Es seguro que el gobierno ejercerá una indiscutible mayoría en la Constituyente, lo cual no significa que pueda cantar victoria por considerar que ya tiene el mandado hecho. En las actuales circunstancia, no hay razones para echarse las esféricas al hombro, porque en honor a la verdad se respira en el ambiente que el cuadro político está más enredado que perro con tres bolas.
Vamos a una consulta transitando en medio de un campo peligrosamente minado; asediado por continuos actos terroristas que ponen en jaque la vida; y además, desguarnecidos con unas FANB atada de pie y manos porque lamentablemente prevalece una leonina interpretación de los derechos humanos que hacen que el Estado sea menos eficaz. Y como si fuera poco para completar esta enorme tragedia republicana, nos toca elegir una Asamblea Plenipotenciaria rodeada de incertidumbre, pues su legitimación estará en condición suspensiva, hasta tanto verifiquemos que hubo una masiva concurrencia a los centros de votación el 30 de julio.
De modo que debemos estimular la participación ciudadana, pues el fenómeno de la abstención sería un monstruo que traería consecuencias fatales, tanto en el referéndum consultivo8 que vendría por la cabeza del nuevo texto constitucional), como para las próximas elecciones de gobernadores el 10 de diciembre.
Por último, advertimos sobres las inconveniencias de andar ofreciendo villas y castillas, del mismo modo que la MUD engatuso a millares de venezolanos en las parlamentarias del 2015, sin que con ello se percataran que esa viveza les resultaría pan para hoy y hambre para mañana. De ahí, que debamos vernos en ese espejo, si es que queremos evitar que una victoria pueda convertirse en un aparatoso revés. Por eso insistimos en que más vale aprender en cabeza ajena que tener que lamentarse, pues el demonio nunca avisa cuando viene por alguien que peco.
