Los fantasmas del partido. Lenin, Betancourt, Chávez y Maduro

Los nombres que abundan en el título del presente artículo designan obviamente autores y líderes que han concebido y aplicado pensamientos y prácticas de organización política para hacerse del poder del estado y ejercerlo. No son todos. No menciono a verdaderos gigantes de las ideas y la acción como Gramsci. Pero eso se debe a que pretendo, sobre todo, mostrar un linaje, una sucesión, una escala de herederos. Valga esto como un aporte a algunos compañeros que se han preocupado por pensar acerca del tema a propósito del anunciado nuevo congreso del PSUV.

Del aporte de Lenin, se ha escrito mucho y con mucha profundidad. Posiblemente lo más elaborado que yo haya leído acerca de su “teoría de la organización” sea un libro del economista Ernest Mandel. Sólo quisiera recalcar algunos juicios, producto de la lectura y la reflexión sobre la experiencia histórica.

Primero, las críticas, acusaciones y terribles pronósticos que se le hicieron a Lenin y su teoría del partido, todas, fueron acertadas, se cumplieron, incluidas las emitidas por Rosa Luxemburgo, Trotsky (posteriormente, el más destacado bolchevique de la revolución rusa en su momento) y hasta Plejanov, el maestro de Lenin. Una organización de conspiradores clandestinos profesionales, muy jerarquizada y de férrea disciplina, como la del clero de la Iglesia Católica o el ejército, era útil en las condiciones de extrema represión del zarismo ruso, pero después se convirtió en una reducida élite que terminó dominada por un tirano que sustituyó a los organismos mismos de su Partido, después de que éste hubiera sustituido a la clase obrera y el pueblo en su totalidad.

Segundo, las famosas condiciones impuestas por la Tercera Internacional para aceptar y formar Partidos Comunistas, sirvieron en su momento para deslindarse de los socialdemócratas que apostaban en contra de la revolución, es cierto, pero luego fueron inocuas para garantizar la calidad revolucionaria de esas organizaciones en todo el mundo. Sólo lograron hacer sus revoluciones aquellos Partidos de política independiente, que se sacudieron de la férrea disciplina que imponía el PCUS (los casos chino y yugoslavo son suficientemente aleccionadores). La eliminación de la Internacional, por parte de Stalin, como concesión a Churchill en 1943, es el colofón inevitable de la inutilidad de esa organización, aparte de la traición de Stalin, claro, tan denunciada por Trostky, quien había repetido el error de querer construir una organización mundial de este tipo en su momento.

Para los venezolanos, Betancourt es algo así como nuestro Lenin. Antes de que me lleven a la hoguera, debo indicar que me refiero a que es el político (y teórico) que más hizo énfasis en la relevancia del Partido en la acción política en nuestro país. Para Rómulo, mantener el control sobre el Partido era hasta más importante que el control sobre el gobierno.  Ello era así porque, en su concepción, el Partido era más que el instrumento, era el actor principal de su acción política, es decir, de la consecución y mantenimiento del poder. La disciplina del Partido se debía a este carácter fundamental. Por eso, AD sobrevivía a sus gobiernos, no se confundía con ellos, salvo un momento durante el período de Lusinchi, cuando los secretarios generales adecos pasaron a ser gobernadores de estado, con lo cual inauguró una práctica, repetida por Chávez y `profundizada por Maduro, de confundir Estado, gobierno y Partido, hasta terminar subordinando al Partido.

Chávez, no fue que confundió una organización ya hecha, el Partido, el Estado y el gobierno, sino que se propuso formar un Partido como hechura del Estado y el gobierno. Se ha argumentado que Chávez decidió formar el PSUV porque el MVR era sólo un aparato electoral. Si tal era la razón, debiera ser la misma en este momento para disolver el PSUV.

En realidad, el PSUV, no sólo nació como dependencia del Estado, un ministerio más, sino que se identificó con el gobierno, el cual, a su vez, se sometió a una cúpula burocrático-militar. Claro: estoy hablando de un proceso. Mientras Chávez estuvo vivo, quien estaba en el vértice de la pirámide jerárquica, era el propio Chávez, sin discusión, Por eso, esas escenas que, en otro contexto darían vergüenza, de un colectivo inmenso gritando que harían lo que dijera el Jefe. Pero, vamos al hecho sociológico: la demostración de que el Partido era sólo una dependencia del estado es que sus estatutos nunca se cumplieron, y hasta se sancionaron militantes antes de haber un tribunal disciplinario. Ese solo hecho, demuestra que el PSUV nació simplemente como otra dependencia del Estado y el gobierno, casi con la misma jerarquía, con los mismos jefes, sin contrapeso.

Esa “desviación” (dudo que lo sea; en el caso del bolchevique sí lo era, porque había sido un Partido que encabezó una revolución: el PSUV no ha encabezado ninguna), era muy poco lo que se podía esperar del PSUV, salvo cumplir las órdenes para cada política coyuntural, repetir los fragmentos de los discursos de los jefes, etc. No cabía allí ninguna elaboración propia. Mucho menos, la distinción orgánica entre el Partido, el estado y el gobierno, aspecto claramente discernible incluso en la URSS y hasta en Cuba.

De modo que con el madurismo, degeneración del chavismo, el carácter instrumental del Partido, de simple aparato electoral, de mecanismo de selección de cargos, de distribución de prebendas estatales, de jerarquía vertical de activistas cumplidores de órdenes, sin pensamiento propio y autónomo, se amplió como un cáncer, hasta matar cualquier posibilidad de convertirse en algo más allá de un Partido defensor del gobierno y cumplidor de órdenes, como aquel partidito fundado por López Contreras, de “partidarios del gobierno”.

¿Puede ser algo más el PSUV? ¿Cómo interpretar los llamados de Jaua a la participación en la elección de los dirigentes, las teorizaciones de algunos columnistas de Aporrea, etc.? Pregunto a mi vez: ¿acaso esto no es más que una propaganda dirigida a los Jobs militantes, que aceptan cualquier sufrimiento por un fervor irracional, que ya no piensan por temor al chantaje ideológico, por una mentalidad de mujer maltratada?

Del “Polo Patriótico” no hablo porque hablaríamos de dignidad pisoteada cientos de veces, y es demasiado patético para mi gusto.

 



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Jesús Puerta


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