslogan de "dictadura" ya provoca náuseas. Frases como "otro muerto de la dictadura", "una nueva muerte del dictador Maduro" y otras por el estilo, tienen el objetivo primario de alentar la intervención militar norteamericana y alimentarle la verraquera intestinal y el odio postizo al títere mayor en la OEA, Luis Almagro.
Las redes sociales son la trinchera mediática más utilizada por la casta opositora. Por esa vía convocan los cierres de vías públicas, los saqueos, las quemas de edificios y oficinas públicas, la destrucción de hospitales, centros de maternidad, ambulatorios y escuelas; casas parroquiales, estatuas de Chávez y Bolívar, autobuses Yutong y de otros tipos que prestan servicio comunitario y a empresas básicas, destruyen aceras y plantaciones de avenidas, obras de arte, pancartas, comercios privados y comunales, transporte pesado y automóviles, pequeñas y medianas empresas; y hasta les ha dado por matar, quemar y linchar personas por "ser chavistas".
Bajo este esquema, se negaron a participar en la constituyente, a pesar de que la misma le brindaba la oportunidad a sus legisladores tan doctos, para la introducción de reformas y cambios estructurales en el Estado, como por ejemplo, en el tema de las elecciones y la duración del período presidencial. Se comprueba una vez más que a la oposición no le importa el Estado como tal, sin el poder político para saquear nuestras riquezas y entregarla a los organismos foráneos sin ningún beneficio social. Su desprecio hacia los pobres, los más vulnerables, se manifiesta en su odio racial hasta el extremo de quemar vivos a otros venezolanos y apedrearlos y destrozarlos a golpes hasta la muerte más cruel. Tal irracionalidad no tiene cabida en una democracia tan permisiva que ellos mismos tachan de dictadura, con absoluta impunidad. Del mismo modo que arguyen la falta de libertad de expresión promueven un video del preso Leopoldo López, juzgado por instigar al crimen, alentándoles a seguir sus guarimbas. ¿Acaso eso no es libertad de expresión? De igual modo dicen cuanto quieren en los canales de televisión, radio y prensa escrita contra el gobierno y la sociedad chavista, utilizando los peores calificativos para ofender y negar las instituciones del Estado. ¿Eso no es libertad de expresión? Por menos de lo que aquí dicen estarían presos y condenados a cuarenta años en los Estados Unidos. Hipócritas.
Recientemente los opositores han promovido el sicariato político. Un ciudadano llamado Iván Calderón escribía en las redes sociales que hay que identificar a los guardias nacionales, averiguar dónde viven, quiénes son sus familiares, qué vehículos tienen y qué lugares frecuentan para perseguirlos y matarlos. Nunca antes oposición alguna en Venezuela hizo pública su doctrina del crimen como lo hacen ahora. Pero se llenan la boca catalogando de asesinos a los chavistas. ¿Cuánta gente chavista ha muerto en Barinas, Zulia, Mérida, Táchira y Apure por enfrentar a los terratenientes y a las mafias de la frontera, a los sindicatos y a los mandamás regionales? Además, esa oposición no trabaja, no produce, no construye nada en el país. Sólo lo destruyen y mal ponen.
La actitud del Julio Borges como máximo parapeto de la Asamblea Nacional deja entrever esa redonda brutalidad y esa vocación anti patria, anti nación que les orienta, al arrodillarse ante la Unión Europea pidiendo que lancen misiles atómicos, por favor, contra Maduro en Miraflores y lo maten de una vez porque ellos, como parásitos del imperio, no han podido hacerlo, y ya están perdiendo los papeles. El último recurso que les queda es que el Comando Sur que se anda de "ejercicios militares" frente a nuestras costas caribeñas, envíe por error de cálculo un par de bombas sobre Caracas y acabe con todo. Pero Rusia advierte que una guerra atómica contra EE. UU. Supone el fin del mundo. Y con eso no se juega, señor Julio Brutus Borges.
La oposición tampoco quiere participar en las elecciones de alcaldes y gobernadores establecidas para diciembre de 2017. Ningún partido opositor promueve sus candidatos y eso deja una duda muy grande. ¿Cómo piensan hacerse del poder sin elecciones legales y justas? ¿Cómo van a tener gobernadores y alcaldes sin candidatos y sin participar en el evento electoral? ¿Se la van a seguir jugando a matar a Maduro, derrocar al gobierno, lograr la invasión militar o seguir asesinando personas dentro de sus propias marchas para promover la guerra civil y la represión militar?
Los llamados intelectuales de la derecha tampoco dicen nada. No se les oye ni les ve. Están mudos. Deberían expresar sus programa de gobierno, sus doctrinas alternativas al proyecto bolivariano si las tienen, y evitar que los actores mediocres como Julio Borges, Capriles, Leopoldo, la Tintori, la María Corina, el Florido, el Ramos Allud y el resto del combo, sigan acaparando el aparato mediático con el mismo discurso sonso y vacío: "Hay que salir del régimen", "esto es una copia de la dictadura cubana", "Venezuela no existe", etcétera. Otros intelectuales de la izquierda traidora han empezado a chuparle las medias a la oposición, creyéndose el cuento de que aquellos les van a dar flores en el futuro. Del mismo modo que la oposición ve como chusma a la mayoría pobre y sufrida de nuestro pueblo, al que han sumido en la desnutrición por el saboteo a la producción y distribución de los alimentos desde hace más de dos años, verán como chusmas a esas sátrapas obtusos. Su interés mayor son los dólares obtenidos desde el Estado y por eso es que nos están matando. Lo demás no les importa. Menos unos trasnochados que se están jugando a Rosalinda. Mala apuesta.
Por suerte hay abundantes análisis en la actualidad sobre la realidad venezolana, la crisis política y económica del país, y esos análisis se dan desde todo el mundo. Que no se olvide la oposición que el 87% de los venezolanos rechazamos la violencia, los cierres de vías, los parones, la quema de personas, la destrucción de bienes, el saboteo, el odio racial, la brutalidad desmedida, la intolerancia y la violación sistemática de la tranquilidad y la paz nacional. Eso va tener un costo electoral en el mediano plazo. Más de doce millones de personas vamos a votar por la Constituyente, y si quien medirse, prepárense para cuando haya que refrendar el nuevo texto constitucional, si es que tienen previsto promover su histórico y derrotado NO, y verán cómo van a perder su primera gran batalla. La segunda será la de diciembre. La otra derrota está más lejana. En suma, la oposición hace mucha bulla pero la procesión va por dentro.
Venezuela tiene que enfrentar cambios en su dirección política, sin duda, y esos cambios han de llegar dentro de las reglas democráticas y el estado de derecho, pero no es la oposición quien se está jugando su mejor carta en estos momentos. La Constituyente sí se orienta en ese sentido y lamentablemente la oposición la desaprovechó como trinchera democrática para medirse en lo político, en lo electoral y en lo doctrinario. Esa fue su peor idea, por ahora.