La "verdad" es en veces como una pieza que cada quien se elabora a su gusto. Puede modelarla con sus propias manos y hasta encargarla a alguien a alguien con talento y poco escrúpulo para que atienda sus requerimientos. Como aquellos pintores retratistas cortesanos hasta que comenzó la irreverencia. Los reales de la corte no pudieron vencer al arte y luego los de ella, terminaron por pagar al artista para que éste pintase lo que se viniese en gana y no sus rostros y glorias vanas. Quienes en el retratismo siguieron dejaron de ser artistas.
Cuando un barco es declarado en naufragio todo abordo se desordena; sobre todo los tripulantes, no formados para afrontar esas contingencias, suelen volverse locos y perder la compostura. El naufragio o hundimiento del Titanic, dio origen a una película protagonizada por Leonardo Dicaprio, donde bien se refleja el estado de ánimo colectivo que origina una contingencia de ese tipo. No hace mucho, en Italia, el capitán de un barco que naufragaba fue el primero en abandonarlo, contraviniendo las normas, juramento y la tradición.
Venezuela ahorita es lo más parecido al Titanic, después del llamado a Zafarrancho en virtud del inevitable hundimiento. Porque, pese nos duela y en ello esté en juego nuestro destino y sobre todo lo más doloroso, el de nuestra descendencia, Venezuela se está hundiendo; es lo más parecido a un barco que se hunde por las perforaciones en el casco, no por accidente sino la desidia y el descuido de quienes le manejan. El capitán no sabe qué hacer, sus asesores no dan pie con bola, pero tampoco baja de su pedestal, pide ayuda al colectivo y menos escucha el griterío de cubierta. Y cuando hablo de ellos, no me limito a la gente del gobierno, también están en primer plano los grupos económicos y empresarios que se aprovechan de la incompetencia gubernamental para explotar al pueblo sin misericordia alguna. Como también factores externos que toman medidas para acelerar nuestra muerte como nación y pueblo y poder apoderarse de lo mucho que poseemos y no hemos sabido aprovechar.
Por supuesto, como siempre dice el pueblo, que mucho sabe, uno no puede exculpar nuestros pecados y culpas en los extraños y menos en nuestros enemigos. Por eso, no cabe duda que el primer responsable es el gobierno y como jefe de éste, Nicolás Maduro. Pese se diga con razón, no es culpa del ciego sino de quien le dio el garrote.
Pero a la hora de establecer responsabilidades, señalar culpables y hasta cobrar las cuentas, uno no puede confundirse y terminar aplaudiendo a quienes en su oportunidad se gozaron al máximo el poder, tanto como poder vivir a sus anchas en el exterior sin las dificultades que los venezolanos padecemos, y pretenden con golpes de pecho, excusas, acusaciones y llamados vacíos pero estruendosos, en medio de la confusión, como "CAMBIO DE GOBIERNO YA", solicitado por Izarra, borrar sus responsabilidades. Eso no es más que intentar un protagonismo para la excusa y exculpar los pecados. Del mismo modo azaroso que entraron al barco cuando navegaba majestuoso y raudo a recibir los beneficios quieren salirse para evadir las responsabilidades.
Ramírez hace su narrativa y nos cuenta una historia que parece haber empezado desde el mismo momento que lo despidieron siendo embajador ante la ONU. Según él, a partir de allí Venezuela inicia su picada. Nos cuenta pues una falsa historia, como a su gusto y conveniencia. Los venezolanos tenemos otra versión del asunto, como que el hundimiento arrancó desde sus tiempos de esplendor y poder. La borrachera de los altos precios del petróleo fue tan grande que aquella bonanza artificial la confundieron con el socialismo y conquista de la soberanía. Es más, su gestión en PDVSA casi determinó lo que ahora sucede; marcó el rumbo y la intensidad. Maduro sólo fue un sustituto, un sobrevenido, un capitán sacado de la marinería sin saber siquiera para qué sirve la brújula, sólo armado de los discursos repetitivos aprendidos en la calle en el rol de militante pega cartelones y gritos como ¡abajo el gobierno! ¡Muera el imperialismo y arriba la clase obrera! Tanto es así, que cuando Chávez llega a presidente, según los cuentos de ellos mismos, eso está escrito, cualquiera puede corroborarlo, formaba parte del "su primer anillo" que le guardaba las espaldas. Pero al jefe escuchó, se aprendió muchas cosas de memoria y puso empeño en intentar repetirle como para que muchos crean que es el mismo y, por sí eso no fuese suficiente, se inventó y le inventaron eso de su hijo.
Giordani ha dicho que fue un error de Chávez haber dejado el poder en manos de Maduro. Yo no comparto ese juicio que pareciera que comparten muchos. Creo que sería injusto echar toda la culpa de eso al presidente fallecido. Si pienso tuvo una enorme responsabilidad pero no todo es culpa suya. Es cierto que Chávez llega al poder casi por su propia iniciativa y ayudado por una enorme crisis, la secuela que dejó el "Caracazo" y aquel estruendoso "Por ahora". No sólo fue el líder del alzamiento del 4F, sino quien le impuso a sus seguidores la idea de competir electoralmente por la presidencia. Quienes lo rodearon no significaban nada en la conciencia colectiva ni tenían liderazgo alguno, fueron como parásitos y, lo máximo, simple apoyadores de un mesías ante el cual no tenían otra cosa que hacer que decir sí o sujetarse a lo que él dispusiese. Por eso aconteció aquello del "hiperliderazgo". Y fue por este o esta circunstancia que Chávez impuso a Maduro ante el círculo o los distintos anillos y ante la multitud que sólo a él atendía. Y si quienes rodearon a Chávez para aprovechar aquella contingencia y hasta como fenómeno telúrico, sin poner condiciones ni limitaciones con tal de asegurarse su pasaje en clase preferencial, pudieron lograr sus fines, deben pagar y asumir sus responsabilidades. Chávez pudo "imponer" a Maduro porque quienes le rodearon lo permitieron, aunque les quede el consuelo que fue obra de la contingencia y las circunstancias históricas.
Quienes en su oportunidad se gozaron el poder y el placer en un barco que poco tiempo después de la bonanza comenzó a ponerse a la deriva, escorarse hacia un lado u otro, "cual vieja maña", como decían en mi barrio, nunca hicieron siquiera una advertencia, nada censuraron o contradijeron, pero ahora perdidos los privilegios, cuando aquél enfila hacia los arrecifes, hunde su popa y la proa mira al cielo como pidiendo clemencia, hasta hace poco aplaudieron y estuvieron en listas para ser electos o electas, escogidas o escogidos a puro dedo, la lista es larga, de ellos usted lee sus nombres y escuchas sus gritos "inconformes", sin saber si en verdad por esto o por miedo, comienzan a saltar hacia las pequeñas embarcaciones salvavidas.